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Encuentro con la Vida

Segunda Parte - Preguntas y Respuestas

Miedo y Confusión

Extracto de una discusión con jóvenes en París, abril de 1967

Krishnamurti: La confusión puede ser una de las causas principales del temor. Estando confusos y no encontrando salida, tenemos miedo. Sufriendo y siendo incapaces de terminar con el sufrimiento, decimos desesperados: “Es irremediable, es esto, es aquello”. Ahora bien, ¿existe una salida? Investiguémoslo.

Cuando decimos: “Estoy confuso”, ¿vemos eso como un hecho? ¿Entienden lo que quiero decir? ¿Me doy cuenta de que tengo hambre o es que me han dicho que tengo hambre? Las dos cosas son por completo diferentes. Entonces, ¿cuál de ellas es? ¿Me doy cuenta de que estoy confuso o en realidad sólo advierto mi confusión en relación con algo?

Interlocutor: En relación con algún estado que imaginamos.

Krishnamurti: Así es. Por lo tanto, ¿es la confusión una experiencia directa o es sólo una experiencia que obtenemos por comparación con algún estado exento de confusión? Por favor, señores, es muy importante que discutamos esto. Estoy confuso: ¿Me doy cuenta de ello como me doy cuenta de que tengo hambre, o lo advierto sólo por comparación con algo que he pensado o logrado o que he entendido con claridad? Señor, cuando usted tiene hambre, ¿lo compara con lo que siente cuando no tiene hambre? No lo hace, tiene hambre. ¿Me doy cuenta, de igual manera, de que estoy confuso? Si usted se da cuenta, entonces ello se convierte en algo vital, entonces no tiene que encontrar una respuesta.

Interlocutor: ¿Por qué, entonces, no nos damos cuenta?

Krishnamurti: Espere. Espere. Primero vea la diferencia. Cuando usted se da cuenta de que tiene hambre, actúa: mendiga, pide prestado o roba, hace algo. Pero si dice: “Bueno, puede que tenga hambre”, entonces se toma tiempo, habla al respecto, discute qué clase de alimento va a comer y así sucesivamente. Cuando se da cuenta de que tiene hambre, su acción es inmediata. Y eso es todo. Estoy confuso y me doy cuenta de que cualquier movimiento que haga, cualquier movimiento en el pensar o cualquier actividad que tenga su origen en el pensamiento, sigue siendo confusión. ¿Correcto? ¿Me doy cuenta de ese hecho? Ello implica que es el pensamiento el que crea la confusión y, por lo tanto, el miedo.

Interlocutor: Pero el problema es que apenas uno escucha eso, imagina un estado sin pensamiento.

Krishnamurti: No, señor. Vea cómo no se mueve usted de hecho en hecho; ya está muy lejos del hecho. Estoy confuso y me doy cuenta de que cualquier movimiento que haga sigue siendo producto de la confusión. Cuando comprendo eso, me detengo; no invento ni teorizo ni me desespero. Digo: “Dios mío, estoy confuso”. ¿Qué es lo que entonces ocurre, empíricamente, no como una teoría? ¿Qué ocurre cuando me doy cuenta de que estoy confuso y de que cualquier cosa que haga o piense, cualquier actividad que espere realizar, cualquier movimiento, es producto de la confusión y, por ende, agrega más confusión? Cuando me doy cuenta de que psicológicamente estoy confuso y de que cualquier movimiento que haga la psique sigue estando psicológicamente dentro del campo de la confusión, me detengo, ¿no es así? El movimiento de la psique se detiene y, por lo tanto, ya no tengo miedo, porque el miedo forma parte de la confusión.

¿Es, pues, éste el caso con cada uno de nosotros? De lo contrario, no podemos discutir esta cuestión.

Interlocutor: No lo es para mí. Yo sigo en un estado de desesperación.

Krishnamurti: Me doy cuenta de que no hay salida, de que el camino no lleva a ninguna parte, de que estoy en un atolladero. ¿Qué hago? Usted no dice: “Bien, no sé qué hacer”. No permanece con ello, le vuelve la espalda, ¿no es así?

Interlocutor: ¿Pero cómo darse cuenta?

Krishnamurti: Ésa es la cuestión: cómo darse cuenta de la total confusión del hombre, no cómo salir de ella. Entonces comienza uno a descubrir las causas de esta confusión ‑porque uno se ha detenido, no porque está buscando-. No sé si ve la diferencia. Antes, yo buscaba las causas de la confusión a fin de esclarecerlas; por lo tanto, mi manera de mirar la confusión, mi examen, era por completo diferente de ahora, cuando, al darme cuenta de que estoy confuso, puedo ver que ninguna actividad es posible. Este mirar es una observación enteramente distinta.

Interlocutor: Una observación sin motivo.

Krishnamurti: De eso se trata. Una es sin motivo, la otra es con un motivo.

Interlocutor: Desde la confusión uno ve de manera diferente porque tiene tras ello un motivo: ve lo que quiere ver, no lo que realmente es. Pero si uno no tiene un motivo, puede ver directamente lo que es.

Krishnamurti: Correcto. Por favor, miren lo que él ha dicho, vean su sentido. Él dice que si uno tiene un motivo, ese motivo distorsiona, y que cuando uno no tiene un motivo, entonces ve claramente.

Interlocutor: ¿Pero cómo podemos dejar de tener motivos?

Krishnamurti: Espere, espere. Usted no puede dejar nada, sino solamente observar. Señor, está soslayando toda la cuestión, usted es demasiado intelectual. Éste es un problema directo, no un problema intelectual.

Cualquier movimiento de mi parte es confusión, y ésa es la dificultad. Ahora me he dado cuenta de que, en tanto mire con un motivo, todo el mirar estará distorsionado. ¿Es posible, pues, mirar sin un motivo? Obviamente, es el motivo el que va a engendrar temor. Por lo tanto, en esto se halla incluida una pregunta mucho más fundamental: ¿Es posible que toda acción psicológica tenga lugar sin un motivo?

Del Boletín 22 (KF), 1974

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Jiddu Krishnamurti, Encuentro con la vida - Piezas Cortas, Preguntas y Respuestas, Pláticas. Jiddu Krishnamurti en español.

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