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Encuentro con la Vida

Tercera Parte - Reflexiones

Tiempo, Acción y Temor

Saanen, Suiza, 20 de julio de 1975

Estamos considerando juntos un asunto muy serio, que es: ¿Puede haber libertad, libertad total, con respecto a los temores psicológicos? Para investigar eso muy profundamente, uno tiene que comprender no sólo qué es el tiempo, sino qué es la acción, porque la acción engendra temor, el cual se halla almacenado como memoria, y esa memoria limita, controla y moldea la acción. De modo que si quieren librarse del temor, tienen que comprender que el temor es tiempo. Si no hubiera tiempo, no sentirían ustedes temor. Me pregunto si ven eso. Si no hubiera un mañana, solamente el hoy, el temor, como un movimiento del pensar, llegaría a su fin.

Existen tanto el tiempo cronológico como el psicológico. En esa área vivimos. En esa área del movimiento del pensar, que es tiempo, hay acción, uno actúa como cristiano, o comunista, o socialista o budista o hindú o lo que fuere, siempre dentro del movimiento del pensar como tiempo y medida. Esto está claro, creo, así que ahora podemos entrar a descubrir cuál es el origen del miedo.

Puede que, sentados aquí, ahora no tengamos miedo de nada. Pero, obviamente, en nuestra conciencia hay miedo. En el inconsciente, o en el consciente, se encuentra esta terrible cosa llamada ansiedad, pena, angustia, sufrimiento y miedo. Podemos estar psicológicamente atemorizados del mañana, de lo que podría ocurrir o de lo que podríamos no llegar a obtener. Esa relación que nos ha proporcionado un gran placer, un gran consuelo, ¿continuará, será permanente? ¿O habrá un cambio?, lo cual atemoriza a la mente, porque la mente, el cerebro, necesita estabilidad, necesita seguridad para poder funcionar. Por favor sigan esto. El cerebro creará cualquier conclusión que le dé seguridad. Puede ser una conclusión racional o irracional, una creencia tonta o una observación inteligente. El cerebro se aferrará a estas conclusiones porque actúan brindándole una completa sensación de seguridad.

Hay, pues, temores tanto conscientes como inconscientes, temores que están ocultos en los escondrijos de la propia mente y que jamás han sido explorados y descubiertos. El miedo, como el dolor, es una nube oscura que distorsiona cualquier acción. Engendra desesperación, cinismo o esperanza, todas manifestaciones irracionales. Y el miedo es el movimiento del pensar, que es tiempo y, por lo tanto, es real, no es algo imaginario.

Nuestro problema, entonces, es cómo una mente, nuestra mente, ha de sacar a la luz este miedo que se halla tan profundamente oculto. ¿Hay alguna manera de sacarlo a la luz? ¿O está siempre ahí, mostrando ocasionalmente su cabeza cuando tiene lugar una crisis o algún incidente, cuando se nos presenta un reto? ¿O puede hacerse que este miedo se manifieste en su totalidad? Hemos dicho que el análisis es un proceso de fragmentación. Cuando la mente se da cuenta de que tiene que haber una libertad total con respecto al miedo, ¿qué es lo que ha de hacer un ser humano? ¿Esperaremos una insinuación, indicios del inconsciente a través de los sueños, nos tomaremos tiempo analizándonos? Si descartamos todo eso, no en teoría sino que de hecho lo descartamos porque no tiene sentido, entonces, ¿qué es la totalidad, la estructura completa del miedo? Si la mente puede mirar y comprender la totalidad del miedo, entonces el inconsciente tiene muy poca importancia, entonces lo mayor arrastra con su fuerza a lo menor. ¿Acaso no lo ven? Aguarden un momento.

Por favor, sigan esto. El pensamiento ha creado el micrófono, pero el micrófono es independiente del pensamiento que lo ha creado, ¿no es así? La montaña no ha sido creada por el pensamiento, es independiente del pensamiento. El miedo es producido por el pensamiento. ¿Es ese pensamiento independiente del miedo? ¿Es el miedo independiente del pensamiento, aunque el miedo hubiera creado el pensamiento? Si es independiente del pensamiento, como la montaña, entonces ese miedo no fabricado por el pensamiento seguirá viviendo. Si está fabricado por el pensamiento, como el micrófono, entonces existe una percepción de todo el miedo como movimiento del pensar. ¿Esto les comunica algo?

¿Cómo percibimos la totalidad de algo? La totalidad del miedo, no los fragmentos del miedo divididos en diferentes formas, no el miedo consciente y el inconsciente, sino la totalidad del miedo. ¿Cómo percibo mi totalidad, ese “mi” construido por el pensamiento, aislado por el pensamiento, fragmentado por el pensamiento, que en sí mismo está fragmentado, de tal modo que crea el “mi”, el “yo”, y piensa que el “yo” es independiente del pensamiento? El “yo” piensa que es independiente del pensamiento, pero el pensamiento ha creado el “yo”, el “yo” con todas sus ansiedades, sus temores, vanidades, angustias, placeres, esperanzas. Ese “yo” creado por el pensamiento piensa que tiene vida propia, como el micrófono que, creado por el pensamiento, es, no obstante, independiente del pensamiento. La montaña no ha sido creada por el pensamiento y, sin embargo, es independiente. El “yo” creado por el pensamiento dice: “¡Yo soy independiente del pensamiento!”. ¿Está claro ahora?

Entonces, ¿cómo ve uno la totalidad del miedo? Para ver algo totalmente o escuchar algo completamente, tiene que haber libertad, tenemos que estar libres de prejuicios, libres de nuestras conclusiones, de nuestro deseo de liberarnos del temor; libres de la racionalización del miedo, libres del deseo de controlarlo. ¿Puede la mente liberarse de todo eso? De lo contrario, no puede ver lo total. ¿Puede uno mirar todos los temores que tiene (escuchen, por favor), puede mirarlos sin ningún movimiento del pensar, que es tiempo, que es la causa del miedo? ¿Comprenden? Tengo miedo de no llegar a ser “alguien”, porque he sido educado, condicionado por la sociedad que dice que debo ser “alguien”, como artista, ingeniero, médico, político, lo que fuere, pero tengo que ser “alguien”. Y ahí germina una de las semillas del miedo. Luego está el miedo del pensamiento a la inseguridad, y el pensamiento jamás puede estar seguro, porque en sí mismo es un fragmento. Jamás puede ver lo total porque, siendo un fragmento, sólo puede observar fragmentariamente. Uno puede describir las múltiples formas del miedo, cada una de ellas insoluble porque están fragmentadas por el pensamiento. De modo que nos preguntamos: ¿Cuál es la raíz del miedo? ¿Puedo ver no sólo todo el árbol del miedo sino también la raíz del miedo?

¿Cuál piensan ustedes que es la raíz del miedo, tanto del consciente como del inconsciente? Si se los reta, ¿cómo responden? Estamos retándolos. ¿Cómo responden ustedes? ¿Alcanzan a ver, a percibir cuál es la causa total de esta cosa llamada miedo o esperan que alguien se los diga para que después lo acepten? Y entonces dicen: “Sí, lo veo”, lo cual implica que de hecho no lo ven. Lo que ven es la descripción. ¿Es el tiempo la raíz del miedo, siendo la raíz del tiempo el movimiento del pensar? El origen del miedo, ¿es la incertidumbre y, por lo tanto, la inestabilidad, la inseguridad psicológica que afectará la acción física y, en consecuencia, afectará a la sociedad? Si psicológicamente hay completa seguridad, no hay miedo. No sé si ven esto.

¿Dónde, pues, encontrará la mente una completa seguridad, absoluta, no relativa? El pensamiento quiere estar seguro. El cerebro exige seguridad completa, porque sólo así puede funcionar racionalmente. Por eso ha buscado seguridad en el conocimiento, en la ciencia, en la relación, en la Iglesia, en las conclusiones, y no la ha encontrado en ninguna de esas cosas. ¿Dónde encontrarla, entonces? ¿Está fuera de allí? ¿En alguna otra parte? Estamos aprendiendo juntos lo inútil que es la seguridad proyectada por el pensamiento, cualquier clase de seguridad. Yo quiero aprender dónde encontrar la seguridad absoluta; si uno tiene esa seguridad, se terminó todo el problema del miedo, del miedo total, tanto el fisiológico como el psicológico.

Nuestras mentes están activas, persiguiendo un pensamiento tras otro. En su movimiento del pensar, nuestras mentes tienen resquicios entre los pensamientos, un intervalo, un intervalo de tiempo. Y el pensamiento está siempre tratando de encontrar un medio donde pueda morar, morar en el sentido de permanecer. Lo que el pensamiento crea, por ser fragmentario, es la total inseguridad. No sé si lo ven. Por lo tanto, la seguridad completa radica en ser completamente nada (nothing), lo cual quiere decir ninguna cosa (not a thing) creada por el pensamiento. Ser absolutamente nada implica una total contradicción con todo lo que ustedes han aprendido, con todo lo que ha producido el pensamiento. Implica ser ninguna cosa. Si uno es nada, tiene seguridad completa. Es sólo en el devenir, en el desear, en el anhelar, en el perseguir algo que hay inseguridad.

Viendo, pues, la naturaleza del tiempo, que es el movimiento del pensar, aparte del tiempo cronológico, viendo toda la naturaleza del miedo como movimiento del pensar ‑como lo son la realización de una idea o el vivir en el pasado, en el romántico, tonto, sentimental pasado, o vivir en el conocimiento, que también es fragmentario-, viendo todo eso, vemos que la acción es siempre fragmentaria, que jamás es completa. Acción significa actuar ahora, y eso sólo puede ocurrir cuando hay completa seguridad. (La seguridad que ha creado el pensamiento no es seguridad). Esa es una verdad absoluta. Y la verdad absoluta existe cuando lo que hay es nada, cuando uno es nada. ¿Saben lo que significa ser nada? Nada de ambición ‑lo cual no implica que uno vegete- ni competencia ni agresión ni resistencia ni barreras erigidas por las lesiones psicológicas. Uno es absolutamente nada. ¿Qué ocurre, entonces, con nuestras relaciones psicológicas cuando somos nada? ¿Comprenden? ¿Qué es, entonces, estar relacionado con otro? ¿Han pensado alguna vez en todo esto o es todo trágicamente nuevo para ustedes?

Nuestra relación nunca es estable y, por lo tanto, es una batalla perpetua, una perpetua división, cada uno aislado en pos de sus propias búsquedas, de sus propios placeres. Esa relación, siendo insegura, debe inevitablemente traer división y, por ende, conflicto, ¿de acuerdo? Cuando en esa relación hay completa seguridad, no hay conflicto. Pero pongamos por caso que usted es completamente nada y yo no. Si usted es nada psicológicamente, internamente, si está completamente seguro porque nada hay, pero yo sigo estando inseguro, peleando, riñendo, si sigo confundido, ¿qué ocurre? ¿Qué relación hay entre usted y yo? La suya no es una certidumbre creada por el pensamiento, no es la certidumbre del hombre que dice “yo creo en eso” y establece su relación en una creencia, un condicionamiento que engendra temor y, en consecuencia, división. Y eso está ocurriendo todo el tiempo, ¿entiende? Aquí es enteramente distinto. Usted ha percibido, ha comprendido, ha visto la verdad de que en esta nada hay seguridad completa. Y yo no lo he visto. ¿Qué ocurre entre usted y yo? Usted tiene afecto, amor, compasión nacida de esta tremenda, inconmovible estabilidad, y yo, que soy su amigo, su esposa, su marido, no la tengo. ¿Qué ocurre? ¿Qué hará usted conmigo? ¿Lisonjearme, hablarme, consolarme, decirme lo estúpido que soy? ¿Qué hará?

Ahora, mirémoslo de un modo distinto. Hay unos mil quinientos de nosotros en esta carpa, y algunos de ustedes, al menos así lo espero, han escuchado muy cuidadosamente, han puesto en ello atención, solicitud, afecto, y comprenden que son el mundo, tal como el mundo es cada uno de ustedes, lo comprenden no verbalmente, sino que profundamente ven la verdad de ello. Comprenden eso y ven la inmensa e inminente responsabilidad de cambiar radicalmente, la ven porque han escuchado, porque no han argumentado, no han sostenido opiniones; ven la verdad de ello. Y cuando existe esa transformación fundamental, ¿cuál es, entonces, la relación que tienen con el mundo? Es la misma pregunta, ¿entienden? ¿Qué es lo que hacen? ¿Esperan que suceda algo? Si esperan que suceda algo, nada sucederá.

Pero si ven la verdad de que cada uno de ustedes es el mundo y el mundo es cada uno de ustedes, y ven la importancia extraordinaria de una transformación básica en sí mismos, entonces afectan a toda la conciencia del mundo, es inevitable. Y si usted está completa, totalmente seguro ‑en el sentido que estamos hablando-, ¿no me afectará a mí, que estoy inseguro, desesperado, aferrándome, apegándome a esto y aquello? ¿No me afectará? Obviamente, lo hará. Pero lo importante es que usted, escuchando, vea la verdad de esto. Entonces esa verdad es suya, no es algo que le ha sido dado por alguna otra persona.

Del Boletín 26 (KF), 1975

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