El Arte de Escuchar
Pláticas en Adyar, Madrás, India
Segunda plática, 30 de diciembre de 1933
Como decía ayer, el pensamiento está mutilado, inutilizado, cuando se halla sujeto por la creencia; no obstante, nuestro pensar es, en su mayor parte, una reacción basada en la creencia, en una creencia en particular o en un ideal. Por lo tanto, nuestro pensar nunca es genuino, fluido, creativo. Siempre está frenado por una creencia determinada, una tradición o un ideal. Uno puede realizar la verdad, esa comprensión perdurable, sólo cuando el pensar está continuamente en movimiento, no sujeto por el pasado o por el futuro. Esto es tan simple que a menudo no lo percibimos. Un gran científico no tiene un objetivo en su investigación; si estuviera meramente buscando un resultado, dejaría de ser un gran científico. Así tiene que ser con nuestro pensar. Pero nuestro pensar está mutilado, atado, obstruido por una creencia, un dogma, un ideal; en consecuencia, no hay un pensar creativo.
¿En qué se basa nuestra creencia? ¿En qué se funda la mayoría de nuestros ideales? Sí lo consideran, encontrarán que, o bien la creencia tiene como motivo la idea de una ganancia, de una recompensa, o sirve como un incentivo, una guía, un patrón de conducta. Ustedes dicen: “Perseguiré la virtud, actuaré de este modo o del otro a fin de obtener la felicidad; averiguaré qué es la verdad a fin de superar la confusión, la desdicha; serviré a fin de lograr las bendiciones del cielo”. Pero esta actitud respecto de la acción como un medio para futuras adquisiciones, está mutilando constantemente nuestro pensamiento.
O, por otra parte, la creencia se basa en las consecuencias del pasado. O bien tenemos principios externos que nos han sido impuestos, o hemos desarrollado ideales internos conforme a los cuales vivimos. Los principios externos son impuestos por la sociedad, por la tradición, por la autoridad, todo lo cual se basa en el miedo. Éstos son los principios que usamos constantemente como nuestra norma: “¿Qué pensará mi vecino?” “¿Qué sostiene la opinión pública?” “¿Qué dicen los libros sagrados o los maestros?” O desarrollamos una ley interna, la cual es nada más que una reacción a lo externo; o sea, desarrollamos una creencia interna, un principio interno, basados en el recuerdo de la experiencia, en la reacción, para que nos guíen en el movimiento de la vida.
Por lo tanto, la creencia pertenece ya sea al pasado o al futuro. Es decir, cuando hay un anhelo, el deseo crea el futuro; pero cuando uno se guía en el presente conforme a una experiencia que ha tenido, ese patrón es el pasado, ya es algo muerto. Así, desarrollamos la resistencia contra el presente, y a eso lo llamamos voluntad. Ahora bien, para mí la voluntad existe - sólo cuando hay falta de comprensión. ¿Para qué necesitamos voluntad? Cuando vivo una experiencia y la comprendo, no tengo que combatirla, no tengo que resistirla. Cuando comprendo una experiencia completamente, ya no hay espíritu de imitación, de amoldamiento, o el deseo de resistir la experiencia. La comprendo completamente y, en consecuencia, me libero de la carga que implica. Ustedes tendrán que reflexionar sobre lo que estoy diciendo; mis palabras no son tan confusas como pueden sonar.
La creencia se basa en la idea de adquirir y en el deseo de obtener resultados mediante la acción. Ustedes buscan la ganancia; han sido moldeados por conjuntos de creencias que se basan en el concepto de ganancia, en la búsqueda de recompensa, y la acción que desarrollan es el resultado de esa búsqueda. Si estuvieran en el movimiento mismo del pensar, no buscando un objetivo, una meta, una recompensa, entonces habría resultados pero no se interesarían en ellos. Como he dicho, un científico que busca resultados no es un verdadero científico; y un verdadero científico cuya búsqueda es profunda, no se interesa en los resultados que obtiene, aun cuando estos resultados puedan ser útiles al mundo. Por lo tanto, interésense en el movimiento de la acción misma; en eso se encuentra el éxtasis de la verdad. Pero deben darse cuenta de que sus pensamientos están atados por la creencia, de que actúan meramente conforme a ciertos conjuntos de creencias, de que la acción de ustedes está mutilada por la tradición. En esta libertad de la percepción alerta, hay integridad de acción.
Supongamos, por ejemplo, que soy un maestro en una escuela. Si trato de moldear la inteligencia de los alumnos en el sentido de una acción determinada, entonces eso ya no es inteligencia. Es cosa del propio alumno el modo como empleará su inteligencia. Si es inteligente actuará de la manera apropiada porque no estará actuando por motivos de ganancia, de recompensa, de tentación, de poder.
Para comprender este movimiento del pensar, esta integridad de la acción - la cual nunca puede ser estática, como ocurre con una norma, un ideal -, la mente debe estar libre de la creencia, porque la acción que busca recompensa no puede comprender su propia integridad, su propia plenitud de realización. No obstante, la mayoría de nuestras acciones se basa en la creencia. Ustedes creen en la guía de un Maestro, creen en un ideal, en dogmas religiosos, en las tradiciones establecidas de la sociedad. Pero con ese trasfondo de creencias jamás comprenderán, jamás podrán ahondar en la experiencia que afrontan, porque la creencia les impide vivir la experiencia plenamente, con la totalidad del ser. Sólo cuando ya no se encuentren amarrados por la creencia, conocerán la plenitud e integridad de la acción. Ahora son inconscientes de esta carga que está corrompiendo a la mente. Perciban esta carga plenamente, en la acción misma, y sólo esa percepción directa liberará a la mente, la liberará de todas las perversiones.
Ahora contestaré algunas de las preguntas que se me han formulado.
Pregunta: Por sanción de las Escrituras y el acuerdo de muchos maestros, la duda ha sido considerada en el curso de los tiempos como un impedimento que debe ser destruido antes de que la verdad pueda asomarse en el alma. Usted, por el contrario, parece considerar a la duda bajo una luz muy diferente. Incluso la ha llamado un ungüento precioso. ¿Cuál de estos dos puntos de vista contradictorios es el correcto?
Krishnamurti: Dejemos a las Escrituras fuera de esta discusión, porque cuando uno empieza a citar las Escrituras en apoyo de sus opiniones, ¡tenga la seguridad de que el Demonio también puede encontrar en las Escrituras textos que apoyen el punto de vista totalmente contrario! En los Upanishads, en los Vedas, estoy seguro de que puede encontrarse lo opuesto de lo que usted dice que enseñan las Escrituras: estoy seguro de que pueden encontrarse textos que dicen que uno debe dudar. Así que no nos citemos mutuamente las Escrituras; es como arrojarnos ladrillos a la cabeza el uno al otro.
Como he dicho, nuestras acciones se basan en creencias, ideales, que hemos heredado o adquirido. Carecen de realidad. Ninguna creencia es jamás una realidad viviente. Para el hombre que está realmente vivo, las creencias son innecesarias.
Ahora bien, puesto que la mente se halla mutilada por muchas creencias, muchos principios, muchas tradiciones, por valores falsos e ilusiones, tenernos que empezar a cuestionar eso, a dudar de ello. Ustedes no son niños. No pueden aceptar cualquier cosa que se les ofrece o se les obliga a aceptar. Tienen que empezar a cuestionar el fundamento mismo de la autoridad, porque ése es el principio del genuino espíritu crítico; tienen que cuestionar como para descubrir por sí mismos el verdadero significado de los valores tradicionales. Sólo esta duda, nacida del intenso conflicto, liberará a la mente y les dará el éxtasis de la libertad, un éxtasis exento de toda ilusión.
Lo primero es, entonces, dudar, no alimentar nuestras creencias. Pero el deleite de los explotadores es instarles a que no duden, a que consideren a la duda como un impedimento. ¿Por qué debería uno tener miedo de dudar? Si Ustedes se sienten satisfechos con las cosas como están, entonces continúen viviendo como lo hacen. Digamos que están satisfechos con sus ceremonias; pueden haber rechazado las viejas y aceptado las nuevas, pero ambas vienen a ser finalmente lo mismo. Si están satisfechos con ellas, lo que yo digo no los perturbará en su estancada tranquilidad. Pero no estamos aquí para que se nos pongan límites, trabas; estamos aquí para vivir inteligentemente y, si ustedes desean vivir así, lo primero que deben hacer es cuestionar.
Ahora bien, nuestra así llamada educación, destruye despiadadamente la inteligencia creativa. La educación religiosa, que sostiene autoritariamente ante ustedes la idea del temor en diversas formas, los insta a que se abstengan de cuestionar, de dudar. Puede que hayan descartado la vieja religión de Mylapore, pero han adoptado una nueva religión que contiene muchos “debes” y “no debes”. La sociedad, mediante la fuerza de la opinión pública que es poderosa, vital, también les impide dudar; y ustedes dicen que si se pusieran contra la opinión pública, ésta los aplastaría. Así, en todas partes, la duda es desalentada, destruida, desechada. No obstante, uno puede encontrar la verdad sólo cuando empieza a cuestionar, a poner en duda los valores con los cuales la sociedad y la religión, antigua y moderna, nos han acorralado.
Así que no comparen lo que yo digo con lo que dicen las Escrituras; de ese modo jamás comprenderemos. La comparación no conduce a la comprensión. Sólo cuando consideramos una idea por sí misma y la examinamos profundamente, no de manera comparativa o relativa, sino con el propósito de descubrir su valor intrínseco, sólo entonces comprendemos.
Tomemos un ejemplo. Ustedes saben que es costumbre aquí casarse muy jóvenes, y eso se ha vuelto casi sagrado. Y bien, ¿no deben ustedes cuestionar esa costumbre? Cuestionarían esta costumbre tradicional si amaran realmente a sus hijos. Pero la opinión pública está tan fuertemente a favor del matrimonio temprano, que no se atreven a ir contra ella y así jamás investigan honestamente esta superstición.
Además, ustedes han descartado ciertas ceremonias y han adoptado otras nuevas. Entonces, ¿por qué han abandonado las ceremonias viejas? Las han abandonado porque no los satisfacían, y han adoptado las ceremonias nuevas porque son más prometedoras más atractivas, ofrecen una esperanza mayor. Nunca han dicho: “Voy a descubrir el valor intrínseco de las ceremonias, ya sean hindúes, cristianas o de cualquier otro credo”. Para descubrir su valor intrínseco, deben desechar las esperanzas, los atractivos que ofrecen, y examinar críticamente toda la cuestión. No puede existir esta actitud de aceptación. Uno acepta sólo cuando desea ganar, cuando está buscando consuelo, refugio, seguridad y, en esa búsqueda de seguridad, de consuelo, hace de la duda un impedimento, una ilusión que debe ser desterrada y destruida.
Una persona que quiera vivir auténticamente y comprender la vida de manera completa, debe conocer la duda. No decir: “¿Se terminará alguna vez la duda?” La duda existirá en tanto uno sufra, en tanto no haya descubierto los valores genuinos. Para comprender los valores genuinos debemos comenzar a dudar, a ser críticos respecto de la autoridad, de las tradiciones en la que nuestra mente ha sido educada. Pero esto no significa que nuestra actitud tenga que ser de oposición no inteligente. Para mí, la duda es un ungüento precioso. Cura las heridas del que sufre. Tiene una influencia benigna. La comprensión adviene sólo cuando dudamos no con el propósito de una ulterior adquisición o sustitución, sino para comprender. Donde existe el deseo de ganancia, ya no hay más dudas. Donde existe el deseo de ganancia hay aceptación de la autoridad, ya sea la autoridad de uno, de cinco o de un millón. Tal autoridad alienta la aceptación y califica a la duda de impedimento. A causa de que están continuamente buscando consuelo, seguridad, encuentran ustedes explotadores que les aseguran que la duda es un obstáculo, una cosa que debe ser desterrada.
Pregunta: Usted dice que uno no puede trabajar por el nacionalismo y, al mismo tiempo, por la hermandad. ¿Quiere sugerir que: 1) nosotros, que somos una nación sojuzgada y creemos firmemente en la hermandad, debemos dejar de luchar por gobernarnos a nosotros mismos, o que: 2) en tanto estemos intentando librarnos del yugo extranjero, debemos dejar de trabajar por la hermandad’?
Krishnamurti: No consideremos esta cuestión desde el punto de vista de una nación explotadora. Cuando nos llamamos a nosotros mismos una nación sojuzgada, estamos creando un explotador. No consideremos la cuestión de este modo, por el momento. Para mí, el punto no es la solución de un problema inmediato, porque si comprendemos plenamente el propósito fundamental para el que estamos trabajando, entonces, al trabajar para ese propósito, resolvemos sin gran dificultad el problema inmediato.
Ahora, por favor, sigan lo que voy a decir; puede que sea nuevo para ustedes, pero no lo rechacen por esa razón. Sé que la mayoría de ustedes son nacionalistas y, al mismo tiempo, se supone que abogan por la hermandad. Sé que están tratando de mantener simultáneamente el espíritu del nacionalismo y el espíritu de hermandad. Pero, por favor, pongan de lado por el momento la actitud nacionalista y consideren la cuestión desde un punto de vista diferente.
La solución final para los problemas de la falta de empleo y del hambre es la unidad humana, la unidad del mundo. Ustedes dicen que hay millones de personas que sufren y mueren de hambre en la India, y que si pudieran librarse del dominio inglés encontrarían maneras y medios para satisfacer al pueblo hambriento. Pero yo les digo que no aborden el problema desde este punto de vista. No consideren los sufrimientos inmediatos de la India, sino toda la cuestión del hambre de millones en el mundo. Millones de chinos mueren por falta de alimentos. ¿Por qué no piensan en ellos? “No, no”, dicen, “mi primer deber es con mi propia casa”. Eso es también lo que dicen los chinos: “Mi primer deber es con mi casa”. Es lo que proclaman los ingleses, los alemanes, los italianos, es lo que sostienen todos los nacionalistas. Pero yo digo: No consideren el problema desde este punto de vista - no lo llamaré un punto de vista estrecho ni un punto de vista amplio. Digo que consideren toda la causa del hambre en el mundo, no por qué carece de alimento suficiente un pueblo en particular.
¿Qué es lo que da origen al hambre? La falta de un plan organizado para toda la humanidad. ¿No es así? Hay alimento suficiente. Existen algunos métodos excelentes que pueden ser utilizados para la distribución de ropas y alimentos y para que el hombre no carezca de empleos. Hay bastante de todas las cosas. ¿Qué es, entonces, lo que impide que la humanidad haga un uso inteligente de todas estas cosas? Las diferencias de clase, las diferencias nacionales, las diferencias religiosas y sectarias, todo eso impide la cooperación inteligente. En el fondo, cada uno de ustedes se esfuerza por ganar, está gobernado por el instinto de posesión. Por eso acumulan despiadadamente, legan sus posesiones a sus familias; y esto se ha vuelto un veneno para el mundo.
En tanto exista este espíritu, ningún sistema inteligente podrá trabajar a satisfacción, porque no hay suficientes personas con inteligencia para utilizarlo prudentemente. Cuando ustedes hablan de nacionalismo, quieren decir: “Mi país, mi familia y yo primero”. Por medio del nacionalismo jamás podrán llegar a la unidad humana, a la unidad del mundo. El absurdo y la crueldad del nacionalismo están más allá de toda duda, pero los explotadores usan el nacionalismo para sus propios fines.
Aquéllos de ustedes que hablan de hermandad, en el fondo son, por lo general, nacionalistas. ¿Qué es lo que la hermandad significa, una idea o una realidad? ¿Cómo pueden ustedes tener realmente en sus corazones el sentimiento de un amor fraternal, cuando sostienen cierto conjunto de creencias dogmáticas, cuando tienen discriminaciones religiosas? Y eso es lo que están haciendo en sus diversas sociedades, en sus distintos grupos. ¿Están actuando de acuerdo con el espíritu de hermandad cuando existen estas discriminaciones? ¿Cómo pueden conocer ese espíritu, cuando están condicionados por las diferencias de clase? ¿Cómo puede haber unidad o hermandad cuando cada uno piensa sólo desde el punto de vista de su familia, de su nacionalidad, de su dios?
Mientras estén tratando de resolver meramente el problema inmediato - aquí, el problema del hambre en la India -, estarán enfrentados con dificultades insuperables. No hay proceso ni sistema ni revolución que puedan cambiar en el acto ese estado de cosas. Librarse del dominio inglés inmediatamente, o sustituir una burocracia blanca por una burocracia morena, no alimentará a los millones que mueren de hambre en la India. El hambre existirá en tanto haya explotación. Y ustedes, individualmente, con su anhelo de poder que crea las discriminaciones, con su deseo de seguridad personal tanto espiritual como física, están involucrados en esta explotación. Yo digo que, mientras el espíritu de explotación exista, siempre habrá hambre en el mundo.
O, lo que puede ocurrir es esto: Tal, vez sean ustedes despiadadamente empujados a aceptar otro conjunto de ideas, a adoptar un nuevo orden social, les guste o no. Hoy en día es costumbre - que se reconoce como legítima - explotar, poseer y aumentar las posesiones, guardar, acumular, atesorar, heredar. Cuanto más tiene uno, mayor es su poder de explotación. En reconocimiento por sus posesiones, por su poder, el gobierno lo honra, le confiere títulos y monopolios, lo llama “Sir”, etc. Esto es lo que ocurre en la existencia material de ustedes, y en su así llamada vida espiritual existe exactamente la misma condición. Adquieren honores espirituales, títulos espirituales; ingresan en las distinciones espirituales de discípulos, Maestros, gurús. Existe la misma lucha por el poder, el mismo afán posesivo, la misma espantosa crueldad de la explotación mediante los sistemas religiosos y sus explotadores, los sacerdotes. Y esto se considera espiritual, moral. Ustedes son esclavos del sistema que existe en la actualidad.
Ahora está surgiendo otro sistema, llamado comunista. Este sistema está haciendo inevitablemente su aparición porque aquéllos que poseen son tan inhumanos, tan despiadados en su explotación, que los que sienten lo cruel y horrible de esa explotación, tienen que encontrar algún modo de resistencia. Así, comienzan a despertar, a rebelarse y, a causa de que ustedes son tan inhumanos, los arrastrarán a ese sistema de pensamiento. (Risas).
No, no se rían. Ustedes no se dan cuenta de la espantosa crueldad generada por sus mezquinos sistemas de posesión. Un nuevo sistema está llegando y, les guste o no, serán despojados de sus posesiones y conducidos como ovejas hacia la no posesión, tal como ahora se los conduce hacia la posesión. En ese sistema, el honor es para aquéllos que son no posesivos. Ustedes serán los esclavos de ese nuevo sistema, tal como son esclavos del viejo. Uno de ellos los obliga a poseer, el otro a no poseer. Tal vez el nuevo sistema beneficiará a las multitudes, a las masas populares, pero si a ustedes se los obliga, individualmente, a aceptarlo, entonces llega a su fin el pensamiento creativo. Digo, pues, que actúen voluntariamente, comprensivamente. Estén libres tanto de la posesión como de su opuesto, la no posesión.
Pero ustedes han perdido por completo el significado del verdadero sentir. Por eso están luchando por el nacionalismo; sin embargo, no les interesan las numerosas implicaciones del nacionalismo. Cuando están ocupados con las diferencias de clase, cuando luchan por conservar lo que tienen, de hecho son explotados individual y colectivamente, y esta explotación conducirá inevitablemente a la guerra. ¿Acaso eso no es hoy llamativamente obvio en Europa? Cada nación continúa amontonando armamentos y, no obstante, habla de paz y asiste a las conferencias de desarme.
Ustedes están haciendo exactamente lo mismo de una manera diferente. Hablan acerca de la hermandad y, no obstante, se aferran a las diferencias de casta, los dividen los prejuicios religiosos, y las costumbres sociales se han convertido en crueles barreras. La unidad del hombre es siempre destruida por sus creencias, sus ideales y prejuicios. ¿Cómo pueden hablar de hermandad cuando no la sienten en sus corazones, cuando sus acciones se oponen a la unidad del hombre, cuando están persiguiendo constantemente la propia expansión y glorificación personal? Si no estuvieran persiguiendo sus propios objetivos egoístas, ¿creen que pertenecerían a organizaciones que les prometen recompensas espirituales y temporales? Eso es lo que sus religiones, sus grupos selectos, sus gobiernos están haciendo, y ustedes pertenecen a unos y a otros para su propia expansión y glorificación personal.
Si enfocan con inteligencia toda esta cuestión del nacionalismo, si le dedican real reflexión y, por lo tanto, actúan correctamente al respecto, podrán crear una unidad mundial que será la única solución para el problema inmediato del hambre. Pero es difícil que piensen en estos términos, porque durante años han sido adiestrados para pensar conforme a la rutina nacionalista. Sus historias, sus revistas, sus periódicos acentúan todos el nacionalismo. Están adiestrados por sus explotadores políticos para no escuchar a alguien que llama al nacionalismo una enfermedad, que dice que no es un medio que conduzca a la unidad mundial. Pero ustedes no deben separar el medio del fin; el fin está directamente relacionado con el medio, no es distinto de él. El fin es la unidad mundial, un plan organizado para la totalidad de los seres humanos, aunque esto no significa un igualamiento de la individualidad. Sin embargo, tendrá lugar un igualamiento mecánico y carente de vida, si no actúan voluntariamente, con inteligencia.
Me pregunto cuántos de ustedes sienten la urgencia, la necesidad de estas cosas. El fin es la unidad humana, de la cual hablan tanto, pero sólo hablan sin desear una acción inteligente; no sienten eso y sus acciones niegan sus palabras. El fin es la unidad humana, una planificación organizada para el hombre como totalidad, no para su condicionamiento. El propósito no es obligar al hombre a que piense en ninguna dirección particular, sino ayudarlo a ser inteligente de modo que pueda actuar con plenitud, con creatividad. Pero tiene que haber una planificación organizada para el bienestar del hombre, y eso podrá producirse sólo cuando el nacionalismo y las diferencias de clase con su explotación, ya no existan más.
Señores, ¿cuántos de ustedes sienten la gran necesidad de una acción semejante? Soy bien consciente de su actitud: “Millones mueren de hambre en la India”, dicen, ¿no es importante abordar de inmediato ese problema?” Pero, ¿qué es lo que ustedes hacen incluso con respecto a eso? Hablan acerca de hacer algo, pero lo que en realidad hacen es argüir y debatir cómo se organizarán sus planes, qué sistemas se adoptarán y quién será el líder que los dirija. Eso está en sus corazones. No se interesan realmente en los millones que mueren de hambre en todo el mundo. Por eso hablan de nacionalismo. Si trataran el problema como una totalidad, si realmente sintieran a la humanidad en su conjunto, entonces verían la inmensa necesidad de una acción completa, la cual sólo podrá tener lugar cuando dejen de hablar en términos de nacionalidades, de clases, de religiones.
Pregunta: ¿Está usted todavía categóricamente inclinado a negar que es el genuino producto de la cultura teosófica?
Krishnamurti: ¿Qué entiende usted por cultura teosófica? Vea cómo esta cuestión se relaciona con la anterior del nacionalismo. Usted pregunta: “¿Acaso no lo han educado nuestra sociedad, nuestra religión, nuestro país?” Y a esto sigue la otra pregunta: “¿Por qué es usted ingrato con nosotros?”
La inteligencia no es el producto de ninguna sociedad, aunque sé que las sociedades y los grupos gustan de explotarla. Si yo estuviera de acuerdo con que soy “el genuino producto de la cultura teosófica” - cualquier cosa que eso pueda significar -, ustedes dirían: “¡Vean qué hombre maravilloso es! Nosotros lo hemos producido; así que nos sigue a nosotros y a nuestras ideas”. (Risas). Sé que estoy exponiendo esto crudamente, pero así es como piensan muchos de ustedes. No se rían. Se ríen con demasiada facilidad, se ríen superficialmente, mostrando que no sienten de una manera vital. Quiero que consideren por qué me formulan esta pregunta, no si soy o no soy el resultado de la cultura teosófica.
La cultura es universal. La verdadera cultura es infinita; no pertenece a ninguna sociedad, a ninguna nación, a ninguna religión. Un verdadero artista no es, como tal, hindú ni cristiano, americano o inglés, porque un artista condicionado por la tradición o por el nacionalismo, no es un verdadero artista. Así que no discutamos si soy el resultado de la cultura teosófica o si no lo soy. Consideremos por qué formulan esta pregunta. Eso es más importante.
A causa de que ustedes se aferran a sus creencias particulares, dicen que su camino es el único camino, que es mejor que todos los otros caminos. Pero yo digo que no hay camino que conduzca hacia la verdad. Sólo cuando estemos libres de esta idea de los senderos, que no son sino ilusiones temperamentales, comenzaremos a pensar de manera inteligente y creativa.
Ahora bien, yo no ataco a la sociedad de ustedes. Han sido bastante amables al invitarme a hablar aquí, y no estoy abusando de esa amabilidad. La sociedad de ustedes es como miles de otras sociedades en todo el mundo, cada una sosteniendo sus propias creencias, cada una pensando: “El nuestro es el mejor camino; nuestra creencia es verdadera y las otras creencias están equivocadas”. En tiempos antiguos, a las personas cuyas creencias diferían de la ortodoxia aceptada, se las quemaba o torturaba. Hoy nos hemos vuelto lo que llamamos tolerantes, o sea, nos hemos intelectualizado. Eso es lo que viene a ser la tolerancia.
Ustedes me formulan esta pregunta porque quieren convencerse a sí mismos de que su cultura, su creencia son las mejores; desean atraer a otros hacia esa creencia, hacia esa cultura. Hoy Alemania sostiene que habrá un país compuesto sólo de gente nórdica, que no habrá más que una cultura. Ustedes dicen exactamente lo mismo, de una manera diferente. Dicen: “Nuestras creencias resolverán los problemas del mundo”. Y eso es lo que dicen los budistas y los mahometanos, es lo que dicen los católicos romanos y otros: “Nuestras creencias son las mejores; nuestra institución es la más preciosa”. Cada secta y cada grupo creen en su propia superioridad, y de tales creencias surgen los cismas, las disputas y guerras religiosas sobre cosas que no importan un comino.
Para un hombre que vive de manera plena, completa, para un hombre verdaderamente culto, las creencias son innecesarias. Él es creativo. Es auténticamente creativo, y esa creatividad no es el resultado de una reacción a alguna creencia. El hombre culto de verdad es inteligente. En él no hay separación alguna entre su pensamiento y su emoción; por lo tanto, sus acciones son completas, armoniosas. La verdadera cultura no es nacionalista ni pertenece a grupo alguno. Cuando comprendan esto, existirá el verdadero espíritu de hermandad; nadie pensará en términos de catolicismo romano o de protestantismo, en términos de hinduismo o de teosofía. Pero ustedes están tan conscientes de sus posesiones y de su lucha por adquirir más y más, que dan origen a las discriminaciones, y de éstas surgen el explotador y el explotado.
Algunos de ustedes, lo sé, han cerrado sus mentes contra lo que estoy diciendo y lo que voy a decir. Es obvio por sus rostros.
Comentario: Dudamos de usted, eso es todo.
Krishnamurti: Es perfectamente correcto que duden de mí. Me alegra si dudan. Pero ustedes no dudan. Si de verdad dudaran, ¿cómo pueden formularme una pregunta como ésta, si soy o no soy el resultado de la cultura teosófica? El pensamiento no es para que se lo condicione, para que se lo moldee; no obstante, sé que es esto lo que está ocurriendo. Pero, por cierto, ustedes no pueden aceptar las cosas como son. Aceptan sólo cuando se sienten satisfechos, contentos. No aceptan cuando están sufriendo. Cuando sufren empiezan a cuestionar. En consecuencia, ¿por qué no deberían dudar? ¿No los he invitado desde el principio a examinar las cosas, a poner en tela de juicio todo lo que digo, de modo que puedan llegar a ser seres humanos inteligentes, afectuosos? ¿Han llegado a esa inteligente comprensión de la vida? Les pido que cuestionen, que duden, no sólo de lo que estoy diciendo, sino también de los valores pasados y de aquéllos en que están atrapados actualmente.
La duda produce una comprensión perdurable; la duda no es un fin en sí misma. Lo verdadero se revela sólo a través de la duda, cuestionando las numerosas ilusiones, los valores tradicionales, los ideales. ¿Están haciendo eso? Si saben que esto es lo que están haciendo sinceramente, entonces también conocerán el significado perdurable de la duda. El corazón y la mente, ¿se están liberando del afán posesivo? Si ustedes estuvieran verdaderamente despiertos a la sabiduría de la duda, el instinto de adquisición debería destruirse completamente, porque ese instinto es la causa de mucha desdicha. En él no hay amor, sino sólo caos, conflicto, dolor. Si dudan verdaderamente, percibirán la falsedad del instinto de posesión.
Si son críticos, si cuestionan, ¿por qué se aferran a las ceremonias? No comparan una ceremonia con otra a fin de decidir cuál es la mejor; antes bien, descubran si las ceremonias son útiles en absoluto. Si ustedes dicen: “Las ceremonias que practico son muy satisfactorias para mí”, entonces no tengo nada más que decir. Su afirmación demuestra meramente que no conocen la duda. Sólo se interesan en estar satisfechos. Las ceremonias separan a la gente, y cada uno de los que creen en ellas dice: “Las mías son las mejores; tienen más poder espiritual que las otras”. Esto es lo que sostienen los miembros de todas las religiones, de todas las sectas o sociedades religiosas, y sobre estas distinciones artificiales ha habido disputas durante generaciones. Estas ceremonias y otras barreras irreflexivas semejantes han separado al hombre del hombre.
¿Puedo decir algo más? Si ustedes dudan, o sea, si desean intensamente descubrir, deben soltar esas cosas a las que tan profundamente se aferran. No puede haber verdadera comprensión si conservan las que tienen. No pueden decir: “Me aferraré a este prejuicio, a esta creencia, a esta ceremonia y, al mismo tiempo, examinaré lo que usted dice”. ¿Cómo podrían hacerlo? Una actitud así no es de duda, no es de inteligente espíritu crítico. Demuestra que están buscando meramente un sustituto.
Trato de ayudarlos a que comprendan verdaderamente la plenitud de la vida. No les pido que me sigan. Si están satisfechos con su vida tal como es, entonces continúen con ella. Pero si no lo están, entonces pongan a prueba lo que digo. No lo acepten, sino empiecen por ser inteligentemente críticos. Para vivir de un modo completo, tienen que estar libres de las corrupciones, de las ilusiones en que se hallan presos. Para descubrir el profundo significado de la ceremonia, deben examinarla críticamente, objetivamente, y para hacerlo no tienen que estar seducidos por ella ni enredados en ella. Esto es obvio, por cierto. Examinen tanto la práctica como la no práctica de las ceremonias. Duden, cuestionen, reflexionen profundamente sobre esto. Cuando comiencen a despojarse del pasado, crearán dentro de ustedes un conflicto y, de ese conflicto, tiene que surgir una acción nacida de la comprensión. Ahora tienen miedo de soltar, porque ese acto de despojo traerá disturbios; de ese acto podría surgir la decisión de que las ceremonias son inútiles, lo cual iría contra sus familias, sus amigos y sus propias afirmaciones del pasado. Hay miedo detrás de todo esto, por eso sólo dudan intelectualmente. Son como el hombre que se aferra a todas sus posesiones, a sus ideas, a sus creencias, a su familia y, no obstante, habla de la no posesión. Su pensamiento no tiene nada que ver con sus actos. Su vida es hipócrita.
Por favor, no piensen que hablo con dureza, no es así. Pero tampoco voy a ponerme sentimental o emocional a fin de provocarlos a la acción. De hecho, no estoy interesado en provocarlos a la acción; lo harán ustedes mismos cuando comprendan. Lo que me interesa es mostrarles lo que está ocurriendo en el inundo. Quiero incitarlos a que vean la crueldad, la opresión espantosa, la explotación que los rodea. La religión, la política, la sociedad, los están explotando y los condicionan; ustedes están siendo forzados en una dirección particular. No son seres humanos, son meras piezas de una máquina. Sufren pacientemente, se someten a las crueldades del medio, aun cuando ustedes, individualmente, tienen las posibilidades de cambiar todo eso.
Señores, es tiempo de actuar. Pero la acción no puede tener lugar mediante el mero razonamiento y las discusiones. La acción tiene lugar sólo cuando sienten intensamente. La verdadera acción ocurre sólo cuando sus pensamientos y sentimientos se vinculan armoniosamente entre sí. Pero han divorciado sus sentimientos de sus pensamientos porque, a causa de su armonía, la acción resultante tiene que crear conflicto, y ustedes no están dispuestos a afrontarlo. Pero yo les digo que se liberen de los valores falsos de la sociedad, de las tradiciones; vivan individualmente de un modo completo. Por individualmente no quiero decir de una manera individualista. Cuando hablo de la individualidad, entiendo por ella la comprensión de los valores genuinos, la cual los libera de la maquinaria social y religiosa que los está destruyendo. Para ser auténticamente individual, la acción debe nacer de la inteligencia creativa; esto implica ausencia de temor y no estar presos en ninguna ilusión.
Ustedes pueden hacer esto. Podrán vivir de un modo completo - no sólo ustedes, sino las personas cercanas a ustedes - cuando se vuelvan creativamente inteligentes. Pero ahora están empeñados en la ganancia, buscando siempre el poder. Son impulsados por tentaciones, por creencias, por sustitutos. En este no hay felicidad, no hay inteligencia creativa, no hay verdad.
El Arte de Escuchar
Pláticas en Adyar, Madrás, India
Segunda plática, 30 de diciembre de 1933
Jiddu Krishnamurti. El Arte de Escuchar. Obras Completas Tomo 1. 1933 - 1934. The Collected Works of J.Krishnamurti Volume 1. 1933 - 1934. The Art of Listening. Jiddu Krishnamurti en español.