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El Vuelo del Águila.

2. La Fragmentación
La división. Lo consciente y lo inconsciente. Morir para lo "conocido"

Londres, 20 de marzo de 1969

Íbamos a hablar esta noche sobre el tema de lo consciente y lo inconsciente, de la mente superficial y las capas más profundas de lo inconsciente. Me pregunto por qué dividimos la vida en fragmentos: la vida de los negocios, la vida social, la familiar, la religiosa, la deportiva, etcétera. ¿Por qué existe esta división, no sólo en nosotros mismos, sino también socialmente: nosotros y ellos, usted y yo, amor y odio, morir y vivir? Me parece que debemos ahondar lo bastante en esta cuestión para descubrir si existe un modo de vida en el cual no haya división alguna entre el vivir y el morir, entre lo consciente y lo inconsciente, la vida social y la de los negocios, la vida familiar y la individual.

Estas divisiones entre nacionalidades, religiones, clases sociales; toda esta separación dentro de uno mismo, donde hay tanta contradicción, ¿por qué vivimos de ese modo? Ello engendra mucho desorden, conflicto, guerras; produce verdadera inseguridad, tanto interna como externamente. Hay tanta división; Dios y el diablo, lo malo y lo bueno, "lo que debería ser" y "lo que es".

Considero que valdría la pena que dedicáramos esta noche a tratar de descubrir si existe una manera de vivir -no teórica o intelectual, sino real- en la cual no haya división alguna, en la cual la acción no esté fragmentada, de manera que la vida sea un fluir constante, y donde cada acción esté relacionada con todas las demás acciones.

Para descubrir una manera de vivir en la cual no haya fragmentación, tenemos que indagar muy profundamente en la cuestión de la muerte y del amor. Si comprendemos esto, puede que alcancemos un modo de vida que sea un movimiento continuo, no fragmentado, un modo de vida altamente inteligente. Una mente fragmentada carece de inteligencia. El hombre que lleva media docena de vidas -lo cual es aceptado como siendo muy moral- evidentemente revela falta de inteligencia.

A mí me parece que la idea de integración -juntar varios fragmentos para hacer un todo- no es una idea inteligente, porque ello implica que existe un integrador, uno que está integrando, juntando todos los fragmentos. Pero la misma entidad que trata de hacer esto es también parte del fragmento.

Lo que necesitamos es una inteligencia y pasión de tal naturaleza que pueda producir una revolución radical en nuestra vida, de manera que no haya acción contradictoria, sino un movimiento total y continuo. Para que ocurra ese cambio en nuestra vida, tiene que haber pasión. Para poder hacer cualquier cosa que valga la pena uno debe tener esta pasión intensa, la cual no es placer. Para comprender esa acción que no es fragmentaria o contradictoria, tiene que existir esta pasión. Los conceptos intelectuales y las fórmulas no cambiarán nuestro modo de vida; sólo lo hará la real comprensión de "lo que es"; y para ello debe haber intensidad, pasión.

Para averiguar si existe una manera de vivir -un vivir cotidiano y no monástico- que tenga esa calidad de pasión e inteligencia, uno debe comprender la naturaleza del placer. El otro día examinamos la cuestión del placer, cómo el pensamiento sostiene la experiencia que nos ha proporcionado un placer momentáneo, y cómo pensando en este placer lo prolonga. Y también consideramos que donde hay placer tiene que haber dolor y miedo. ¿Es placer el amor? Para la mayoría de nosotros los valores morales se basan en el placer. Aun la abnegación y el dominio de sí mismo a fin de adaptarse se deben al impulso del placer -no importa lo grande o noble que éste sea.

¿Es el amor una cosa de placer? Esa palabra "amor" está tan recargada; todo el mundo la usa, desde el político hasta el marido y la esposa. Y a mí me parece que sólo el amor, en el sentido más profundo de la palabra, es lo que puede crear un modo de vida en el cual no haya fragmentación alguna. El miedo siempre forma parte del placer, y es obvio que, donde haya alguna clase de miedo en la relación, tiene que existir fragmentación, división.

Este inquirir por qué la mente humana siempre se divide a sí misma en oposición a otras, trayendo como resultado violencia y lo que se espera conseguir mediante la violencia, es realmente un planteo muy profundo. Los seres humanos estamos comprometidos con una forma de vida que conduce a la guerra, a pesar de que a la vez deseamos paz y libertad; pero se trata de la paz sólo como una idea, como una ideología. Y al mismo tiempo, todo lo que hacemos nos condiciona.

Psicológicamente existe la división del tiempo: tiempo como pasado (el ayer), hoy y mañana, y tenemos que investigar esto si deseamos encontrar una manera de vivir en la cual no exista división alguna. Tenemos que averiguar si es el tiempo como pasado, presente y futuro -el tiempo psicológico- la causa de esa división. ¿Es la división producida por lo conocido, como memoria, que es el pasado, que es el contenido del propio cerebro? ¿O es que la división surge porque el "observador", el "experimentador", el "pensador" está siempre separado de la cosa que observa, que experimenta? ¿O es la actividad egocéntrica, que es el "yo" y el "tú", al crear sus propias resistencias, sus propias actividades aisladas, lo que ocasiona esa división? Al examinar este asunto, tenemos que darnos cuenta de los siguientes problemas: el tiempo; el "observador", separándose a sí mismo de la cosa observada; el experimentador, diferente de la experiencia; el placer, y si todo esto tiene algo que ver con el amor.

¿Existe psicológicamente el mañana? ¿Existe en una forma real, que no sea invención del pensamiento? Existe un mañana en el tiempo cronológico, pero ¿existe en realidad el mañana psicológicamente, internamente? Si existe el mañana como idea, entonces la acción no es completa, y esa acción engendra división, contradicción. La idea del mañana, del futuro, es la causa de no ver muy claramente las cosas como son ahora, y por eso pensamos: "espero verlas con más claridad mañana". ¿No es así? Somos perezosos y no tenemos esa pasión, ese interés vital que es necesario para inquirir. El pensamiento inventa la idea de llegar eventualmente, de comprender eventualmente, y para ello el tiempo es necesario, y muchos días son necesarios. ¿Trae el tiempo comprensión, lo capacita a uno para ver algo muy claramente?

¿Es posible para la mente estar libre del pasado de manera que no se halle atada por el tiempo? Psicológicamente hay el mañana en términos de lo conocido; entonces, ¿existe la posibilidad de estar libre de lo conocido? ¿Es posible una acción que no lo sea en términos de lo conocido?

Una de las cosas más difíciles es comunicarse. Debe haber comunicación verbal, eso es obvio, pero creo que existe un plano más profundo de comunicación, en el cual no hay únicamente comunicación verbal, sino comunión, donde ambos nos encontramos en el mismo nivel, con la misma intensidad, con la misma pasión. Es sólo entonces cuando hay comunión, que es algo mucho más importante que la mera comunicación verbal. Y como estamos hablando de algo más bien complejo, que toca muy profundamente nuestra vida cotidiana, tiene que haber no sólo comunicación verbal, sino también comunión. Lo que nos interesa es una revolución psicológica radical; no en un futuro distante, sino realmente hoy, ahora nos interesa descubrir si la mente humana, que ha estado tan condicionada, puede cambiar inmediatamente, de manera que sus acciones sean una unidad continua, no fraccionada y, por lo tanto, no socavada por sus arrepentimientos, desesperanzas, temores, ansiedades, su sentimiento de culpa, etcétera. ¿Cómo puede la mente despojarse de todo eso y ser completamente fresca, joven, inocente? Ese es realmente el problema. No creo que una revolución tan radical sea posible mientras exista división entre el "observador" y lo observado, entre el "experimentador" y lo experimentado. Esta división es la que engendra el conflicto. Toda división tiene que traer conflicto, y es obvio que mediante el conflicto, mediante la lucha, la contienda, no puede haber cambio en el sentido psicológico profundo, aun cuando pueda haber cambios superficiales. Así pues, ¿cómo se enfrentarán la mente, el corazón y el cerebro, nuestra condición total, a este problema de la división?

Dijimos que indagaríamos en esta cuestión del consciente y de las capas más profundas, o sea, del inconsciente; y ahora preguntamos por qué existe esta división entre la mente consciente que está ocupada en sus actividades diarias, preocupaciones, problemas, placeres superficiales, subsistencia, etcétera, y los niveles más profundos de esa mente con todas sus ocultas motivaciones, sus impulsos, sus demandas apremiantes, sus miedos. ¿Por qué existe esta división? ¿Existe porque estamos tan ocupados superficialmente con nuestra charla interminable, con nuestra constante demanda de diversión, entretenimiento, tanto religioso como de otra naturaleza? Porque no es posible que la mente ahonde y sondee en ella misma mientras surja esta división.

¿Cuál es el contenido de las capas más profundas de la mente -no de acuerdo con los psicólogos, Freud, etcétera- y cómo lo averiguan ustedes si no leen lo que otros han dicho? ¿Cómo descubren lo que es su inconsciente? Ustedes lo observan, ¿no es así? ¿O esperan que sus sueños interpreten el contenido del inconsciente? Y ¿quién va a descifrar esos sueños? ¿Los expertos? Ellos también están condicionados por su especialización. Y uno pregunta: ¿es posible no soñar en absoluto? -excepto, desde luego, si uno tiene pesadillas cuando ha tomado el alimento indebido, o ha cenado excesivamente durante la noche.

Existe el inconsciente (por el momento usaremos la palabra). ¿De qué está hecho? Es obvio que del pasado; de todas las conciencias raciales, el residuo racial, la tradición familiar, los diversos condicionamientos religiosos y sociales; ocultos, oscuros, ignorados. ¿Puede todo eso ser descubierto y revelado sin sueños, o sin visitar a un analista, de manera que cuando la mente duerme esté quieta y no incesantemente activa? Y por el hecho de estar quieta, ¿no es posible que surja en ella una cualidad distinta, una actividad del todo diferente, que esté disociada de las ansiedades, temores, preocupaciones, problemas y exigencias diarias? Para descubrir si eso es posible, o sea, no soñar en absoluto, de manera que la mente esté fresca al despertar por la mañana, uno tiene que darse cuenta de todas las insinuaciones e intimaciones durante el día. Únicamente puede uno descubrirlas en la convivencia, cuando está observando su relación con otros, sin condenar, enjuiciar ni evaluar; simplemente observando cómo uno se comporta, cómo reacciona; observando sin opción alguna, simplemente observando, de manera que durante el día el inconsciente sea revelado.

¿Por qué damos un significado y sentido tan profundo al inconsciente? -después de todo es tan trivial como el consciente-. Si la mente consciente está extraordinariamente activa, observando, escuchando, viendo, entonces la mente consciente se vuelve más importante que la inconsciente. En ese estado el contenido del inconsciente se revela y cesa la división entre las distintas etapas. Si observan sus reacciones mientras están sentados en el autobús, cuando hablan con la esposa o el marido, cuando se hallan en la oficina, escribiendo, mientras están solos -si es que alguna vez están solos- entonces en ese proceso total de observación, en ese acto de ver (en el cual no hay división entre el "observador" y lo "observado) cesa la contradicción.

Cuando esto resulta claro, entonces podemos preguntar: ¿Qué es el amor? ¿El amor es placer? ¿El amor son celos? ¿El amor es posesivo? ¿El amor es dominante? -la esposa dominando al marido y el marido a la esposa-. Indudablemente, ninguna de esas cosas es amor; sin embargo, llevamos el peso de ellas, y aun así le decimos a nuestro esposo o a nuestra mujer, o a quien sea, "te amo". Ahora bien, la mayoría de nosotros somos envidiosos en una u otra forma. La envidia surge de la comparación, del medir, del desear ser algo diferente de lo que uno es. ¿Podemos ver la envidia como es en realidad, y estar completamente libres de ella, de manera que no vuelva a surgir? De otro modo no puede existir amor. El amor no es del tiempo; el amor no puede cultivarse; no es cosa de placer.

¿Qué es la muerte? ¿Cuál es la relación entre el amor y la muerte? Creo que encontraremos la relación entre ambos cuando comprendamos el significado de la "muerte"; para ello tenemos que comprender lo que es vivir. ¿Qué es en realidad nuestro vivir? -el vivir cotidiano, no el ideológico, no la cosa intelectual, eso que consideramos debiera ser, pero que es realmente falso-. ¿Qué es en verdad nuestro vivir? -el vivir de todos los días en conflicto, desesperación, soledad, aislamiento-. Nuestra vida es un campo de batalla, tanto dormidos como despiertos; tratamos de escapar de varias maneras mediante la música, el arte, los museos, el entretenimiento religioso o filosófico, enhebrando muchas teorías, enredados en el conocimiento; todo menos poner fin al conflicto, a esta batalla que llamamos vivir, con su dolor constante.

¿Puede terminar el dolor en la vida cotidiana? A menos que la mente cambie de modo radical, nuestro vivir tiene muy poco significado: ir todos los días a la oficina, ganarse la vida, leer unos pocos libros, poder citar a otros hábilmente, estar muy bien informado, una vida vacía, una verdadera vida burguesa. Y según uno se va dando cuenta de esta situación, comienza a inventarle un sentido a la vida, trata de encontrarle alguna justificación; entonces busca a las personas talentosas que puedan darle a uno el significado, el propósito de la vida. Lo cual constituye un escape más del vivir. Esta clase de vida tiene que sufrir una transformación radical.

¿Por qué le tememos a la muerte? -como le ocurre a la mayoría de la gente-. ¿Qué tememos? Por favor, observen sus propios temores a lo que llamamos muerte -tener miedo de llegar al final de esta batalla que llamamos vivir-. Tenemos miedo de lo desconocido, de lo que pueda ocurrir; tenemos miedo de abandonar las cosas conocidas, la familia, los libros, el apego a la casa y los muebles, a las personas que nos rodean. Tenemos miedo de dejar atrás las cosas conocidas, y lo conocido es este vivir en sufrimiento, dolor y desesperación, con destellos ocasionales de alegría. No hay fin para esta lucha constante, y eso es lo que llamamos vivir y lo que tememos perder. ¿Es el "yo" -que es el resultado de toda esa acumulación- quien tiene miedo de que ello llegue a su fin? Entonces reclama una esperanza futura; por lo tanto tiene que existir la reencarnación. La idea de la reencarnación, en la cual cree todo el Oriente, es que uno nacerá en la próxima vida un poco más alto en los peldaños de la escala. Si usted ha sido un lavaplatos en esta vida será un príncipe o lo que sea en la siguiente, y alguien lavará los platos por usted. Para aquellos que creen en la reencarnación importa mucho lo que uno es en esta vida, porque lo que uno hace, la manera de comportarse, lo que son sus pensamientos, sus actividades, le hará acreedor de una recompensa o castigo en la vida siguiente, la cual dependerá de todo eso. Pero a estas personas no les importa un bledo la manera de comportarse porque para ellas es sólo una creencia más, como la creencia de que existe el cielo, Dios, o lo que se quiera. Lo que de veras importa es lo que uno es ahora, hoy, cómo realmente se comporta tanto interna como externamente. El Occidente tiene su propia manera de consolarse respecto de la muerte y la racionaliza de acuerdo con su propio condicionamiento religioso.

Por lo tanto, ¿qué es realmente la muerte, el final? El organismo va a terminar porque envejece, o debido a enfermedad o a un accidente. Muy pocos de nosotros envejecemos bellamente, porque somos seres torturados, y eso se refleja en nuestros rostros con el paso de los años; hay tristeza en la vejez al recordar las cosas del pasado.

¿Puede uno morir psicológicamente para todo lo "conocido" de día en día? A menos que nos liberemos de lo "conocido", nunca podremos apresar lo que es "posible". Tal como están las cosas, nuestra "posibilidad" está siempre dentro del campo de lo "conocido", pero cuando hay libertad, entonces la "posibilidad" es inmensa. ¿Puede uno morir psicológicamente para todo el pasado, para todos los apegos, temores, para la ansiedad, la vanidad, el orgullo, morir tan completamente que mañana despierte siendo un ser humano nuevo? Ustedes dirán: ¿cómo va uno a hacer eso, cuál es el método? No existe método alguno porque el "método" implica un mañana, implica que algo será practicado y realizado eventualmente, mañana, después de muchos mañanas. ¿Pueden ver inmediatamente la verdad de ello -verla realmente y no en teoría- ver que la mente no puede ser fresca, inocente, joven, vital, apasionada, a menos que psicológicamente termine todo el pasado? Pero no queremos desprendernos del pasado porque somos el pasado; todos nuestros pensamientos se basan en el pasado; todo conocimiento es el pasado; por lo tanto, la mente no puede abandonarlo; y cualquier esfuerzo para hacerlo es todavía parte del pasado que espera alcanzar un estado diferente.

La mente tiene que volverse extraordinariamente quieta, silenciosa; y esto ocurre sin resistencia alguna, sin sistema alguno, cuando ella ve la totalidad del problema. El hombre siempre ha perseguido la inmortalidad; cuando pinta un cuadro y lo firma, esa es una forma de inmortalidad; dejando un nombre tras él, lo que siempre desea es dejar algo de sí mismo. ¿Qué tiene el hombre que dar de sí mismo, fuera de su conocimiento tecnológico? ¿Qué es él? ¿Qué somos ustedes y yo psicológicamente? Ustedes pueden tener una cuenta de banco más abultada, pueden ser más inteligentes que yo, o esto o aquello, pero, ¿qué somos psicológicamente, sino muchas palabras, recuerdos, experiencias, las cuales deseamos pasar a un hijo, consignarlas en un libro, o pintarlas en un cuadro, qué somos sino el "yo"? El "yo" se vuelve extremadamente importante, el "yo" en oposición a la comunidad, deseando identificarse a sí mismo, deseando realizarse, convertirse en algo grande, ustedes saben, todo eso. Cuando uno observa ese "yo", ve que es un haz de recuerdos, de palabras huecas. Y es a eso lo que nos apagamos, ésa es la esencia misma de la separación entre usted y yo, ellos y nosotros.

Cuando comprenden todo esto -lo observan cuidadosamente por sí mismos y no a través de otro, sin juzgarlo, evaluarlo, reprimirlo, sino que simplemente observan- entonces ven que el amor es posible únicamente cuando hay muerte psicológica. El amor no es recuerdo ni placer. Se dice que el amor está relacionado con el sexo, y con ello volvemos a la división entre amor profano y amor sagrado, aprobando uno y rechazando al otro. Sin duda, el amor no es ninguna de estas cosas. Uno no puede llegar a él total, completamente, a menos que haya un morir para el pasado, un morir para toda la lucha, el conflicto y el sufrimiento. Entonces hay amor; entonces uno puede hacer lo que quiera.

Como dijimos el otro día, es bastante fácil hacer una pregunta; pero para que ésta tenga importancia, hay que hacerla con un propósito y persistir en ella hasta tanto uno mismo la haya contestado totalmente, pues el formular preguntas porque sí tiene muy poco sentido.

Interlocutor: Si uno no establece la división entre "lo que es" y "lo que debería ser", podría sentirse satisfecho y no se preocuparía por las cosas terribles que ocurren.

Krishnamurti: ¿Cuál es la realidad de "lo que debería ser"? ¿Es que tiene alguna realidad? El hombre es violento pero el "debería ser" es pacífico. ¿Cuál es la realidad del "debería ser" y por qué insistimos en el "debería ser"? De cesar esa división, ¿se volvería el hombre más complaciente y lo aceptaría todo? ¿Aceptaría yo la violencia si no tuviese el ideal de la no violencia? La no violencia ha sido predicada desde los tiempos más remotos: no mates, sé compasivo, etcétera; y el hecho es que el hombre es violento; eso es "lo que es". Si el hombre lo acepta como inevitable, entonces se vuelve complaciente, tal como lo es ahora. Ha aceptado la guerra como una forma de vida y continúa haciéndolo a pesar de que miles de sanciones religiosas, sociales y de otra clase dicen: "No mates" -no sólo al hombre, tampoco a los animales-. Pero el hombre mata animales para comer y va a la guerra. De modo que si no tuviéramos ideal alguno, nos quedaríamos con "lo que es". ¿Lo haría eso complaciente a uno? ¿O tendría uno entonces la energía, el interés, la vitalidad para resolver "lo que es": es el ideal de no violencia un escape del hecho de la violencia? Cuando la mente no está escapando sino que está enfrentándose al hecho de la violencia -de que uno es violento, sin condenar el hecho ni juzgarlo- entonces esa mente tiene, sin duda, una calidad del todo diferente y deja de ser violenta. Una mente así no acepta la violencia. La violencia no implica sólo herir o matar a alguien; violencia es también esta distorsión que hay en el adaptarse, imitar, seguir la moralidad social, o en el seguir la propia y peculiar moralidad de cada uno. Toda forma de dominio y de represión es distorsión y, por lo tanto, es violencia. No hay duda de que para comprender "lo que es" tiene que existir un estado de atención, de alerta vigilancia, a fin de descubrir lo real. Y el hecho real es la división que el hombre ha creado mediante el nacionalismo, una de las principales causas de la guerra; lo aceptamos rendimos culto a la bandera. Y están las divisiones creadas por la religión, somos cristianos, budistas, esto o aquello. ¿No podríamos liberarnos de "lo que es", observando el hecho real? Uno puede estar libre de ello sólo cuando la mente no deforma lo que observa.

Interlocutor: ¿Cuál es la diferencia entre el ver conceptual y el ver real?

Krishnamurti: ¿Ve usted un árbol conceptualmente o lo ve en realidad? Cuando ve una flor, ¿la ve directamente, o la ve a través del tamiz de su propio conocimiento botánico o no botánico, o del placer que le brinda? ¿Cómo la ve usted? Si el ver es conceptual, o sea, a través del pensamiento, ¿es eso ver? ¿Ven ustedes a su esposa o a su marido? ¿O ven la imagen que tienen de él o de ella? Esa imagen es el concepto mediante el cual uno ve de modo intelectual, pero cuando no hay imagen alguna, entonces, uno realmente ve, entonces está realmente en relación.

Así, pues, ¿cuál es el mecanismo que construye la imagen, que nos impide ver realmente el árbol, la esposa o el marido, o el amigo, o lo que sea? Espero equivocarme, pero es obvio que ustedes tienen una imagen de mí, ¿no es así? Si tienen una imagen del que habla, no están realmente escuchándolo en absoluto. Y cuando uno mira a su esposa, o a su marido, etcétera, y lo hace a través de una imagen, no ve realmente a la persona, sino que la ve a través de la imagen, y por lo tanto no existe relación en absoluto. Uno puede decir "te amo", pero eso no tiene sentido alguno.

¿Puede la mente dejar de construir imágenes en el sentido en que estamos hablando? Eso es posible sólo cuando la mente está por completo atenta en el momento, en el instante mismo del reto o de la impresión. Tomemos un ejemplo muy simple: a usted lo adulan, eso le gusta, y el mismo "gustar" construye la imagen. Pero si usted escucha esa adulación con atención completa, sin gusto ni disgusto, si la escucha completamente, totalmente, entonces no se forma la imagen; no llama a esa persona su amigo y, a la inversa, tampoco llama enemigo a la persona que lo insulta. La "formación de imágenes" surge de la inatención. Cuando hay atención no se crea concepto alguno. Hágalo; verá lo sencillo que es descubrirlo. Cuando usted pone atención completa al mirar un árbol, o una flor, o una nube, no hay entonces proyección alguna de sus conocimientos de botánica, o de su gusto o disgusto; usted simplemente mira (lo cual no quiere decir que se identifica con el árbol, de ninguna manera puede usted convertirse en el árbol). Si mira a su esposa o amigo sin ninguna imagen, entonces la relación es del todo diferente; entonces el pensamiento no interviene en absoluto y hay una posibilidad de amor.

Interlocutor: ¿Son concomitantes el amor y la libertad?

Krishnamurti: ¿Podemos amar sin libertad? Si no somos libres, ¿podemos amar? ¿Podemos amar si somos celosos? ¿Podemos amar si estamos atemorizados? Si mientras estamos en la oficina perseguimos nuestra particular ambición y al regresar al hogar decimos "te amo, querida" ¿es eso amor? En la oficina somos brutales, astutos, y en el hogar tratamos de ser amables, dóciles, ¿es eso posible? ¿Es posible matar con una mano y con la otra amar? ¿Puede amar en forma alguna el hombre ambicioso, o puede el hombre competitivo saber alguna vez lo que el amor significa? Aceptamos todas esas cosas y la moralidad social. Pero cuando negamos esa moral social por completo, con todo nuestro ser, entonces somos en realidad morales; pero no hacemos eso. Somos moral y socialmente respetables, y así desconocemos lo que es el amor. Sin amor no es posible descubrir qué es la Verdad, ni si existe o no existe eso que llamamos Dios. Podemos conocer lo que es el amor sólo cuando sabemos morir para todo lo del ayer, para todas las imágenes del placer, sexual o de otra clase. Entonces, cuando hay amor, que en sí es virtud, que en sí es moralidad -toda la ética está contenida en él- únicamente entonces podrá surgir esa Realidad, ese algo que es inconmensurable.

Interlocutor: El individuo, que vive en un torbellino, crea la sociedad, ¿sostiene usted que para cambiar la sociedad el individuo se separe de ella de manera que no dependa de la sociedad?

Krishnamurti: ¿No es el individuo la sociedad? Usted y yo hemos creado esta sociedad con nuestra codicia, nuestra ambición, nuestro nacionalismo, nuestra competencia, brutalidad, violencia; eso es lo que hemos hecho en el mundo exterior porque eso es lo que somos internamente. Usted y yo somos realmente responsables de la guerra que está desarrollándose en Vietnam porque hemos aceptado la guerra como sistema de vida. ¿Sugiere usted que nos separemos de ello? Al contrario, ¿cómo puede usted separarse de sí mismo? Uno es parte de todo este embrollo y sólo puede estar libre de esta fealdad, de esta violencia, de todo esto, no separándose, sino aprendiendo, observando y comprendiéndolo todo en uno mismo. Usted no puede separarse de sí mismo, y de ahí surge el problema de "quién" va a hacerlo. ¿Quién va a separarme a "mí" de la sociedad, o a "mí" de mí mismo? ¿No es parte de todo este circo la misma entidad que trata de separarse de sí misma? El comprender todo eso -que el "observador" no es diferente de la cosa observada- es meditación. Ello requiere gran penetración dentro de uno mismo, no en forma analítica; es al observarse en la relación con las cosas, con la propiedad, con la gente, con las ideas, con la naturaleza, que uno llega a este sentido de completa libertad interna.

El Vuelo del Águila.

2. La Fragmentación
La división. Lo consciente y lo inconsciente. Morir para lo "conocido"

Londres, 20 de marzo de 1969

Jiddu Krishnamurti, El Vuelo del Águila (The Flight of the Eagle). Contiene pláticas y discusiones de Krishnamurti en Londres, Ámsterdam, París y Saanen (Suiza). The Flight of the Eagle. Jiddu Krishnamurti en español.

Art of War

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