Principios del Aprender
Primera Parte, Capítulo 6
23 de mayo de 1972
Krishnamurti: ¿Ha alcanzado uno la energía creativa? ¿Y cómo puede uno liberarla? ¿Saben qué quiero decir con eso? Nosotros obtenemos abundante energía cuando queremos hacer algo. Cuando tenemos muchos deseos de hacerlo, tenemos para ello la energía suficiente. Cuando deseamos jugar o dar un largo paseo, tenemos energía. Cuando queremos lastimar a la gente, tenemos energía. Cuando nos encolerizamos, eso indica energía. Cuando parloteamos interminablemente, ello también es una explosión de energía.
¿Cuál es, entonces, la diferencia entre esta energía y la energía creativa? ¿Les interesa esto?
Interlocutor: Sí.
Krishnamurti: ¿Cuál es la diferencia ‑sólo estoy pensando en voz alta ahora-, cuál es la diferencia entre la energía física y la energía que se engendra mediante la fricción, tal como la ira, la tensión, las aversiones? Está la pura energía física y está la energía que proviene de la tensión, del conflicto, de la ambición ¿Hay también alguna otra clase de energía?
Sólo conocemos estas dos. La energía que posee un cuerpo apto, sano ‑una tremenda energía. Y la energía que uno obtiene por medio de toda clase de luchas, fricciones, conflictos ¿Han notado esto? Los grandes escritores, que llevan vidas terribles, vidas desdichadas de conflicto en sus relaciones con otros y con la gente en general: esta tensión les proporciona una tremenda energía. Y debido a que tienen cierta capacidad, a que están dotados para ello, esa energía se expresa por medio de lo que escriben. ¿Ustedes ven todo esto?
Ahora bien, ¿qué clase de energía tienen ustedes? Energía física ‑naturalmente, siendo jóvenes están plenos de ella, la poseen en abundancia. ¿Y tienen la otra clase de energía que los impulsa mediante el odio, la ira, la ambición, las tensiones, mediante el conflicto, la resistencia? Porque si yo les ofrezco resistencia tengo una energía tremenda. Ustedes me desagradan, los combato porque quiero tener lo que tienen ustedes ‑ cualquier cosa que sea - y eso me da energía. Y detrás de esa energía existe un motivo.
Vemos, entonces, los dos tipos de energía: la energía física y la energía que surge con el conflicto y la resistencia, con el temor, o con la persecución del placer. ¿Hay alguna otra clase de energía? ¿Existe una energía sin motivo alguno?
Yo quiero obtener un empleo porque lo necesito, y el impulso para ello, la necesidad de un trabajo, me proporciona la energía suficiente para pedir, exigir, empujar, ser agresivo. Tras de esto hay un motivo. Y cuando hay un motivo la energía es siempre restringida, limitada. En el momento en que hay un motivo éste actúa como un freno. ¿Ven el punto?
¿Poseen, pues, la energía que siempre tiene puesto un freno porque en ella hay un motivo? ¡Discútanlo conmigo! Yo sólo estoy sugiriéndolo. ¿Alguna vez han hecho algo sin un motivo? Un motivo como el temor, el agrado o el desagrado, el necesitar algo de alguien, el ser tan bueno como otros; todos éstos son motivos que lo impulsan a uno hacia adelante.
Bien, ¿conocen alguna acción que no tenga motivo alguno? ¿Hay, en absoluto, una acción semejante? Estamos indagando. ¿Qué dicen ustedes?
Interlocutor: El problema es... si otro es consciente o no del motivo ‑porque uno puede tener una acción con un motivo, pero si es...
Krishnamurti: ... inconsciente de él...
Interlocutor: ... entonces uno...
Krishnamurti: Muy bien. Según usted dice, yo puedo pensar que actúo sin un motivo y, no obstante, tener un motivo oculto.
Interlocutor: Sí; o al contrario.
Krishnamurti: O al contrario. Bien; en usted mismo, ¿cómo es? Inquiera, examinase, investigue. Mírese. ¿Sabe qué es mirarse uno a sí mismo? ¿No se mira en el espejo cuando se peina ‑lo hace, verdad? ¿Qué ve, entonces? Se ve reflejado en el espejo, ahí se refleja exactamente su apariencia, a menos que el espejo sea curvo o esté rajado. ¿Puede mirarse del mismo modo en que se ve en el espejo? Mírese sin deformación alguna, sin retorcimiento, sin ninguna desviación, mírese exactamente como se mira en un espejo. Y sólo entonces descubrirá si está actuando con un motivo o sin un motivo. ¿Puede mirarse muy sencilla y claramente, como si estuviera mirándose en un espejo? ¿Sabe?, es muy difícil esto de que estamos hablando. No sé si lo ha hecho alguna vez; estamos investigando el problema de si todas nuestras acciones ‑acudir puntualmente a las comidas, levantarnos, sea lo que fuere que hagamos- tienen tras de sí un motivo. ¿O existe cierto sentido de libertad para moverse?
Interlocutor: ¿Qué quiere usted significar con “libertad para moverse”?
Krishnamurti: Simplemente, libertad para moverse sin temor, sin resistencia, sin un motivo ‑libertad para vivir. ¡Y para descubrir eso! Estamos señalando que tenemos bastante energía física ‑si usted quiere construir un modelo de aeroplano, lo construye. Ello tomará tiempo, usted investiga, inquiere, lee al respecto, pone en eso su mente y su corazón, y lo construye. Ello requiere muchísima energía. El motivo es el interés de construirlo. ¿Hay en eso alguna fricción, alguna lucha o resistencia? Usted quiere construir ese aeroplano. Entonces vengo yo y le digo: «Por favor, no sea tonto, eso es infantil» -y usted me resiste porque su interés está en construirlo. Vea ahora lo que ocurre; cuando usted se me resiste, está malgastando su energía, ¿verdad? Y, por lo tanto, dispone de menos energía para construir el aeroplano. Investíguelo, tómese tiempo, obsérvelo.
Ahora bien; ¿puede no debilitarse su interés aunque yo me resista, aunque yo diga que usted es un tonto? ¿Ve el punto? Quiero salir a dar un paseo porque el día es hermoso. Quiero ver los árboles, escuchar a los pájaros, ver las hojas nuevas, el maravilloso día de primavera; quiero salir. Y usted viene a decirme: «Haga el favor de ayudarme en la cocina». ¿Qué ocurre? En la cocina me aburro, no quiero ir porque mi interés está en salir a dar un paseo. De modo que en mí hay una división, ¿no es cierto? La división es un derroche de energía, ¿verdad? Deseo tanto salir a pasear, y usted viene a pedirme, «Por favor, ayúdeme en la cocina». ¿Qué haré?
¡Vamos, yo estoy haciendo toda la investigación, usted se limita a escuchar! ¿Qué es lo que haré? Sé que hay una disipación de energía si digo: «Oh, qué fastidio es la cocina, y lo que yo deseo realmente es salir a pasear». ¿Qué haré para no disipar energía? Vamos, discútalo conmigo. ¿Qué haré?
Interlocutor: ¿Qué quiere usted decir con disipación de energía?
Krishnamurti: Se lo mostraré. Usted me pide que vaya y le ayude en la cocina. Y lo que yo deseo realmente es salir a dar un paseo. Si hago solamente lo que quiero hacer y salgo a pasear, ¿qué ocurre con su proposición, «Venga a ayudarme»? Tengo un sentimiento de culpa, ¿no es así? Digo: «Se ha echado a perder todo mi paseo»; «¡Oh, señor, debía haber ido!» ‑lucho conmigo mismo. Eso es una disipación de energía, ¿no es así?
Interlocutor: Usted se refiere al conflicto.
Krishnamurti: El conflicto es una disipación de energía, ¿verdad? ¿Qué es lo que haré, entonces, sabiendo que si cedo a su requerimiento y voy a la cocina, diré: «Dios mío, qué día tan hermoso, ¿por qué no estoy afuera?» Y que si salgo a pasear, estaré diciendo: «¡Dios!, debería estar en la cocina».
Interlocutor: Tengo que ver qué es lo que más se necesita.
Krishnamurti: No, no lo que más se necesita. ¿Cómo respondería usted a esto? Yo quiero hacer algo en que no haya disipación de energía, que implica conflicto. ¿Ha comprendido mi pregunta, ¿verdad? Vamos, Raquel, ¿qué haré? No quiero sostener una lucha en mi interior. Habrá una lucha si salgo a pasear cuando usted me ha pedido que venga a ayudarla. Si entro en la cocina y lo que deseo realmente es ir a dar un paseo, también tendré una lucha en mi interior. Quiero hacer algo sin que se produzca una lucha. ¿Qué haré en tales circunstancias?
Interlocutor: Explicar sus sentimientos a la persona que se lo ha pedido.
Krishnamurti: ¿Por qué debo explicar?
Interlocutor: Así la persona comprenderá.
Krishnamurti: Sí, ella me ha pedido que venga y la ayude, necesita mi ayuda ‑demasiado poca gente quiere pelar papas, así que ella solicita mi ayuda. ¿Puedo darle explicaciones diciendo: «Mira, lo que deseo realmente es ir a dar un paseo, es un día tan hermoso ‑vente conmigo»? Pero las papas deben ser peladas. ¿Qué es lo que haré, entonces?
Interlocutor: Actuar en respuesta a ello; actuar responsablemente.
Krishnamurti: Actuar responsablemente, o sea, actuar con responsabilidad, ¿es eso lo que dice usted? Bien, ¿cuál es aquí mi responsabilidad? ‑ me hubiera gustado salir a dar un paseo; ésa también es mi responsabilidad. ¿Qué haré, entonces?
Interlocutor: ¿Cómo sabe uno que el paseo da más placer que la cocina?
Krishnamurti: Es un bello día, hay nubes hermosas, ¡e ir a pelar papas es terrible cuando se escucha el llamado de los pájaros! ¿Qué es lo que haré, entonces? ¡Vamos, usen sus células cerebrales!
Interlocutor 1: No importa lo que usted haga si después de haber dicho que no va realmente a ayudar en la cocina, sale a dar el paseo ‑ en tanto lo deje ahí.
Interlocutor 2: Usted va a la cocina y después sale a dar el paseo. (Risas)
Krishnamurti: Cuando he salido a dar el paseo, estaré torturado por mi conciencia, o lo que sea.
Interlocutor: Pero si uno comprendiera toda la situación, ¿habría este conflicto?
Krishnamurti: ¿Cuál es toda la situación? La cocina, la belleza del sol con sus luces y sus sombras, y mi deseo de salir a pasear.
Interlocutor: Esto me sucedió a mí...
Krishnamurti: Esto nos sucede a todos nosotros.
Interlocutor: El problema es que, cualquier cosa que uno haga, estará en conflicto.
Krishnamurti: No, yo no estaré en conflicto.
Interlocutor: Si la cocina me necesita realmente, iré y ayudaré en la cocina.
Krishnamurti: Le dicen que lo necesitan y usted irá. ¿Pero qué ocurre con su paseo?
Interlocutor: Voy después. El paseo está siempre ahí.
Krishnamurti: Espere ‑ hay nubes enormes y viene la oscuridad. Y yo digo: «Está lloviendo, ¿por qué echó a perder mi paseo?»
Interlocutor: ...probablemente, usted se hubiera mojado de todos modos. (Risas)
Krishnamurti: ¿Qué es lo que hace? ¿Entra en la cocina? ¿O dice: «Vete al infierno, voy a dar un paseo»?
Interlocutor: Uno actúa.
Krishnamurti: ¿Sobre qué se basa su acción?
Interlocutor: Simplemente, energía directa.
Krishnamurti: Usted dice que actúa; ¿cuál es esa acción en la que no hay conflicto? Escuche, ¿qué es lo que usted hará en esta situación cuando existen dos cosas que son contradictorias: la cocina, el paseo? ¿Ha captado correctamente mi pregunta?
Interlocutor: ¿Qué es lo que origina el conflicto?
Krishnamurti: El conflicto lo constituyen las peticiones contradictorias, el requerimiento de salir a dar un paseo y su solicitud de que lo ayude. Me tiran de dos direcciones. Bien, ¿qué haré para que sólo exista una dirección en la que no haya conflicto? ¿Comprende la belleza de esta pregunta?
Interlocutor: Cuando usted ve la urgencia de ayudar en la cocina...
Krishnamurti: Usted ve la urgencia de ese requerimiento y renuncia al suyo. ¿Puede renunciar a su deseo, que es muy fuerte, de salir a pasear, y acceder totalmente al pedido que le hacen? ¿Hará eso?
Interlocutor: Cuando veo la urgencia de su pedido...
Krishnamurti: ¿Puede renunciar a la urgencia de salir a dar un paseo y acceder a ese pedido con gracia, con facilidad, sin conflicto alguno?
Interlocutor: Si uno ve el peligro del conflicto.
Krishnamurti: ¿Ve usted el peligro del conflicto, que éste es venenoso, que es una disipación de energía, que no conduce a ninguna parte? ¿Puede entonces renunciar a su deseo de pasear y simplemente entrar en la cocina, igual de feliz, con la misma naturalidad y olvidando por completo su paseo? Porque si no lo olvida, éste continuará machacando en usted, ¿no es así?
Interlocutor: No hay duda de que todo nos plantea permanentemente estos requerimientos en silencio, verbalmente o no verbalmente.
Krishnamurti: Todo está basado en esto. Es a eso que estoy llegando. Quiero permanecer en la cama y tengo que ser puntual para el desayuno. Uno entra en la cocina de mal grado, ¿no es así? Pregunto lo siguiente: ¿Puede usted hacer algo contrario a su deseo y, no obstante, hallarse en un estado donde no existe el conflicto? Esto es la vida, lo que sucede todo el tiempo. Alguien quiere que yo haga algo y yo quiero hacer otra cosa. Entonces ellos empiezan a sermonearme y yo resisto.
Interlocutor: Por otra parte, si uno condesciende siempre...
Krishnamurti: Si condesciendo siempre me convierto en un felpudo. Por lo tanto, ¿puedo descubrir el modo de actuar cuando hay requerimientos contradictorios ‑ una acción en la que no existan las fricciones, en la que no haya rencores, ni resistencia, ni antagonismo? ¿Puede usted hacer esto?
Interlocutor: Ello depende de lo fuerte que sea el deseo.
Krishnamurti: Por muy fuerte que sea, la mente es intensa.
Interlocutor: Comparo los dos requerimientos.
Krishnamurti: No, comparación no.
Interlocutor: Quiero decir que deseo hacer alguna cosa y alguien me pide que haga otra ‑tengo que comparar ambas.
Krishnamurti: No, esto no es comparación. Usted viene y me pide que le ayude mientras que yo deseo salir a pasear ‑no comparo. No hay comparación entre ambas cosas.
Interlocutor: Veo la comparación porque...
Krishnamurti: No, eso surge cuando digo: «¿Que es más importante en esto, mi paseo o el ir a la cocina?» Digo: «La cocina es más importante». ¿Qué ha ocurrido? Estoy evaluando mi acción y basándola sobre lo que es importante. Pero yo no quiero basar mi acción sobre lo que es importante.
Interlocutor: Pero cuando la casa se incendia.
Krishnamurti: La casa se quema, el paseo ha muerto. Fin.
Interlocutor: En mayor o menor escala, ¿no es esto lo mismo que evaluar lo que es necesario en el momento?
Krishnamurti: No, yo no quiero basar mis actos sobre la discriminación, sobre lo que es importante.
Interlocutor: ¿Por qué?
Krishnamurti: Le mostraré por qué. ¿Quién es el juez que dice: esto es importante y eso otro no es importante? Yo mismo, ¡verdad?
Interlocutor: Son las circunstancias...
Krishnamurti: Usted puede considerar que eso es importante y yo podría considerar que no es importante; por lo tanto, hay fricción entre nosotros. Es por eso que no quiero basar mi acción sobre lo que es importante.
Interlocutor: ¿No existe ahí un factor objetivo, y no subjetivo?
Krishnamurti: Examinémoslo despacio, cuidadosamente, es muy interesante. Veamos; si yo baso mis actos sobre la discriminación entre lo que es importante y lo que no es importante, mi discriminación puede ser el resultado de mi prejuicio, de mi condicionamiento. Por lo tanto, digo que la discriminación es muy insignificante porque se sustenta en mi condicionamiento, en mi prejuicio, mis opiniones, mis tendencias. No basaré mis actos sobre la discriminación, ni los basaré sobre la evaluación.
Interlocutor: Evaluación de lo que pienso. ¿No existe, sin embargo, la evaluación que no está coloreada por lo que pienso?
Krishnamurti Existe ‑ primero estoy despejando el campo. No discriminaré ni evaluaré, porque si evalúo ello podría estar basado en mis prejuicios, mis tendencias, mi deseo, mi imaginación. Por lo tanto, no basaré mis actos sobre la evaluación. Así es que mi acción no se fundamentará en lo que es importante o no es importante. Voy a investigar esto ‑¿están conmigo? Esto que vamos a investigar es algo peligroso ‑ a menos que lo comprendan muy claramente, deben detenerme. De otro modo recogerán unas pocas palabras y dirán: «Esto no es importante», y lo arrojarán a la cabeza de Mrs. Simmons. Me he dado cuenta, pues, de que si evalúo ello podría basarse sobre el prejuicio. Pero la evaluación es necesaria. Cuando el maestro presenta un informe y dice que usted no es bueno en francés pero que es bueno en matemáticas, ésa es una evaluación que se basa sobre hechos, no sobre prejuicios. ¿Ve la diferencia? ¿Es usted un poco desconfiado?
Interlocutor: Es muy difícil porque...
Krishnamurti: Digamos que yo le enseño italiano. Sé mucho más italiano que usted; es obvio, de otro modo, no estaría enseñándole. Y veo que usted no es muy bueno en italiano; ésa es una realidad, no se trata de mi prejuicio ‑después de seis meses usted no sabe construir una oración. Es un hecho. Es sobre ese hecho que yo evalúo, no sobre mi prejuicio. ¿Está de acuerdo? Eso es por completo diferente de una evaluación acerca de lo que es importante.
Interlocutor: ¿Hay evaluación si uno desea té o café?
Krishnamurti No lo reduzca a té o café ‑primero obsérvelo. Hay, pues, dos factores en la evaluación: el prejuicio y el hecho. Cuando evalúo lo que es importante y lo que no es importante, ello puede estar basado sobre mi prejuicio y no sobre el hecho. Y cuando me piden que vaya a la cocina, ¿es eso un hecho, o sólo quieren fastidiarme? De modo que entro en la cocina y veo de qué se trata. Si eso es necesario lo hago y me olvido de lo demás, porque es el hecho el que reclama mi acción. ¿Ve la diferencia?
Interlocutor: En este caso comprendo...
Krishnamurti: Comprenda este caso y comprenda el fundamento general de ello. Si evalúo lo que es importante o no lo es, esa evaluación tal vez se funda en mi prejuicio y, por lo tanto, desconfío de mi criterio en la evaluación. Pero cuando los hechos requieren evaluación, los hechos son los que deciden el valor. Ambas cosas están muy claras, ¿no es así? ¿No están muy claras?
Interlocutor: Es muy claro cuando de un lado usted tiene sus deseos y del otro se le necesita. Pero si se le necesitó de ambos lados usted tiene que escoger entre uno y otro.
Krishnamurti: No, yo no escogeré.
Interlocutor: Usted tiente que actuar; lo uno o lo otro.
Krishnamurti: No, cuando usted tiene que actuar ‑esto o aquello- eso significa elección y quiere decir que usted no sabe qué hacer y escoge lo que es más placentero.
Interlocutor: Es extremadamente difícil para una persona ver la verdad sin preferencia alguna.
Krishnamurti: Mire, empecemos de nuevo. Yo quiero salir a pasear y usted viene y me pide que vaya a la cocina. Si yo me pregunto qué es más importante, la cocina o mi paseo, evalúo de acuerdo con mi placer, de acuerdo con mi deseo, con mi prejuicio. Por lo tanto, me digo: «No evaluaré. Los hechos han de producir la acción correcta». En consecuencia, voy con usted a la cocina y veo si el hecho requiere esa acción. El hecho dice, «Sí», y yo olvido lo demás.
Interlocutor: Sí, ¿pero si a usted lo necesitan en la cocina al propio tiempo que lo necesitan en la oficina?
Krishnamurti: Esa es una cuestión diferente. El hecho me dirá qué hacer. Entonces me doy cuenta, cuando el hecho me dice qué hacer, de que no hay fricción. ¿Ve la belleza de ello? Vamos, usted no es demasiado joven, ¿verdad? De modo que son los hechos el factor final que decide la acción, no mi prejuicio.
Interlocutor: Si ambos son de igual...
Krishnamurti: Mi prejuicio y el hecho son dos cosas diferentes. Mi deseo, mi placer, mi ansia, mi anhelo, mi tendencia, son por completo diferentes del hecho de la cocina. Eso torna tan clara su mente que no hay elección entre la cocina y su paseo. El hecho ha decidido que usted vaya a la cocina, y con eso se termina la cosa. ¿Sabe?, eso requiere mucha inteligencia. Un hombre que dice: «Quiero ir a pasear e iré ‑ ¿quién es usted para reclamarme en la cocina?, usted es autoritario, es un fanfarrón», decir eso es un desperdicio de tiempo y de energía. Mucho mejor sería decir: «Váyase, por favor. Yo saldré a pasear, pídaselo a otro». Eso sería más simple, ¿no es así? Pero nosotros tememos decir eso. Usted sabe, uno ha descrito todo esto, pero las palabras no son el hecho.
Interlocutor: Me gestaría examinar eso desde un punto de vista diferente.
Krishnamurti: Prosiga.
Interlocutor: Tomemos este caso: he estado estudiando por seis o siete horas. Y entonces siento la necesidad de una pequeña interrupción para dar un paseo. Y alguien viene y me dice: Ven a la cocina a ayudarme.
Krishnamurti: ¿Qué es lo que hará?
Interlocutor: Es un hecho que interrumpí el estudio para tomar un descanso.
Krishnamurti: ¿Qué hará, entonces?
Interlocutor: Aun cuando vaya a la cocina, no prestaré completa atención a lo que haga.
Krishnamurti: Así que se pregunta cuál es el hecho ‑ aténgase a los hechos.
Interlocutor: El hecho es que estoy cansado.
Krishnamurti: Usted está cansado, eso es suficiente. «Lo siento, estoy cansado, no puedo ocuparme de la cocina». Eso es todo. Pero sea honesto, no finja estar cansado.
Así que volvamos atrás. Existe la energía física y tenemos abundancia de ella porque disponemos de buen alimento, descanso, etc. Luego está la energía psicológica que se disipa en el conflicto. Y yo me digo: «Eso es un desgaste de energía». Si bien es cierto que el conflicto psicológico crea tensión y en virtud de esa tensión se desarrolla cierto tipo de energía. Y si poseo capacidad como escritor, como orador, como pintor, utilizo esa capacidad, lo cual es un desgaste de energía psicológica.
¿Puedo, entonces, actuar psicológicamente sin que haya desgaste de energía, actuar apoyándome tan sólo en los hechos y en ninguna otra cosa? ¿Comprende lo que digo? Sólo hechos, sin ningún prejuicio emocional o psicológico ‑«debo, no debo». Entonces hay armonía entre la psique y lo físico. Entonces usted tiene una manera armoniosa de vivir. A partir de ahí uno puede descubrir si existe otra clase de energía de una cualidad por completo diferente. Pero si no hay armonía entre la psique y lo físico, armonía psicosomática, entonces su indagación en lo otro no tiene sentido.
Bien, usted ha escuchado esto. ¿Qué hará con su vida, qué hará esta mañana o esta tarde cuando surja este problema? Va a surgir, en todos los días de su vida va a surgir: entrar en la cocina, salir a caminar, construir un aeroplano, dar un paseo en coche. La escuela, permanecer en la cama, «¡Oh! ¿Debo levantarme tan temprano?»
¿Qué es lo que hará? Lo que haga depende de cómo ha escuchado. Si en verdad ha escuchado, desde ahora actuará en función de los hechos únicamente ‑ es algo maravilloso, usted no conoce la belleza de ello ‑ actuar solamente en función de los hechos. En vez de introducir en ello todo su circo emocional.
¿Encontraron ustedes alguna diferencia después de la conversación del domingo acerca de la pereza? Recuerdan que hablamos de no usar la palabra «perezoso», sino de averiguar por qué desea uno permanecer más tiempo en la cama. ¿Han investigado eso? Rosa, ¿ha investigado usted esa otra cuestión, la de que somos lastimados? Lo somos desde la infancia, por nuestras madres, por nuestros padres, nuestros vecinos, nuestros amigos ‑la gente nos lastima. ¿Puede usted, entonces, no ser lastimada nunca más? ‑lo cual no significa resistir, no significa construir un muro en torno de uno, sino que significa no tener una imagen acerca de uno mismo. ¿Tiene usted una imagen de sí misma?
¿Pueden ustedes mirar todo eso, no estar tan terriblemente atados al pelo largo o al pelo corto? Aquí estamos siempre hablando del pelo largo, del pelo corto ‑¡qué desperdicio de tiempo! ¿Saben qué significa ser flexible? ¿Han observado un río alguna vez? ¿Lo han hecho? El modo en que fluye sobre una roca, cómo se mueve, nunca atrapado en un rincón, nunca en un pequeño charco ‑moviéndose, moviéndose, moviéndose. Y si ustedes no se mantienen en movimiento a esta edad, quedarán atrapados en un pequeño charco hecho por ustedes mismos, y eso no es el río, eso es agua sucia. Una imagen no es solamente una pintura de algo: una conclusión es una imagen, una conclusión de que yo soy algo, de que debo ser algo eso es una imagen.
Ustedes saben que en el Norte de la India hay una escuela a la que voy; es exactamente igual a ésta, pero tiene trescientos acres y un río maravilloso, el Ganges. Está a las orillas del Ganges, uno ve pasar el río. El río es realmente de lo más extraordinario. Desciende pasando por la gran ciudad llamada Benarés, desciende. Uno ve a la gente lavando sus ropas, los cuerpos que son quemados y arrojados en el río, a personas que se bañan, que hacen ahí su lavadero, y a otro hombre bebiendo el agua ‑ todo esto tiene lugar en un espacio de pocas yardas. Y ese río está siempre vivo ‑y porque está vivo sus aguas no están contaminadas, no están corruptas. Varios médicos llevaron esas aguas a Suiza hace algunos años para curar males del estómago.
Cierta vez yo estaba remando en ese río y en un momento que bajé mi mano para ver cómo estaba de fría el agua, un brazo pasó cerca flotando. Porque según la tradición de la India, especialmente en los alrededores de Benarés, el cuerpo debe ser quemado a la orilla del río ‑en la India incineran los cadáveres, no los sepultan ‑eso es mucho más simple y ocupa menos espacio.
Así es que la gente pobre trae a sus parientes muertos, vienen a la orilla del río, compran madera y con un poco de madera queman el cuerpo. Pero ellos no tienen tiempo para esperar hasta que el cuerpo se consuma, ya que deben apresurarse para regresar a su aldea. Entonces el hombre que vende la madera apaga el fuego, guarda la madera, arroja el cuerpo en el río y vende la madera al próximo que llega. Y uno encuentra ese cuerpo varias millas más abajo.
Interlocutor: Señor, creo que las aguas han sido analizadas y han encontrado algunas cosas extraordinarias.
Krishnamurti: Lo sé. El río sagrado; por eso es que se le llama el río sagrado.
Interlocutor: En la reunión que nuestra escuela llevó a cabo anoche, estuvimos discutiendo acerca de las reuniones matutinas. Hay cierta falta de claridad en ello.
Krishnamurti: ¿Con respecto a qué?
Interlocutor: A las reuniones antes del desayuno.
Krishnamurti: ¿Qué hay con respecto a eso? ¿Por qué se reúnen ustedes?
Interlocutor: Para estar juntos.
Krishnamurti: Están juntos todo el día. En la escuela que visito en Benarés, ellos también se reúnen todas las mañanas. En el Valle de Rishi se reúnen todas las mañanas y lo mismo hacen ustedes aquí, ¿para qué? Ustedes están en contra de eso, ¿no es así?
Interlocutor: No.
Krishnamurti: Seamos simples. Usted está en contra de eso, ¿no?
Interlocutor: No en contra; lo que no me gusta es que otras personas me presionen...
Krishnamurti: Espere, a usted no le gusta la presión que ejerce la gente ‑ahora yo ejerzo presión sobre usted al preguntarle qué piensa al respecto. Usted puede decirme que me vaya al infierno, pero la gente está ejerciendo presión sobre usted todo el tiempo, todos lo hacen el uno sobre el otro- no diga simplemente que eso no le gusta. Su padre lo presiona, la sociedad lo presiona, los libros que usted lee lo presionan, la televisión, todo está ejerciendo presión sobre usted. Lo que usted quiere decir es: «Me gusta escoger mis presiones, escojo las que son placenteras». Eso es todo. Así es que le pregunto: ¿Le gusta reunirse en las mañanas? Venir a una escuela es una presión. Por lo tanto, ¿qué dice usted? ¿No le gusta eso? Vamos, sea honrado en estas cuestiones.
Interlocutor: A veces me gusta.
Krishnamurti: Bien, ¿por qué se reúnen ustedes en absoluto? ‑se lo pregunto a usted.
Interlocutor: De ese modo oímos diferentes ideas y nos escuchamos todos.
Krishnamurti: Eso es correcto; o sea, que usted quiere escuchar a la gente, a los otros. ¿Es ésa la razón de que se reúnan?
Interlocutor: La razón podría ser diferente para diferentes personas.
Krishnamurti: ¿Por qué se reúnen todos ustedes?
Interlocutor 1: Para estar quietos.
Interlocutor 2: Para estar juntos.
Krishnamurti: Para escuchar lo que otros dicen, para estar quietos, para estar juntos ‑ustedes han dicho tres cosas. ¿Es ésa la razón por la que se reúnen?
Interlocutor: Para formar un auditorio. (Risas)
Krishnamurti: ¿Por qué están todos sentados ahí?
Interlocutor: Usted es el que habla así que nosotros somos el auditorio componemos un auditorio para escuchar.
Krishnamurti: ¿Es ésa la razón por la que se reúnen, porque son el auditorio? Estoy preguntando, ¿por qué se reúnen aquí?
Interlocutor 1: Para discutir cosas juntos.
Interlocutor 2: Es porque durante el día no prestamos atención a todas las voces que hay a nuestro alrededor.
Krishnamurti: Ustedes dicen: queremos estar quietos por la mañana, reunirnos, prestar atención, escuchar a la gente ‑ estar juntos, investigar, tener un sentimiento de actuar en común, unidos ‑ ¿es por eso que vienen?
Interlocutor 1: A causa del hábito.
Krishnamurti: ¿Usted va por hábito?
Interlocutor: No yo no vengo aquí por hábito.
Krishnamurti: ¿Cuál es el sentido de reunirse por la mañana? ¿No es importante estar juntos por las mañanas, sentarse quietamente, escuchar a los pájaros, escuchar a la persona que lee un poema ¿leen ustedes un poema? ¡Oh! a propósito, ¿usted escribe poesía? ¿Sí? ¡Qué bien, me alegro! ¿Es buena poesía? (Risas) En las mañanas, ¿no deberían ustedes reunirse para estar quietos, sentarse juntos a escuchar lo que se lee, para que de ese modo puedan sosegarse internamente?
Interlocutor: De tal modo que todos actúen como uno.
Krishnamurti: No, no como uno ‑ dije reunirse para estar quietos.
Interlocutor: ¿No implicaría eso si lo hacemos así que estamos desunidos antes de reunirnos?
Krishnamurti: Pero es que ustedes están desunidos.
Interlocutor: ¿Pero por qué?
Krishnamurti: Porque ocurre que siempre están así. ¿Acaso están juntos todo el tiempo? Cuando se levantan a la mañana, ¿qué sucede? Se precipitan, toman su baño, se visten y todo lo demás. «¡Por Dios, sólo me quedan diez minutos!» Y se abalanzan, se precipitan.
Interlocutor: No.
Krishnamurti: ¿No? Pero usted es diferente. (Risas) Nosotros somos orientales, nos levantamos temprano, hacemos las cosas más perezosamente. Pero algunos de ustedes se levantan, se atropellan y continúan atropellándose todo el día, ¿no es cierto? ¿No? Es así exactamente, se atropellan todo el día, de clase en clase, en las comidas, en los juegos, siempre moviéndose. De ese modo no hay tiempo para darse cuenta de uno mismo, para estar quieto, para mirarse, para mirar los árboles, mirar a los pájaros, escuchar su canto, jamás un momento para estar quieto. ¿No deberían ustedes tener quietud? Estar quieto no significa tomar un periódico y mirarlo ‑sino estar absolutamente quieto. ¿No es ello necesario? ¿Es entonces un hábito esa quietud?
Interlocutor: No.
Krishnamurti: No, ustedes no se dan cuenta de su constante agitación durante el día; por lo tanto, cuando adviertan que están moviéndose continuamente, agitados, hablando, leyendo ‑ estén juntos y quietos en la mañana. ¿Saben lo que sucede cuando están quietos de ese modo?
Interlocutor: ¿Por qué juntos? Quiero decir que uno también puede estar quieto por sí mismo.
Krishnamurti: Oh, sí, yo no digo que usted no pueda estar quieto por sí mismo, pero cuando ustedes permanecen quietos estando juntos, eso da origen a una acción de grupo. ¿No es así? ¿No han notado eso? Si alguien le pidiera entonces que fuera a la cocina, usted iría.
Interlocutor: Pero fuera de Brockwood no podemos reunirnos todas las mañanas en un grupo, o sentarnos quietamente.
Krishnamurti: Yo dije estar juntos y estar quietos; entonces usted lee algo y yo escucho, entonces usted dice algo y yo escucho desde mi quietud, no desde mi agitación, ¿entiende? Escucho desde mi quietud. Entonces escucharé realmente, aprenderé el arte de escuchar por medio de esa quietud. Yo vendría a la reunión por ese motivo.
Una vez fui a un monasterio y permanecí allí durante una semana. El monasterio era dirigido por algunos amigos míos, en California. El programa era: uno se levantaba a las seis, se bañaba y todo eso. Desde las 6.30 hasta las 7.30 nos sentábamos en una sala oscura, realmente oscura; un hombre estaba encargado de leer un pasaje del Hermano Lawrence, La Nube del Desconocer, o algún libro filosófico o devocional ‑ leía por dos o tres minutos. Luego, durante esa hora completa permanecíamos sentados. Era un pequeño anfiteatro ‑ ustedes saben lo que es un anfiteatro -, gradas que descienden, y cada persona está sentada en un escalón con sus pies apoyados en el siguiente. Así, uno se sentaba por una hora en completa oscuridad y meditaba. Eso era lo que se nos exigía.
Después, desde las 7.30 a las 8 preparábamos todos juntos el desayuno, y desde las 8.30 a 8.45, lavábamos todos los platos y luego íbamos a nuestra habitación para limpiarla, hacer la cama, etc. A las 10,30 alguien daba una conferencia sobre lo que fuera, ciencia, filosofía, biología o antropología. Desde las 11.30 a la 12.30, meditación por un hora en esa sala oscura. Luego, la comida. Después uno no decía una palabra a nadie, y desde las 5.30 salíamos a caminar o hacíamos algo en el jardín o íbamos a nuestra habitación, pero sin hablar. Desde las 6.30 hasta las 7.30, meditación en la sala oscura y cena; lavado de platos. Una vez terminada la cena y hasta la mañana siguiente después de la meditación, nunca hablábamos. Ahora bien, si uno hubiera seguido con eso, ello formaría un hábito, ¿no es así?, porque sería la costumbre, la cosa que hay que hacer. Pero infortunada o afortunadamente, ese monasterio se disolvió.
Como estudiante o maestro de aquí, yo iría a una reunión matutina, porque querría sentarme quietamente por unos pocos minutos, o por media hora, no sólo para mirar o escuchar lo que otras personas estuvieran diciendo o lo que se leyera, sino también para mirarme a mí mismo. Yo quiero ver qué clase de animal soy, qué clase de persona soy, por qué hago esto y por qué hago aquello, por qué pienso esto, por qué deseo eso yo quiero conocerme a mí mismo. Porque cuando me conozca a mí mismo tengo una gran claridad, y entonces puedo pensar muy claramente, muy sencillamente, muy directamente. Yo haría eso en las reuniones matutinas ‑leer, escuchar, y también sentarme quietamente para ver lo que soy ver la belleza de lo que soy, o ver la fealdad de lo que soy, simplemente ver, observar. Y cuando saliera de ahí, habría en mis ojos el júbilo de quien ha comprendido algo.
Principios del Aprender
Primera Parte, Capítulo 6
23 de mayo de 1972
Jiddu Krishnamurti, Principios del aprender. Charlas y diálogos entre Krishnamurti, los estudiantes y en conversaciones con los padres y maestros, 1970 - 1973. Beginnings of Learning 1970 - 1973. Textos libros conversaciones filosofía principios charlas diálogos estudiantes alumnos profesores maestros padres hogar aprender afecto sentimiento otro bien energia acerca sentido manera problema mente respecto inteligencia idea cooperación. Jiddu Krishnamurti en español.