El Vuelo del Águila.
11. El Arte de Ver
Darse cuenta sin intervalo de tiempo. El tigre a la caza del tigre
Saanen, Suiza, 7 de agosto de 1969
Krishnamurti: Me parece que es importante comprender la naturaleza y la belleza de la observación, del ver. Mientras la mente esté distorsionada en alguna forma -por impulsos y sentimientos neuróticos, por miedo, sufrimiento, falta de salud, ambición, snobismo y la persecución del poder- no será posible que escuche, observe, vea. El arte de ver, escuchar, observar, no es cosa que pueda cultivarse, ni es una cuestión de evolución o desarrollo gradual. Cuando uno se da cuenta del peligro, hay acción inmediata, la respuesta instintiva e instantánea del cuerpo y de la memoria. Uno ha sido condicionado desde la infancia para enfrentarse al peligro de manera que la mente responda instantáneamente porque, de lo contrario, habría destrucción física. Nos preguntamos si es posible actuar en el mismo instante del ver, en el cual no existe condicionamiento alguno. ¿Puede una mente responder libre e instantáneamente a cualquier forma de distorsión y, por lo tanto, actuar? En otras palabras, la percepción, la acción y la expresión son todas una, no están divididas, fragmentadas. El ver es en sí la acción, y ésta es la expresión de ese ver. Cuando uno se da cuenta del temor, debe observarlo tan íntimamente que la observación en sí implique librarse del mismo, lo cual es acción. ¿Podríamos examinar eso esta mañana? Creo que es muy importante: quizá podríamos penetrar en lo desconocido. Pero una mente que está condicionada por sus propios temores, ambiciones, codicia, desesperación, etc., no puede penetrar en algo que requiere un ser extraordinariamente saludable, cuerdo, equilibrado y armonioso.
De manera que nuestra pregunta es si la mente -queriendo significar todo el ser- puede darse cuenta de alguna forma particular de perversión, de alguna forma particular de lucha, de violencia y, si viéndola, puede ponerle fin instantáneamente, y no de modo gradual. Esto implica no permitir que el tiempo intervenga entre la percepción y la acción. Cuando uno ve el peligro, no hay intervalo de tiempo: surge la acción instantánea.
Estamos acostumbrados a la idea de que gradualmente nos volveremos sabios, iluminados, a través del observar y practicar día tras día. A eso estamos habituados, y ése es el patrón de nuestra cultura y nuestro condicionamiento. Ahora decimos que este proceso gradual de la mente para liberarse a sí misma del miedo y de la violencia, lo que hace es estimular el miedo y seguir fortaleciendo la violencia.
¿Es posible poner fin a la violencia -no sólo externamente, sino bien hondo en las propias raíces de nuestro ser- y poner fin al sentido de agresión, a la persecución del poder? ¿Podemos ponerle fin completamente en el mismo acto de verlo sin dejar que surja el factor tiempo? ¿Podemos discutir eso esta mañana? Usualmente permitimos que el tiempo surja como el intervalo entre el ver y el actuar, el espacio entre "lo que es" y "lo que debería ser". Existe el deseo de deshacernos de lo que es para alcanzar algo o convertirnos en algo diferente. Debemos comprender ese intervalo de tiempo muy claramente. Pensamos en esos términos porque desde la niñez somos criados y educados para pensar que eventualmente, gradualmente, seremos algo. Uno puede ver que en el mundo exterior, en el campo tecnológico, el tiempo es necesario. No puedo llegar a ser un carpintero de primera clase, o un físico o matemático sin dedicar muchos años a ello. Uno puede tener la claridad -no me gusta usar la palabra "intuición"- para comprender un problema matemático cuando uno es muy joven. Y se da cuenta de que a fin de cultivar la memoria requerida para aprender una nueva técnica o un nuevo idioma, el tiempo es absolutamente necesario. No es posible que hable alemán mañana; necesito muchos meses. No sé nada sobre electrónica y quizá necesite varios años para aprenderla. Por lo tanto, no confundamos el elemento tiempo que es necesario para aprender una técnica con el peligro de permitir que el tiempo interfiera con la percepción y la acción.
Interlocutor: ¿Podríamos hablar acerca de los niños, de su crecimiento?
Krishnamurti: Un niño tiene que crecer. ¡Tiene que aprender tantas cosas! Cuando decimos "usted tiene que crecer", ésa resulta una palabra más bien humillante.
Interlocutor: Señor, dentro de nosotros tiene lugar un cambio psicológico parcial.
Krishnamurti: ¡Desde luego! Uno estuvo enojado, o uno está enojado y dice: "no debo estar enojado", y uno trabaja sobre ello gradualmente y produce un estado parcial en el cual uno está un poco menos enojado, menos irritable y más controlado.
Interlocutor: No quiero decir eso.
Krishnamurti: Entonces, ¿qué es lo que usted quiere decir, señora?
Interlocutor: Me refiero a algo que uno tiene y que ha abandonado. Puede que vuelva a haber confusión, pero no es lo mismo.
Krishnamurti: Sí, ¿pero no se trata siempre de la misma confusión, que sólo ha sido modificada un poco? Hay una continuidad modificada. Uno puede dejar de depender de alguien, pasando por el dolor de la dependencia y la pena de la soledad mientras dice: "no seguiré dependiendo". Y quizá sea capaz de renunciar a esa dependencia. Entonces uno dice que ha ocurrido cierto cambio. La siguiente dependencia no será exactamente igual a la anterior. Y vuelve a repetir lo mismo y a abandonarlo otra vez, etc. Ahora preguntamos si es posible ver la naturaleza total de la dependencia y quedar instantáneamente libre de ella -no gradualmente- en la misma forma en que uno actúa de inmediato frente al peligro. Esta es una cuestión de veras importante en la que debemos penetrar no sólo de manera verbal, sino profundamente, internamente. Observe lo que ello implica. Toda Asia cree en la reencarnación: esto es, uno vuelve a nacer en la próxima vida dependiendo de cómo haya vivido en ésta. Si ha vivido en forma brutal, agresiva, destructiva, pagará por ello en la próxima vida. No se convertirá necesariamente en un animal, pero volverá a vivir una vida más dolorosa, más destructiva, porque anteriormente no vivió una vida ejemplar. Aquellos que creen en esta idea de la reencarnación, creen únicamente en la palabra, y no en el significado profundo de esa palabra. Lo que uno hace ahora tiene enorme importancia mañana -porque mañana, que es la próxima vida, vamos a pagar por ello. De manera que la idea de ir gradualmente adquiriendo formas distintas es en esencia la misma en el Oriente que en Occidente. Existe siempre el elemento tiempo, "lo que es" y "lo que debería ser". Alcanzar lo que debería ser requiere tiempo, y el tiempo es esfuerzo, concentración, atención. Como uno no ha logrado la atención o la concentración, hay un esfuerzo constante por practicar la atención, lo cual requiere tiempo.
Tiene que haber una manera totalmente distinta de afrontar este problema. Uno tiene que comprender la percepción, incluyendo tanto el ver como la acción, pues no están separadas, no están divididas. Tenemos que inquirir igualmente en el problema de la acción, del hacer. ¿Qué es acción, el hacer?
Interlocutor: ¿Cómo puede actuar un hombre ciego, que carece de percepción?
Krishnamurti: ¿Ha tratado usted de ponerse una venda en los ojos por una semana? Nosotros lo hemos hecho como entretenimiento. Usted sabe, desarrollamos otras sensibilidades; los sentidos se agudizan. Antes de llegar uno a la pared, a la silla o al escritorio, ya sabe que la cosa está ahí. Nos referimos a estar ciegos para nosotros mismos, internamente. Estamos extremadamente alertas a las cosas externas, pero internamente estamos ciegos.
¿Qué es acción? ¿Está la acción siempre basada en una idea, en un principio, una creencia, una conclusión, una esperanza, una desesperanza? Si uno tiene una idea, un ideal, está actuando conforme a ese ideal; existe un intervalo entre el ideal y el acto. Ese intervalo es tiempo. "Seré ese ideal"; al identificarme con ese ideal, él actuará eventualmente y no habrá separación entre la acción y el ideal. ¿Qué ocurre cuando existe este ideal y la acción que intenta aproximarse al ideal? ¿Qué ocurre en ese intervalo?
Interlocutor: Una comparación incesante.
Krishnamurti: Sí, comparación y todo lo demás. ¿Qué acción tiene lugar si usted observa?
Interlocutor: Ignoramos el presente.
Krishnamurti: Luego, ¿qué más?
Interlocutor: Contradicción.
Krishnamurti Es una contradicción que conduce a la hipocresía. Estoy irritado y el ideal dice: "no estés irritado". Estoy reprimiendo, controlando, sometiéndome, aproximándome al ideal y, por lo tanto, estoy siempre en conflicto y fingiendo. El idealista es una persona que finge. En esta división, también hay conflicto, y surgen otros factores.
Interlocutor: ¿Por qué no se nos permite recordar nuestras vidas anteriores? Ello facilitaría nuestra evolución.
Krishnamurti: ¿Lo haría?
Interlocutor: Podríamos evitar errores.
Krishnamurti: ¿Qué entiende usted por vida anterior? ¿La vida de ayer, de hace veinticuatro horas?
Interlocutor: La última encarnación.
Krishnamurti: ¿La de hace cien años? ¿Cómo haría ello la vida más fácil?
Interlocutor: Comprenderíamos mejor.
Krishnamurti: Por favor, siga esto paso a paso; tendríamos con nosotros el recuerdo de lo que hicimos o de lo que no hicimos, de lo que sufrimos hace cien años, que es exactamente lo mismo que ayer. Ayer hicimos cosas que recordamos con gusto o que lamentamos porque nos causaron pena, desesperación o tristeza. Recordamos todo eso. Y tenemos el recuerdo de hace mil años, que es esencialmente lo mismo que ayer. ¿Por qué llamar a eso reencarnación, y no la encarnación de ayer, que ha nacido hoy? Usted ve, no nos gusta eso porque pensamos que somos seres extraordinarios, o que tenemos tiempo para desarrollarnos para llegar a ser, para reencarnar. Nunca hemos observado lo que reencarna, que es nuestra memoria. No hay nada sagrado o santo en ello. Su memoria de ayer renace en lo que está haciendo hoy; el ayer controla lo que está haciendo hoy. Y mil años de memorias operan a través del ayer y a través del hoy. De manera que hay una constante encarnación del pasado. No crean que ésta es una manera hábil de salir del tema mediante una explicación. Cuando uno ve la importancia de la memoria y su absoluta futilidad, nunca hablará de reencarnación.
Estamos inquiriendo qué es la acción. ¿Es la acción alguna vez libre, espontánea, inmediata? ¿O es la acción siempre prisionera del tiempo, que es pensamiento, que es memoria?
Interlocutor: Estaba observando un gato mientras cazaba un ratón. El gato no piensa: "es un ratón"; lo atrapa inmediatamente, instintivamente. Me parece que nosotros también debemos actuar espontáneamente.
Krishnamurti: Ni "debemos" ni "deberíamos". Por favor, señor, creo que nunca hay que decir "debemos" o "deberíamos" si uno comprende esencialmente el elemento tiempo. Nos preguntamos en forma no verbal, ni intelectual, sino internamente, profundamente, qué es la acción. ¿Está la acción siempre sujeta al tiempo? La acción que emana de un recuerdo, del miedo, de la desesperación, está siempre atada al pasado. ¿Existe alguna acción que sea completamente libre y, por lo tanto, libre del tiempo?
Interlocutor: Usted dice que cuando vemos una serpiente actuamos de inmediato. Pero las serpientes crecen con la acción. La vida no es tan sencilla, pues no hay únicamente una serpiente, sino dos serpientes, y el asunto llega a ser como un problema matemático. Entonces interviene el tiempo.
Krishnamurti: Dice usted que vivimos en un mundo de tigres y no nos encontramos con un tigre, sino con una docena de tigres en forma humana, que son brutales, violentos, avaros, codiciosos, cada uno persiguiendo su propia y personal satisfacción. Y a fin de vivir y actuar en ese mundo, uno necesita tiempo para matar un tigre tras otro. El tigre soy yo mismo -está en mí- hay una docena de tigres en mí. Y usted dice que para librarse de esos tigres, uno a uno, necesita tiempo. Eso es precisamente lo que estamos investigando juntos. Hemos aceptado que se requiere tiempo para matar gradualmente una tras otra, esas serpientes que están dentro de mí. El "yo" es el "tú", el tú con tus tigres, con tus serpientes- todo eso es también el "yo". Y nos preguntamos: ¿por qué matar esos animales que hay en mí, uno tras otro? Hay un millar de "yoes" dentro de mí, mil serpientes, y cuando las haya matado todas, ya estaré muerto.
Haga el favor de escuchar esto, no conteste, investigue: ¿hay alguna manera de deshacerse de todas las serpientes de una vez, y no gradualmente? ¿Puedo yo ver el peligro de todos los animales, de todas las contradicciones que hay en mí y liberarme de ellas instantáneamente? Si no puedo hacerlo, entonces no hay esperanza para mí. Puedo fingir toda clase de cosas, pero si no puedo eliminar instantáneamente todo eso que hay en mí, soy un esclavo para siempre, no importa que renazca en una próxima vida o en diez mil vidas más. Así, pues, tengo que descubrir una manera de actuar, de mirar, que ponga fin en el instante de percepción, al dragón, al mono particular que hay en mí.
Interlocutor: ¡Hágalo!
Krishnamurti: No, señora, por favor, ésta es realmente una cuestión extraordinaria que no podemos despachar diciendo "haga esto" o "no haga aquello". Esto requiere una indagación tremenda; no me diga que usted lo ha logrado, o que uno debe hacer esto o aquello, pues eso no me interesa; quiero descubrir.
Interlocutor: ¡Si sólo pudiese verlo!
Krishnamurti: Por favor, no diga "si..."
Interlocutor: Si percibo algo, ¿debo expresarlo en palabras o sólo dejarlo que permanezca dentro de mí?
Krishnamurti: ¿Por qué traduce usted en sus propias palabras aquello que ha sido expresado en un lenguaje muy simple? ¿Por qué no puede ver lo que se está haciendo? Tenemos muchos animales dentro de nosotros, muchos peligros. ¿Puedo librarme de todos ellos mediante una sola percepción, viendo inmediatamente? Tal vez usted lo haya hecho, señora, no estoy cuestionando si lo ha hecho o no, eso sería atrevimiento de parte mía. Pero estoy preguntando: ¿es ello posible?
Interlocutor: La acción consta de dos partes. La parte interna, la de decisión, ocurre inmediatamente. La acción hacia el mundo externo requiere tiempo. Tender un puente entre estos dos aspectos de la acción requiere tiempo. Es una cuestión de lenguaje, de comunicación.
Krishnamurti: Comprendo, señor. Hay la acción externa que requiere tiempo, y hay la acción interna que es percepción y acción. ¿Cómo puede uno tender un puente entre esta acción interna, con su percepción, decisión y acción inmediata, y la otra acción que requiere tiempo? ¿Es clara la pregunta?
Si se me permite señalar, no creo que eso requiera un puente. No hay nada que tienda un puente entre las dos acciones o que las conecte. Le voy a demostrar lo que quiero decir. Me doy cuenta muy claramente de que el ir de aquí hasta allá toma tiempo, de que para aprender un idioma se necesita tiempo, de que hace falta tiempo para realizar algo físicamente. Pero, ¿es necesario el tiempo en lo interno? Si puedo comprender la naturaleza del tiempo, entonces me encararé correctamente con el elemento tiempo en el mundo exterior, y no lo dejaré inmiscuirse con el estado interno. De manera que no comienzo con lo externo porque me doy cuenta de que lo externo requiere tiempo. Pero me pregunto si en la percepción, decisión y acción internas existe el tiempo en absoluto. Por lo tanto, pregunto: ¿es necesaria del todo la decisión? -aún siendo la decisión una parte instantánea de tiempo, un segundo, un punto. El "yo decido" significa que hay un elemento de tiempo; la decisión está basada en la voluntad y el deseo, y todo eso implica tiempo. Me pregunto, por lo tanto: ¿por qué tiene la decisión que entrar en esto de manera alguna? O esa decisión es parte de mi condicionamiento que dice "debes tener tiempo".
Por lo tanto, ¿hay percepción y acción sin que intervenga la decisión? Esto es, me doy cuenta del temor, un temor producido por el pensamiento, por memorias del pasado, por experiencias que son la encarnación del temor de ayer en el hoy. He comprendido toda la naturaleza, la estructura y la esencia del temor. Y el verlo sin que medie la decisión, es acción que libera del miedo. ¿Es esto posible? No diga que sí, que lo ha hecho, o que alguna otra persona lo ha hecho, ése no es el punto. ¿Puede ese miedo terminar instantáneamente en el momento de surgir? Existen los temores superficiales, que son los temores del mundo. El mundo está lleno de tigres, y esos tigres, que son parte de mí, van a destruirme; por consiguiente hay guerra entre mí -una parte del tigre- y los demás tigres.
Existe también el miedo interno -estar psicológicamente inseguro, psicológicamente indeciso- todo engendrado por el pensamiento. El pensamiento engendra el placer, el pensamiento engendra el temor; veo todo eso. Veo el peligro del miedo como veo el peligro de una serpiente, de un precipicio, de una profunda corriente de agua. Veo el peligro completamente. Y el mismo hecho de verlo es la terminación del miedo, sin siquiera un intervalo de fracción de segundo para tomar una decisión.
Interlocutor: A veces uno puede reconocer un temor y a pesar de ello todavía tiene ese temor.
Krishnamurti: Hay que investigar esto muy cuidadosamente. Ante todo, no deseo deshacerme del temor. Lo que deseo es expresarlo, comprenderlo, dejarlo fluir, que venga, que explote dentro de mí, etc. No sé nada acerca del temor. Sé que estoy atemorizado. Ahora me interesa averiguar en qué nivel, a qué profundidad tengo miedo, si conscientemente o en la misma raíz, en los niveles profundos de mí ser -en las cavernas, en las regiones inexploradas de mi mente. Quiero averiguarlo. Quiero que todo ello se manifieste y se ponga al descubierto. Por lo tanto ¿cómo voy a hacerlo? Tengo que hacerlo, y no gradualmente ¿comprende? Ello tiene que salir completamente de mi ser.
Interlocutor: Si hay mil tigres y me siento en el suelo, no puedo verlos, pero si me traslado a un sitio más alto, puedo bregar con ellos.
Krishnamurti: No diga "si". "Si pudiera volar vería la belleza de la tierra". No puedo volar, estoy aquí. Me temo que esas formulaciones teóricas no tienen valor alguno y aparentemente no nos damos cuenta de ello. Tengo hambre, y usted me está alimentando con teorías. Tenemos aquí un problema; obsérvelo, por favor, porque todos estamos atemorizados; todo el mundo tiene algún temor, de una o de otra clase. Existen temores profundos y ocultos y estoy bien familiarizado con los temores superficiales, los temores del mundo; los temores que surgen al perder un empleo o por esto o aquello -temor de perder a mi esposa, a mi hijo. Conozco todo eso muy bien. Quizás existan capas más profundas de temores. ¿Cómo puedo yo, cómo puede esta mente traer a la superficie todo eso instantáneamente? ¿Qué dice usted?
Interlocutor: ¿Dice usted que debemos ahuyentar al animal de una vez y para siempre, o tenemos que perseguirlo cada vez que sea necesario?
Krishnamurti: El interlocutor dice que estoy sugiriendo que es posible ahuyentar al animal completamente y para siempre, y no perseguirlo un día y dejarlo que regrese al día siguiente. Eso es lo que estamos diciendo. No deseo perseguir al animal repetidas veces. Eso es lo que todas las escuelas, todos los santos y todas las religiones y psicólogos dicen: ahuyéntelo poco a poco. Eso no tiene sentido para mí. Quiero averiguar cómo ahuyentar al animal de tal modo que no regrese jamás. Y cuando regrese sabré qué hacer; no permitiré que entre en la casa. ¿Comprende?
Interlocutor: Tenemos que darle al animal su verdadero nombre: es el pensamiento. Y cuando regrese sabremos qué hacer con él.
Krishnamurti: No sé qué hacer, veremos. ¡Todos ustedes están tan ansiosos!
Interlocutor: ¡Se trata de nuestra vida, tenemos que estar ansiosos!
Krishnamurti: Quiero decir ansiosos por contestar. Desde luego, tenemos que estar ansiosos. Este es un tema tan difícil; ustedes no pueden limitarse a insertar palabras y palabras. Esto requiere cuidado.
Interlocutor: ¿Por qué no practicamos en realidad la percepción ahora mismo?
Krishnamurti: Eso es lo que sugiero.
Interlocutor: ¿Qué pasa si lo miro a usted? Primero percibo su presencia. Por favor, míreme; lo primero que ocurre es la percepción visual de mi presencia, ¿correcto? Entonces ¿qué pasa? El pensamiento interviene en esa representación visual.
Krishnamurti: Eso es exactamente la misma cosa que decía la señora. El pensamiento es el animal. Limítese a ese animal, por favor. No diga que el animal es el pensamiento, o el ego, el yo, el miedo, la codicia, la envidia, para luego volver a dar otra descripción de él. Decimos que ese animal es todo eso. Y vemos que el animal no puede ser ahuyentado gradualmente porque siempre regresará en diferentes formas. Si estoy bastante alerta, digo: qué tonto es todo esto, este constante ahuyentar al animal y cada vez que regresa tener que ahuyentarlo de nuevo. Quiero descubrir si es posible ahuyentarlo completamente de manera que no regrese más.
Interlocutor: Veo diferentes funciones en mí, con diferentes intensidades. Si una función persigue a otra, por ejemplo, si la emoción persigue la idea, nada sucede. Uno tiene que observar con todas las funciones.
Krishnamurti: Usted está expresando la misma cosa en diferentes palabras.
Interlocutor: Usted comenzó a dar una explicación que fue interrumpida. Empezó a decir que no quería deshacerse del temor en absoluto.
Krishnamurti: Les dije, ante todo, que no quiero deshacerme del animal. No deseo ahuyentarlo. Antes de tomar el látigo o el guante de terciopelo, deseo saber quién está tratando de ahuyentarlo. Puede que sea un tigre más grande el que trata de hacerlo. Por lo tanto, me digo a mí mismo: no quiero ahuyentar nada. ¡Vea la importancia de eso!
Interlocutor: Puede que el ahuyentarlo sea su eventual sentencia de muerte.
Krishnamurti: No, no sé. Vaya poco a poco, señor, déjeme explicar. Digo que antes de perseguir al animal necesito averiguar quién es la entidad que lo va a cazar. Y digo que puede que sea un tigre más grande. Si deseo deshacerme de todos los tigres, no es bueno que permita que un tigre más grande cace al tigre pequeño. De manera que digo: esperemos, no quiero ahuyentar nada. Vea lo que está ocurriéndole a mi mente. No quiero ahuyentar nada, pero deseo mirar. Deseo observar, pues quiero estar seguro si un tigre más grande está cazando a un tigre más pequeño. Este juego seguirá para siempre; eso es lo que ocurre en el mundo -la tiranía de un país en particular que caza a uno más pequeño.
Por lo tanto, me doy cuenta -observen esto, por favor- de que no debo perseguir nada. Debo arrancar de raíz este principio de perseguir algo, de vencerlo, de dominarlo. Porque la decisión que me impele a decir: "tengo que deshacerme del pequeño tigre", puede convertirse en el tigre grande. De manera que tiene que cesar completamente toda clase de decisión, toda la urgencia por deshacerme de algo, de ahuyentarlo. Entonces puedo observar; y me digo a mí mismo (verbalmente): "no ahuyentaré nada". Por lo tanto, estoy libre de la carga del tiempo, que consiste en cazar un tigre con otro tigre. En eso hay un intervalo de tiempo, de manera que digo: "no haré nada, no perseguiré, no actuaré, no decidiré, primero debo observar".
Estoy mirando -no me refiero al ego, sino a que la mente, el cerebro, están observando. Puedo localizar los diversos tigres, a la madre tigresa con sus cachorros y a su consorte; puedo observar todo eso, pero tiene que haber cosas más profundas dentro de mí y quiero exteriorizarlas todas. ¿Debo manifestarlas mediante la acción, haciendo algo? ¿Volviéndome más y más iracundo y entonces calmándome, y una semana después volver a sentirme iracundo y otra vez calmarme? ¿O es que hay alguna manera de observar a todos los tigres, al pequeño, al grande, al recién nacido- a todos ellos? ¿Puedo observarlos a todos tan completamente que comprenda la totalidad del asunto? Si no soy capaz de hacer eso, entonces mi vida continuará en su vieja rutina, en su forma burguesa, complicada, estúpida y astuta. Eso es todo. De manera que si han sabido cómo escuchar, el sermón de esta mañana ha terminado.
¿Recuerdan el cuento del maestro que hablaba a sus discípulos todas las mañanas? Un día, cuando subió a la tribuna, llegó un pajarito, se posó en la repisa de la ventana y comenzó a cantar. El maestro lo dejó cantar. Después de haber estado cantando por algún tiempo, voló. Entonces el maestro dijo a sus discípulos: "El sermón de esta mañana ha terminado".
El Vuelo del Águila.
11. El Arte de Ver
Darse cuenta sin intervalo de tiempo. El tigre a la caza del tigre
Saanen, Suiza, 7 de agosto de 1969
Jiddu Krishnamurti, El Vuelo del Águila (The Flight of the Eagle). Contiene pláticas y discusiones de Krishnamurti en Londres, Ámsterdam, París y Saanen (Suiza). The Flight of the Eagle. Jiddu Krishnamurti en español.