El Estado Creativo de la Mente.
8ª Conversación en Paris 21 de Septiembre de 1961
En esta plática necesitamos abarcar mucho terreno, y puede ser algo difícil, o tal vez la palabra acertada sea ‘extraño’. Voy a usar ciertas palabras que pueden significar una cosa para vosotros y otra muy diferente para mí. Para entrar realmente en comunión uno con otro en todos los niveles, debemos tener una comprensión mutua de las palabras que usamos y su significado. La meditación, que me propongo indagar con vosotros, tiene para mí una enorme importancia, mientras que tal vez para vosotros sea una palabra de esas que utiliza uno más bien ocasionalmente. Quizá para vosotros signifique un método para lograr un resultado, para llegar a alguna parte; y puede implicar la repetición de palabras y frases para calmar la mente, y la actitud de la súplica. Mas, para mí, la palabra ‘meditación’ tiene un significado extraordinario; y para penetrar en él plenamente, que es lo que pienso hacer, tenemos primero que comprender, creo, el poder que crea ilusión.
La mayoría de nosotros vivimos en un mundo de meras apariencias. Todas nuestras creencias son ilusiones; carecen de toda validez. Y para desnudar la mente de toda clase de ilusión y del poder de crearla, hace falta una percepción realmente clara, aguda, la capacidad de razonar bien, sin ninguna evasión, ninguna desviación. Un cerebro que no tenga temor, que no se oculte tras secretos deseos, un cerebro que esté muy quieto, sin ningún conflicto, una mente así es capaz de descubrir lo verdadero, de descubrir si hay Dios. No me refiero a la palabra ‘Dios’, sino a lo que esa palabra representa, algo no medible en términos de palabras o de tiempo, si es que existe tal cosa. Para descubrir, por cierto tiene que terminar toda forma de ilusión y el poder de crearla. Y el despejar la mente de toda ilusión es, para mí, la vía de la meditación. Creo que por la meditación se llega a un vasto campo de inmenso descubrimiento: no invención, no visiones, sino algo enteramente distinto que está de hecho más allá del tiempo, más allá de las cosas que han sido concebidas por la mente del hombre a través de siglos de búsqueda. Si uno quiere realmente descubrir eso por sí mismo, tiene que poner la adecuada fundación, y el poner la acertada base es la meditación. Copiar un modelo, ir tras un sistema, seguir un método de meditación, todo eso es demasiado infantil, demasiado falto de madurez, es tan sólo imitación y no conduce a ninguna parte, aunque produzca visiones.
La correcta base para descubrir si existe una realidad detrás de las creencias que la propaganda ha impuesto sobre la mente de cada uno, solo se produce por el autoconocerse. El propio hecho de conocer acerca de uno mismo es meditación. Saber sobre sí mismo no es saber lo que uno debería ser; eso no tiene validez ni realidad, es simplemente una idea, un ideal. Pero comprender lo que es, el hecho efectivo de lo que uno es, de instante en instante, eso requiere que la mente se libere del condicionamiento. Entiendo por ‘condicionamiento’, todas las imposiciones que ha hecho sobre nosotros la sociedad, la religión, a través de la propaganda, de la insistencia, de la creencia, del miedo, del cielo y el infierno. Incluye el condicionamiento de la nacionalidad, del clima, de la costumbre, de la tradición, de la cultura como francés, hindú o ruso, y las innumerables creencias, supersticiones, experiencias, que forman todo el trasfondo en que vive la conciencia y que se ha establecido por el propio deseo de estar seguro. Y la investigación de ese trasfondo y su destrucción es lo que constituye la colocación de la correcta base para la meditación.
Sin libertad, no podemos ir muy lejos; sólo deambulamos dentro de la ilusión, que no tiene sentido alguno. Si queremos descubrir si hay o no realidad, si queremos de veras ir hasta el fin mismo de ese descubrimiento no meramente jugar con ideas, por muy agradables, intelectuales, razonables o aparentemente sanas que sean- tiene que haber primero libertad, liberación del conflicto. Y eso es sumamente difícil. Es bastante fácil eludir el conflicto; podemos seguir algún método, tomar una píldora, un sedante, una bebida, y ya no somos conscientes del conflicto. Pero para entrar a fondo en toda la cuestión del conflicto, hace falta atención.
Atención y concentración son dos cosas diferentes. La concentración es exclusión, estrechar la mente o el cerebro para enfocar aquello que se desea estudias, observar. Eso se comprende con bastante facilidad. Y la concentración excluyente crea distracciones ¿no es así? Cuando deseo concentrarme y la mente divaga sobre alguna otra cosa, esa otra cosa es una distracción, y por tanto hay un conflicto. Toda concentración implica distracción, conflicto y esfuerzo. Por favor, no os limitéis a seguir mis palabras, mis explicaciones, sino seguid en realidad vuestros propios conflictos, vuestras distracciones, vuestros esfuerzos. El esfuerzo implica conflicto ¿no es así?; y sólo hay esfuerzo cuando queréis ganar, alcanzar, evitar, seguir o negar.
Este, si puedo decirlo así, es un punto muy importante que hay que comprender: que la concentración es exclusión, resistencia, reducción del poder del pensamiento. La atención no es en absoluto el mismo proceso. La atención es inclusiva. Sólo podemos atender cuando la mente no tiene barreras. Es decir, puedo ver ahora los muchos rostros que tengo enfrente, escuchar las voces de afuera, oír el funcionamiento o no funcionamiento del ventilador eléctrico, ver las sonrisas, las cabezas que se mueven asintiendo; la atención incluye socio eso y más. Mientras que si meramente os concentráis, no podéis incluir todo eso; ello se convierte en distracción. En la atención no hay distracción; en ella puede haber concentración, pero ésta no es excluyente. En cambio la concentración excluye la atención. Quizá esto pueda ser algo nuevo para vosotros; pero si queréis experimentara por vosotros mismos, hallaréis que existe una cualidad de atención que puede escuchar, ver, observar, sin ningún sentido de identificación; hay un ver, un observar completo, y por lo tanto sin exclusión.
Estoy hablando un poco sobre todo esto, porque creo que es muy importante comprender que una mente en conflicto sobre cualquier cosa con respecto a sí misma, a sus problemas, su prójimo, su seguridad- una mente, un cerebro así, jamás puede ser libre. Tenéis pues que descubrir por vosotros mismos si es posible, viviendo en este mundo, teniendo que ganarse la vida, haciendo una vida de familia con todo el fastidio diario de la rutina, las ansiedades, el sentimiento de culpabilidad, penetrar muy profundamente, trascender la conciencia, y vivir sin conflicto interno.
El conflicto existe, seguramente, cuando queréis llegar a ser algo; existe cuando hay ambición, codicia, envidia. Y ¿es posible vivir en este mundo sin ambición, sin codicia? ¿O es el destino final del hombre ser eternamente codicioso, ambicioso, buscar realización y sentirse frustrado, ansioso, culpable y todo lo demás? ¿Y es posible barrer todo eso? Porque sin eliminarlo no podéis ir muy lejos; eso ata el pensamiento. Y el eliminar de la conciencia todo este proceso de ambición, envidia, codicia, es meditación. Una mente ambiciosa no puede saber lo que es el amor; una mente que está paralizada por deseos mundanos no puede ser libre. No es que tengamos que estar sin albergue, alimento, vestido, sin un cierto grado de bienestar físico; pero una mente ocupada con la envidia, el odio, la codicia tanto si es codicia de conocimientos, de Dios o de más ropas- una mente así, como está en conflicto, jamás puede ser libre. Sólo la mente libre es la que puede llegar lejos.
De modo que el conocerse a sí mismo es el principio de la meditación. Sin conoceros a vosotros mismos, carece de todo sentido repetir una serie de palabras de la Biblia, del Gita o de cualquiera de los llamados libros sagrados. Puede pacificaros la mente, pero podéis hacer eso con una píldora. Repitiendo una frase una y otra vez, vuestro cerebro naturalmente se aquieta, se adormece y embota; y en ese estado de insensibilidad, de embotamiento, podéis tener alguna clase de experiencia, lograr ciertos resultados. Pero seguiréis siendo ambiciosos, envidiosos, codiciosos, y creando enemistad. De modo que el aprender sobre uno mismo lo que uno es en realidad, es el comienzo de la meditación. Uso la palabra ‘aprender’ porque, cuando estáis aprendiendo en el sentido en que hablo, no hay acumulación. Lo que llamáis aprender es el proceso de añadir cada vez más a lo que ya sabéis. Mas, para mí, desde el momento en que hayáis adquirido, acumulado, esa acumulación se vuelve conocimiento, y el conocimiento no es aprender. El aprender jamás es acumulativo; mientras que el adquirir conocimiento es un proceso de condicionamiento.
Si quiero aprender acerca de mí mismo, descubrir lo que en realidad soy, tengo que vigilar todo el tiempo, cada minuto del día, para ver cómo me expreso. Observar no es condenar ni aprobar, sino ver lo que soy de instante en instante. Porque lo que soy está cambiando continuamente, ¿no es así?, nunca es estático. El conocimiento es estático; mientras que el proceso de aprender sobre el movimiento de la ambición nunca es estático, está viviendo, avanzando. Espero que estaré explicándome. De modo que aprender y adquirir conocimiento son dos cosas diferentes. El aprender es infinito, es un movimiento en libertad; el conocimiento tiene un centro que está acumulando, y el único movimiento que conoce es una nueva acumulación, una nueva esclavitud.
Para seguir esta cosa que llamo el ‘yo’, con todos sus matices, sus expresiones, desviaciones, sutilezas, su astucia, la mente ha de estar muy clara, alerta, porque lo que soy está cambiando constantemente, está siendo modificado ¿no es eso? No soy el mismo que ayer, ni siquiera el mismo que hace un minuto, porque cada pensamiento y sentimiento está modificando, moldeando la mente. Y si sólo os interesa condenar o juzgar partiendo de vuestro conocimiento acumulado, de vuestro condicionamiento, entonces no estáis siguiendo, avanzando con la cosa, observando. Así es que el aprender acerca de vosotros mismos tiene un significado mucho más grande que el adquirir conocimiento sobre vosotros mismos. No podéis tener conocimiento estático sobre una cosa viva. Podéis tenerlo sobre algo que ha pasado, porque todo conocimiento está en el pasado; es estático, ya está muerto. Pero una cosa viviente está siempre cambiando, sufriendo modificación; es diferente a cada minuto, y tenéis que seguirla, aprender sobre ella. No podéis comprender a vuestro hijo si estáis todo el tiempo condenando, justificando o identificándoos con el niño; tenéis que vigilarlo sin juzgarlo, cuando duerme, cuando llora, cuando juega, en todo momento.
El aprender sobre vosotros mismos es pues el comienzo de la meditación; y cuando aprendéis con respecto a vosotros mismos, se elimina toda ilusión. Y eso es absolutamente indispensable, pues para descubrir lo que es verdadero si existe la verdad, algo sin medida- no tiene que haber engaño. Y hay engaño cuando existe el deseo de placer, de consuelo, de satisfacción. Ese proceso, desde luego, es muy sencillo. En vuestro deseo de satisfacción creáis la ilusión, y ahí permanecéis enredados durante el resto de vuestra vida. Ahí estáis satisfecho; y la mayoría de las personas se satisfacen cuando creen en Dios. Están atemorizadas de la vida, de la inseguridad, de la inquietud, de la agonía, de la culpabilidad, de la ansiedad, de la miseria y la tristeza de la vida; establecen pues algo al fin, que llaman Dios, y van a ello. Y habiéndose entregado a la creencia tienen visiones y se convierten en santos, y todo lo demás. Eso no es tratar de descubrir si hay realidad o no. Puede que la haya o no la haya; tenéis que descubrió lo. Y para descubrir tiene que halar libertad al principio y no al fin; libertad de todas esas cosas como la ambición, la codicia, la envidia, la fama, el querer ser importante, y todas esas cosas pueriles.
Así que, cuando estáis aprendiendo sobre vosotros mismos, entráis en vosotros, no sólo al nivel consciente, sino en el nivel profundo, inconsciente, sacando todos los secretos deseos, los secretos empeños, impulsos, compulsiones. Entonces el poder de crear ilusión se destruye, porque habéis puesto los buenos cimientos. Cuando la mente, el cerebro, se autoexamina, se vigila en el movimiento del vivir, sin dejar nunca que escape un solo pensamiento o sentimiento sin ser mirado, comprendido, entonces la totalidad de todo eso es el darse cuenta. Es el daros cuenta de vosotros mismos enteramente, sin condenación, sin justificación, sin escoger, como os mirabais la cara en el espejo. No podéis decir: ‘desearla tener otra cara distinta’; está ahí.
Y por esta comprensión propia, el cerebro que es mecánico, que está perpetuamente charlando, respondiendo a todas las influencias- se vuelve muy tranquilo, pero sensible y vivo. No es un cerebro muerto, sino activo, dinámico, alerta, pero muy quieto, silencioso, porque no tiene conflicto. Es silencioso porque ha desechado, ha comprendido todos los problemas que habla creado por sí mismo. Después de todo, un problema surge sólo cuando no habéis comprendido la cuestión. Cuando el cerebro ha comprendido por completo, cuando ha examinado la ambición, entonces ya no hay más problema acerca de ésta: ella ha terminado. Y así el cerebro queda en calma.
Pues bien, desde este punto podemos seguir adelante, ir juntos, ya sea verbalmente, o haciendo realmente el viaje juntos y experimentando, lo que significa desechar por completo la ambición. Como sabéis, no podéis desechar la ambición o la codicia poco a poco; no se trata de ‘mas tarde’ ni de ‘entretanto’. O la desecháis totalmente o no la desecháis en absoluto. Pero, si habéis llegado hasta ahí, de modo que ya no hay codicia, envidia, ambición, entonces el cerebro está sumamente quieto, sensible, y por lo tanto, libre todo lo cual es meditación. Y entonces, mas no antes, podéis seguir adelante. El seguir adelante, si no habéis llegado hasta ahí, es mera especulación y no tiene sentido. Para seguir más allá hay que establecer esta base, que es realmente virtud. No es la virtud de la respetabilidad, la moralidad social de una comunidad, sino una cosa extraordinaria, una cosa limpia y verdadera, que surge sin esfuerzo, y que en sí misma es humildad. La humildad es esencial, pero no podéis cultivarla, desarrollarla, practicarla. Decirse ‘seré humilde’ es demasiado tonto; es vanidad encubierta con la palabra ‘humildad’. Pero hay una humildad que surge naturalmente, en forma inesperada, sin buscarla; y entonces no hay conflicto en ella, porque esa humildad nunca está trepando, deseando.
Y, cuando uno ha llegado hasta ahí, cuando hay completo silencio, cuando el cerebro esta por completo en calma y por lo tanto libre, entonces hay un movimiento del todo distinto.
Ahora bien, os ruego comprendáis que para vosotros cate estado es especulativo. Estoy diciendo algo sobre lo cual no sabéis, y por consiguiente para vosotros tiene muy escasa significación. Pero lo digo porque tiene importancia en relación con el todo, con la existencia total de la vida. Porque, si no hay descubrimiento de lo que es verdadero y de lo que es falso, si hay o no verdad, la vida se vuelve extraordinariamente superficial. Tanto si os llamáis cristianos, como budistas, hindúes o lo que queréis, la mayoría de nuestras vidas son muy superficiales, vacuas, torpes, mecánicas. Y, con esa mente torpe tratamos de hallar algo que no se puede poner en palabras. Una mente mezquina que busque lo que es inconmensurable seguirá siendo mezquina. Por lo tanto, la mente torpe tiene que transformase. Hablo, pues, de algo que podéis haber visco o no; pero es importante aprender sobre ello, porque esa realidad incluye la totalidad íntegra de la conciencia, incluye toda la acción de nuestra vida. Para descubrir eso, la mente ha de estar por completo quieta, no por la autohipnosis, no por la disciplina, la represión, ir conformidad; todo eso es tan sólo sustituir un deseo por otro.
No sé si os habrá ocurrido alguna vez tener una mente muy en calma. No la clase de calma que lográis en una iglesia, ni el sentimiento superficial que tenéis cuando vais caminando por la calle, o en un bosque, o cuando estáis ocupado con la radio, con la cocina. Estas cosas exteriores pueden absorberos y os absorben efectivamente, y hay una temporaria forma de quietud. Eso es como un muchacho qué se divierte con un juguete; el juguete es tan interesante que absorbe toda su energía, su pensamiento; pero eso no es quietud. Yo me refiero a la quietud que surge cuando se ha comprendido la totalidad de la conciencia y ya no se busca, ya no se indaga, no se desea, no se anda a tientas; y, por lo tanto, hay completa quietud. En esa quietud hay un movimiento del todo diferente; y ese movimiento es sin tiempo. No tratéis de retener estas frases, porque como tales carecen de sentido. Nuestros cerebros, nuestros pensamientos, son el resultado del tiempo; de modo que pensar sobre lo que es atemporal no tiene sentido Sólo cuando el cerebro se ha aquietado, cuando ya no busca, no indaga, no elude, no resiste, sino que está en completa quietud, porque ha comprendido todo este mecanismo, sólo entonces, en esa quietud, viene una diferente clase de vida, un movimiento que trasciende al tiempo.
Pregunta: ¿No existe una correcta clase de esfuerzo?
Krishnamurti: Para mí, no hay esfuerzo correcto y esfuerzo erróneo. Todo esfuerzo implica conflicto ¿no es así? Cuando amáis algo, en eso no hay esfuerzo, no hay conflicto ¿verdad? Veo que tiene que haber un enorme cambio en este mundo. Con todos los líderes políticos, los comunistas, los capitalistas, los autoritarios en todas partes, es indispensable en el mundo un cambio fundamental, interiormente. Tiene que haber mutación; y quiero descubrir exactamente lo que significa el cambio. ¿Puede lograrse por el esfuerzo? Cuando usáis la palabra ‘esfuerzo’, ello implica ¿verdad?, un centro desde el cual hacéis un esfuerzo para cambiar en alguna otra cosa. Quiero cambiar mi ambición, destruirla. Pero ¿qué es la entidad que quiere destruir la ambición? ¿Es la ambición algo separado de la entidad? La entidad que observa la ambición y quiere cambiarla, transformarla en alguna otra cosa, sigue siendo pues ambiciosa; luego no hay cambio alguno. Lo que produce mutación es simplemente observar, ver; no juzgar, valorar, sino sólo observar. Mas ese ver, esa observación, es impedida porque nosotros estamos tan condicionados para condenar, para justificar, para comparar. Lo que produce mutación es el descondicionamiento del cerebro.
Tenemos que ver todo el absurdo de estar condicionado, influenciado: por los padres, la educación, la sociedad, la iglesia, la propaganda de diez mil o de dos mil años. Hay un centro, interiormente, que se ha formado alrededor de todo eso; el centro es eso. Y cuando ese centro encuentra que algo no es beneficioso, quiere entonces ser alguna otra cosa que cree de mayor provecho. Pero no podemos ver esto a causa de nuestro condicionamiento como cristianos, franceses, ingleses, alemanes, o por las influencias de otras personas, por la de nuestra propia elección, la del ejemplo, la de los héroes, etc. Todo esto impide la mutación. Pero comprender que estáis condicionados, ver el hecho, sin astucia, sin deseo de beneficio sólo ver, no verbalmente, en forma intelectual, sino entrar en efectivo contacto emocionalmente con ese condicionamiento- es escuchar lo que se está diciendo. Si escucháis ahora, cuando la cosa se está diciendo, estáis emocionalmente en contacto con el hecho; y entonces no hay elección: es un hecho, como una sacudida eléctrica. Mas vosotros no recibís esa sacudida emocional, porque os resguardáis, verbalmente os protegéis; decís: ‘¿qué me va a pasar si pierdo todo, psicológicamente?’ Pero un hombre que quiere realmente descubrir, que tiene hambre de esto, debe liberar la mente de todas las influencias y de la propaganda.
Como sabéis, es muy sorprendente lo importante que se ha vuelto la propaganda en nuestras vidas. Ha estado ahí durante siglos, pero ahora se va volviendo cada vez más desenfrenada: la doblez de palabra, la venta; se os pide que compréis; las iglesias repiten sus palabras incesantemente. Y estar libre de todo eso es observar todos los pensamientos, todas las emociones a medida que surgen de momento a momento, para aprenderlo todo sobre ello. Entonces veréis, al observar por completo, que no hay ningún proceso que dilate expresamente el periodo de descondicionamiento; él está ahí inmediatamente, y, por lo tanto, no hace falta esfuerzo alguno.
Pregunta: ¿Cómo puede la gente, incluyéndome yo mismo, tener este amor por la realidad?
Krishnamurti: No podéis tenerlo, señor; no podéis comprarlo. Para los que no conocen el amor, ningún sacrificio ni intercambio lo traerá ¿Cómo conseguís el amor? ¿Por la práctica, por el esfuerzo, porque se os diga día tras día, año tras año, que améis? La mera bondad no es amor; pero el amor incluye la bondad, la amabilidad, el interés por otro. Como veis, el amor no es un resultado final; y en el amor no hay apego. El amor sólo viene cuando no hay temor. Puede uno estar casado, vivir con una familia y amar sin apeno. Pero eso es increíblemente arduo; eso requiere vigilar todo el tiempo.
Pregunta: ¿Es distinta la energía que se necesita para descubrir acerca de la muerte, de la que se requiere para la meditación?
Krishnamurti: El otro día explicaba que, para vivir con la muerte o para vivir con cualquier cosa con vuestra esposa, con vuestro marido, vuestros hijos, vuestro prójimo- necesitáis energía. La necesitáis para vivir con una cosa bella o con una cosa fea. Si no tenéis energía para vivir con la belleza, os habituáis a ella; y si no tenéis energía para vivir con algo feo, esa fealdad os corrompe, os corroe. Y del mismo modo, para vivir con la muerte, que es morir para todo, cada día, cada minuto, hace falta energía. Y entonces no hay miedo de la muerte, cosa que examinamos el otro día. Y esa misma energía se necesita en la comprensión de sí mismo. ¿Cómo podéis comprenderos a vosotros mismos si no tenéis la energía para ello? Y esta energía surge cuando no hay temor, ni apego a vuestra propiedad, a vuestro marido, esposa, hijos, país, dioses y creencias. Esta energía no es algo que pueda medirse poco a poco; tenéis que tenerla por completo para penetrar en esto. No hay diferencia entre energías: sólo hay energía.
Pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre concentración y atención?
Krishnamurti: Este señor quiere saber qué diferencia hay entre concentración y atención. Entraré en ello muy sucintamente. Donde hay concentración hay un pensador, y el pensador se separa a sí mismo del pensamiento, y por consiguiente tiene que concentrarse en el pensamiento para producir en este último un cambio. Pero el pensador mismo es resultado del pensamiento. El pensador no es diferente del pensamiento. Si no hay pensar, no hay pensador.
Ahora bien, en la atención no hay pensador, no hay observador; la atención no es desde un centro. Experimentad con esto; escuchad todo lo que os rodea; oíd los diversos ruidos, el movimiento de las personas mientras uno está hablando, sacando un pañuelo, mirando un libro, todo lo que está pasando ahora. En esa atención no hay pensador, y por o tanto no hay conflicto, ni contradicción, ni esfuerzo. Observar exteriormente es bastante fácil, pero estar atento interiormente a cada pensamiento, cada gesto, cada palabra y sentimiento, requiere energía. Y cuando estáis tan atento, habéis terminado con todo el mecanismo del pensar; y sólo entonces es posible ir más allá de la conciencia.
El Estado Creativo de la Mente.
8ª Conversación en Paris 21 de Septiembre de 1961
Jiddu Krishnamurti, El Estado Creativo de la Mente, conversaciones de J. Krishnamurti en Europa. Incluidas en el libro “There is No Thinker, only Thought”. Jiddu Krishnamurti en español.