¿Qué es la recta Acción?
Pláticas en la Argentina, 1935
Buenos Aires, Primera plática, 12 de julio 1935
Amigos, la mayoría de nosotros se da cuenta de las numerosas formas de conflicto, dolor y explotación que existen a nuestro alrededor. Vemos a los seres humanos explotando a sus semejantes, los hombres explotando a las mujeres y las mujeres a los hombres; vemos la división de clases, de nacionalidades, las guerras y otras grandes crueldades. Cada uno debe haberse preguntado cuál debería ser su acción individual en toda esta caótica y estúpida condición. O bien uno es por completo inconsciente de todo esto o, siendo consciente de ello, debe haber tenido a menudo la idea de no sumarse ni someterse a las imposiciones y crueldades del mundo.
Casi todos ustedes vienen a escuchar estas pláticas con la esperanza de hallar una salida para este sufrimiento. Si están buscando tan sólo un nuevo sistema de acción o un nuevo método para superar el sufrimiento, se sentirán desilusionados. No voy a ofrecerles un nuevo sistema o patrón conforme al cual puedan moldearse, porque eso no resolvería de ningún modo las numerosas dificultades y los dolores que padecemos. El mero ajuste a un plan, sin reflexión profunda y sin comprensión, sólo conducirá a una confusión y una vacuidad mayores aún. Pero si somos capaces de discernir por nosotros mismos el modo de actuar correctamente, entonces nuestra propia inteligencia nos guiará siempre bajo todas las circunstancias. Si ustedes acuden a un experto, se convierten meramente en una de las muchas piezas que componen la maquinaria de su sistema de pensamiento. Además, entre los expertos y especialistas mismos hay muchas contradicciones y desacuerdos. Cada experto o especialista forma un partido en tomo a su propio sistema de pensamiento, y entonces estos partidos se vuelven la causa de más confusión y explotación.
Ahora bien, como dije, no estoy ofreciendo un nuevo molde en el cual puedan ustedes encajar, pero si son capaces de descubrir y comprender la causa del sufrimiento, encontrarán por sí mismos el método correcto de acción, el cual no puede ser sistematizado. Porque la vida es un movimiento ininterrumpido y, una mente incapaz de ajustarse, por fuerza tiene que sufrir.
Para comprender y discernir el significado profundo de la vida, deben abordarla con una mente flexible y apasionada. Además, la mente ha de ser crítica y perceptiva, La oposición ejercida por los prejuicios que han sido cultivados y por el trasfondo tradicional de reacciones defensivas, se vuelve un gran impedimento para la claridad de comprensión. Es decir, si ustedes son cristianos, han sido educados en cierta tradición, con prejuicios, esperanzas e ideales, y a través de ese trasfondo, de esos prejuicios, miran la vida y sus siempre cambiantes expresiones. Esto se considera a menudo como una comprensión crítica de la vida, pero sólo es la creación de más oposición defensiva.
Si se me permite sugerirlo, durante esta tarde procuren dejar de lado sus prejuicios; traten de olvidar, cada uno de ustedes, que es cristiano, comunista, socialista, anarquista o capitalista, y examinen lo que voy a decir. No descarten lo que digo, calificándolo de comunista, anarquista, o juzgando que no es nada nuevo. Para comprender la vida con la cual, al fin y al cabo, estamos relacionados, no debemos confundir teoría con realidad; las teorías y los ideales son tan sólo expresiones de esperanzas, de anhelos que ofrecen modos de escapar de la realidad. Si podemos enfrentamos a la realidad y discernir su verdadero valor, entonces descubriremos qué es lo que tiene un significado profundo y perdurable y qué es totalmente vano y destructivo.
Así que no voy a discutir ninguna teoría. Las teorías son completamente inútiles. Si, por medio del cuestionamiento, podemos discernir el significado de la realidad, comenzaremos a despertar esa inteligencia que será un principio rector constante y activo en la vida.
Ahora tenemos ciertos valores establecidos, religiosos y económicos, conforme a los cuales guiamos nuestra existencia. Tenemos que investigar si estos valores no están mutilando, corrompiendo nuestro pensamiento y nuestra acción. Al comprender a fondo lo que hemos creado en torno a nosotros y que se ha convertido en nuestra prisión, no debemos caer en otro conjunto de valores falsos y de ilusiones. Esto no quiere decir que ustedes deban aceptar mis valores o aceptar mi interpretación o pertenecer a algún grupo particular que quizá piensen que represento. No pertenezco a ninguna sociedad, a ninguna religión u organización, a ningún partido.
El hombre está casi asfixiado en la prisión de los valores falsos y no tiene conciencia de ellos. Mediante el cuestionamiento profundo y el sufrimiento, no por la mera aceptación de lo que el otro dice, llega a percibir lo que ha creado a su alrededor; si meramente aceptara las palabras de alguien, caería dentro de otra prisión, de otra jaula. Si individualmente, inteligentemente, investigaran ustedes el sistema al que cada uno ha contribuido, entonces, gracias a la comprensión nacida del sufrimiento, sabrían por sí mismos cuál es la manera correcta de actuar.
¿En qué se basan estos valores sazonados en la tradición y en las ilusiones? Si disciernen profundamente, verán que estos valores y los ideales se basan en el temor, el cual es el resultado de la búsqueda individual de seguridad. Buscando esta seguridad, hemos dividido la vida en material y espiritual, económica y religiosa. Tal división artificial es completamente falsa, porque la vida es una totalidad integrada. Nosotros hemos creado esta distinción artificial; al comprender la causa de esta separación entre lo espiritual y lo material, conoceremos la acción integrada de la vida como una totalidad. Así que, en primer lugar, comprendamos esta estructura que llamamos religión.
En cada uno de nosotros existe, en una u otra forma, un deseo de continuar, una búsqueda de seguridad espiritual a la que ustedes llaman inmortalidad. Aquél que nos ofrece o promete esta seguridad, esta continuación egoísta, esta inmortalidad personal, se convierte en nuestra autoridad, a la que debemos venerar, a la que debemos orar y seguir, De este modo, nos abandonamos poco a poco a esa autoridad, la cual, hábil y sutilmente, cultiva el temor. Para conducimos a esa inmortalidad prometida, se vuelve vitalmente necesario un sistema al que llamamos religión. A fin de sostener esta estructura artificial se requiere que haya creencias, ideales, dogmas y credos, y para interpretar, administrar y defender esta prisión que el hombre mismo ha creado, debemos tener sacerdotes. De este modo, los sacerdotes de todo el mundo se convierten en nuestros explotadores.
Buscando nuestra seguridad individual, a la que llamamos inmortalidad, comenzamos a crear múltiples ilusiones e ideales que se convierten en instrumentos de explotación sutil o grosera. Para afirmar e interpretar nuestro anhelo por la propia seguridad en el más allá y en el presente, tiene que haber mediadores, mensajeros que, a causa de nuestro temor, se vuelven nuestros explotadores. Por lo tanto, somos nosotros mismos los que, fundamentalmente, creamos a quienes nos explotan, ya sea económica o espiritualmente. Para comprender esta estructura religiosa que en todo el mundo ha llegado a ser un medio para explotar al hombre, tenemos que comprender nuestro propio deseo y los recursos de esta acción hábil y sutil.
La religión, que es una forma organizada de estupidez, se ha vuelto nuestra destructora. Se ha convertido en un instrumento de poder, de intereses creados y de explotación. Ustedes, como individuos, deben darse cuenta de esta estructura que se opone a la inteligencia, que es el resultado de nuestros propios temores, deseos, anhelos, y de nuestras búsquedas secretas.
La religión, para la mayoría de las personas, es tan sólo una reacción contra la inteligencia. Ustedes pueden no ser religiosos, pueden no creer en la inmortalidad, pero tienen deseos secretos que los impulsan a explotar, a ser crueles, a dominar, lo cual crea inevitablemente condiciones que fuerzan al hombre estimulándolo a buscar consuelo y seguridad en una ilusión. Ya sea que tengan o no inclinación religiosa, el miedo impregna a los seres humanos y a sus acciones, y tiene que crear, por fuerza, alguna clase de ilusión: la ilusión religiosa o la ilusión de poder o la vanidad intelectual de los ideales.
En todo el mundo el hombre busca esta seguridad inmortal. El temor le hace buscar consuelo en una creencia organizada que él llama religión, con sus dogmas y credos, con su boato y su superstición. Estas creencias organizadas, estas religiones, en esencia separan al hombre. Y si uno examina los ideales y moralidades de tales creencias, verá que se basan en el temor y en el egoísmo. De la creencia organizada se deriva el interés establecido, el cual se convierte sutilmente en la cruel autoridad que explota al hombre a través de su temor.
Vemos así, cómo el hombre, a causa de su propio temor, de la autoridad que él mismo ha creado, de su moralidad cerrada y egoísta, ha permitido su propia y servil limitación; ha perdido la capacidad de pensar y, por lo tanto, de vivir creativamente, con felicidad. Sus acciones, nacidas de esta sofocante limitación, por fuerza tienen que ser incompletas y siempre destructivas de la inteligencia.
El individuo, al buscar su propia seguridad, ha creado en el curso de muchos siglos un sistema basado en el espíritu adquisitivo, el temor y la explotación, y se ha vuelto un completo esclavo de este sistema de su propia hechura. El condicionamiento egoísta de la familia y su propia seguridad personal han creado un medio que obliga al individuo a volverse despiadado. Controlada por los más astutos y crueles - la minoría - ha llegado la máquina, la cual provee los medios de explotación. En todo esto se originan la absurda división de clases, de nacionalidades, y las guerras. Como los actos de cada gobierno soberano, con su nacionalidad particular, se basan en el interés creado, tienen que conducir inevitablemente a la guerra.
Así que, por un lado, tenemos la religión, y por el otro, las condiciones materiales que continuamente deforman, corrompen los pensamientos y las acciones de los hombres.
Casi todos son inconscientes tanto de la inteligencia como de la estupidez que los rodea. ¿Pero cómo puede cada uno darse cuenta de lo que es estupidez y de lo que es inteligencia, si su pensamiento y su acción se basan en el temor y en la autoridad? Por lo tanto, individualmente, tenemos que damos cuenta, estar conscientes de estas condiciones que nos limitan.
La mayoría de nosotros espera que ocurra algún milagro que genere orden a partir de este caos y este sufrimiento. Cada uno tendrá que tomar conciencia individual de ello a fin de descubrir qué es limitador y estúpido. Gracias a este discernimiento profundo, nace la inteligencia; pero es imposible comprender qué es esta inteligencia si la mente es limitada y necia. Es totalmente vano y árido tratar de captar intelectualmente el significado de la inteligencia. Al descubrir por nosotros mismos las numerosas estupideces y limitaciones y al liberamos de ellas, cada uno de nosotros realizará una vida de amor y comprensión.
A causa del temor, hemos creado ciertos obstáculos que impiden continuamente el movimiento pleno de la vida. Tomemos la estupidez del nacionalismo con todos sus absurdos, crueldades y explotaciones. ¿Cuál es la actitud que, como individuos, tienen al respecto, cómo actúan? No digan que eso no es importante, que no les interesa, que la política no les concierne; si lo examinan fundamentalmente, verán que forman parte de esta máquina de explotación. Cada uno de ustedes, como individuo, tendrá que tomar conciencia de esta estupidez y limitación.
De igual modo, tienen que darse cuenta de la limitación y estupidez que implica la autoridad en la religión. Una vez que son conscientes de eso, verán el profundo significado del dominio que tal autoridad tiene sobre ustedes. ¿Cómo pueden pensar con claridad, con plenitud, de manera completa, cuando los incuestionables valores autoritarios mutilan la mente y el corazón?
Tenemos, pues, muchas estupideces y limitaciones que, lentamente, destruyen la inteligencia, tales como las creencias, los dogmas, los ideales, el nacionalismo y la idea posesiva de la familia; somos casi inconscientes de estas cosas. Sin embargo, cada uno trata de vivir plenamente, dichosamente, trata de descubrir inteligentemente qué es Dios, qué es la verdad. Pero, ¿cómo puede una mente limitada, una mente cercada por innumerables barreras, comprender eso que es supremamente inteligente, bello? Para comprender lo supremo, la mente debe estar libre de los impedimentos e ilusiones creadas por el temor y el espíritu adquisitivo.
¿Cómo van ustedes a tomar conciencia, a darse cuenta de estos refugios, de estas ilusiones? Sólo a través del conflicto, del sufrimiento; no mediante la discusión intelectual, porque eso sería abordar sólo parcialmente esta cuestión.
Explicaré lo que entiendo por conflicto. Supongamos que se han dado cuenta de que la creencia, la religión, separa fundamentalmente al hombre del hombre impidiendo que éste viva de manera plena, profunda, y que, al no ceder a las exigencias y estupideces de la religión, comienzan a crear un conflicto vital. Entonces encontrarán que la familia, los amigos y la opinión pública están contra ustedes, lo cual les crea un gran sufrimiento. Sólo cuando sufren y no tratan de escapar del sufrimiento, cuando ven que las explicaciones son inútiles, cuando todas las vías de escape han sido cortadas, sólo entonces empiezan a discernir auténticamente, de manera fundamental y profunda, con la mente y el corazón, cuáles son las limitaciones que impiden el libre fluir de la realidad, de la vida.
Si se limitan a aceptar lo que digo y, después de mí, repiten que el nacionalismo, las creencias, las autoridades son obstáculos, entonces crearán otra autoridad y encontrarán bajo ella un refugio momentáneo e ilusorio. Si, como individuos, comprenden de verdad toda esta estructura de miedo y explotación, sólo entonces podrá haber realización creativa, un devenir eterno de la vida, inmortalidad. Pero esto requiere inteligencia, no conocimiento; exige una comprensión profunda nacida de la acción, no de la aceptación, no de seguir a una persona o un patrón particular de conducta, no del tratar de ajustamos a un sistema o a una autoridad.
Si desean comprender la belleza de la vida, con su movimiento profundo y su felicidad, entonces la mente y el corazón tiene que darse cuenta de esos valores y obstáculos que impiden la realización plena en la acción. Es la limitación, es el egoísmo lo que impide el discernimiento, lo que causa dolor y hace que no pueda haber plenitud de realización.
¿Qué es la recta Acción?
Pláticas en la Argentina, 1935
Buenos Aires, Primera plática, 12 de julio 1935
Jiddu Krishnamurti. ¿Qué es la recta Acción? Obras completas tomo 2. 1934 - 1935. The Collected Works of J.Krishnamurti Volume 2. 1934 - 1935. What is Right Action? Jiddu Krishnamurti en español.