El Estado Creativo de la Mente.
5ª Conversación en Paris 14 de Septiembre de 1961
Creo que sería bueno el que pudiéramos experimentar de hecho aquello de que voy a hablar. Para la mayoría de nosotros, la experiencia es cosa muy casual. Respondemos en forma tímida, lánguida, a cualquier reto; hay vacilación, miedo de lo que pueden ser las consecuencias. Nunca respondemos a un reto completamente, con todo nuestro ser. Hay pues siempre una falta de atención total cuando hay un reto, y por consiguiente nuestras respuestas son muy limitadas, restringidas; nunca son libres, completas. Tenemos que haber notado esto, y creo que es muy importante considerarlo cuidadosamente, porque tenemos muchísimas experiencias a lo largo del día, pasan por nosotros muchas influencias, dejando cada una su señal. La palabra casual, un gesto, una idea, una frase o mirada pasajera, todas estas cosas dejan su marca, y nunca prestamos toda nuestra atención a ninguna de ellas. Para experimentar cualquier cosa completamente tiene que haber atención total; y podemos ver que la atención es muy diferente de la concentración. La concentración es un proceso de exclusión, una reducción, una eliminación, mientras que la atención incluye todo.
Como voy a hablar de algo que es bastante complejo, creo que deberíamos darnos cuenta de que el experimentar reclama atención total; no solamente escuchar las palabras, sino experimentar efectivamente la cosa. Escuchar es muy difícil. Apenas escuchamos nunca nada: un pájaro, una voz, al marido, a la esposa o al hijo; sólo recibimos descuidadamente unas pocas palabras y desechamos el resto, siempre interpretando, cambiando, condenando y escogiendo. Escuchar reclama cierta cualidad de plena atención, en que no pasa nada de eso, y en que ponéis todo vuestro ser para descubrir.
De modo que, para examinar el temor, de lo que voy a hablar ahora con vosotros, para indagarlo bastante profundamente, hace falta sostenida atención, no escuchar unas pocas frases solamente y luego desviaros para pensar sobre vuestras propias ideas y problemas, sino pasar de hecho por todo el problema del temor, hasta el mismo fin. Ser realmente serio es tener la capacidad de ir hasta el fin mismo de cualquier cuestión, sean las que fueren las consecuencias o el resultado final.
Deseo hablar sobre el miedo, porque el miedo falsea todos nuestros sentimientos, nuestros pensamientos y nuestras relaciones. Es el temor el que nos hace acudir, a la mayoría de nosotros, a lo que se llama espiritual; es el temor el que nos empuja hacia las soluciones intelectuales ofrecidas por tanta gente; es el temor el que nos hace hacer toda clase de cosas raras o peculiares. Y me pregunto si jamás hemos experimentado de hecho el temor, no el sentimiento que surge antes o después de un acontecimiento. ¿Existe el temor, en sí mismo? ¿O es que sólo existe el temor cuando se piensa en el mañana o el ayer, en lo que ha pasado o en lo que pasará? ¿Existe jamás temor en el presente activo, viviente? Cuando os enfrentáis con la cosa de la cual decís que tenéis miedo, ¿hay temor en ese efectivo momento?
Para mí, es muy importante esta cuestión del temor; porque a menos que la mente esté total, completa, absolutamente libre de toda clase de temor temor de la muerte, de la opinión pública, de la separación, de no ser amado, ya conocéis los muchos tipos y variedades de temor a menos que la totalidad de la conciencia esté libre de temor, es imposible llegar muy lejos. Puede uno esforzarse ansiosamente en el encierro del propio cerebro; pero para penetrar muy, muy profundo en sí mismo y ver lo que hay ahí y más allá, no tiene que haber miedo de ninguna clase; ni el miedo a la muerte, ni a la pobreza, ni el de no lograr algo.
El temor, por su misma naturaleza, inevitablemente impide la indagación; y a menos que la mente, todo el ser, esté libre de temor, no sólo de los temores conscientes, sino de los temores hondos, secretos, ocultos, de los que apenas se da uno cuenta, no habrá posibilidad de descubrir qué es realmente eso, lo que es verdadero, lo ‘factual’, y si de hecho existe ese sentido de lo sublime, de lo inmenso, de que ha estado hablando el hombre durante siglos y más siglos.
Creo que es posible estar enteramente libre de temor, no durante un periodo, no de manera fortuita, sino estar literalmente libre de él por completo. La experiencia de ese estada total sin temor es lo que quiero indagar con vosotros.
Quiero aclarar que no estoy hablando de memoria, no he pensado de antemano la cuestión del temor para venir aquí a repetir lo que he ensayado. Eso sería horriblemente fastidioso para mí y para vosotros. También yo estoy indagando. Tiene que ser cada vez nuevo, y espero que vosotros emprendáis el viaje de la indagación conmigo, y no os intereséis sólo en vuestra particular clase de temor, ya se trate de la. oscuridad, del médico, del infierno, de la enfermedad, de Dios, de lo que puedan decir vuestros padres, de lo que diga la esposa, el marido, o de cualquiera de las docenas de clases de temor. Estamos investigando la naturaleza del temor y no alguna expresión particular de él. Ahora bien, el lo examináis, veréis que sólo hay temor cuando el pensamiento se detiene en el ayer o el mañana, en el pasado o el futuro. El verbo activo nunca es temeroso, pero en el pasado o el futuro del verbo siempre hay temor. No hay miedo en el efectivo presente; y es una cosa extraordinaria descubrir esto por nosotros mismos. No hay miedo de ninguna clase cuando existe el real momento viviente, el presente activo. De manera que el pensamiento es el origen del miedo, el pensamiento del mallara o del ayer. La atención está en el presente activo. El pensamiento de lo que pasó ayer o de lo que sucederá mañana es desatención, y la desatención engendra temor, ¿no es así? Cuando puedo poner toda mi atención en cualquier cosa, sin reservas, sin negarla, sin juzgarla ni evaluarla, en ese catado de atención no hay miedo. Pero si hay desatención, esto es, si digo: ‘¿qué pasará mañana?’, o si estoy atrapado en lo que pasó ayer, entonces eso engendra temor. La atención es el presente activo. El temor es el pensamiento aprisionado en el tiempo. Cuando os veis enfrentado con algo real, efectivo, cuando hay peligro, en ese momento no hay pensamiento, actuáis. Y esa acción puede ser positiva o negativa.
El pensamiento es, pues, tiempo; no tiempo según el reloj, sino el tiempo psicológico del pensamiento. El tiempo engendra pues temor: el tiempo como distancia de aquí allí, que es el proceso de llegar a ser algo; el tiempo como las cosas que he dicho y hecho ayer, las cosas ocultas que no quiero que sepa nadie; el tiempo como lo que ocurrirá mañana, lo que será de mí cuando muera.
El pensamiento es pues tiempo. Y en el presente activo ¿hay tiempo, y hay pensamiento? Podemos ver ¿no es así?, que el miedo sólo existe cuando el pensamiento se proyecta hacia adelante o hacia atrás, y que el pensamiento es resultado del tiempo: tiempo como devenir o no devenir; tiempo como realización o frustración. No estamos hablando del tiempo cronológico; es evidente que sería desequilibrado y tonto el tratar de prescindir de este. Estamos hablando del tiempo como pensamiento. Si eso está claro, entonces tenemos que entrar en la cuestión de qué es el pensamiento, qué es pensar. Y espero que no estéis meramente escuchando las palabras, sino que escuchéis realmente el reto de lo que se está diciendo, y respondáis por vosotros mismos. Pregunto qué es el pensar. A menos que conozcáis el mecanismo del pensar y que hayáis penetrado en él muy profundamente, no podréis contestar, vuestra respuesta será inadecuada. Y si vuestra respuesta es inadecuada habrá conflicto, y al tratar de eludir el conflicto, se elude el hecho el hecho de que no sabéis. En cuanto comprendéis que no tenéis respuesta, que no sabéis, hay miedo. Me pregunto si segáis todo esto.
¿Qué es, pues, el pensar? Obviamente, el pensar es la reacción entre reto y respuesta ¿no es así? Os pregunto algo, y hay un intervalo de tiempo antes de responder: En ese intervalo el pensamiento está activo, buscando una respuesta. Es bastante sencillo escuchar esta explicación; pero experimentar de hecho por vosotros mismos el proceso del pensar, entrar en la cuestión de cómo responde el cerebro a un reto y qué es el proceso de producir la respuesta, requiere activa atención ¿no es así? Por favor observad vuestra respuesta a la pregunta: ¿qué es pensar?. ¿Qué es lo que sucede? No podéis responder; nunca lo habéis observado para descubrir; estáis esperando alguna respuesta de vuestra memoria. Y en ese lapso, en el intervalo entre la pregunta y la respuesta está el proceso del pensar, ¿no es así? Si os pregunto algo con lo que estáis familiarizado, como vuestro nombre, respondéis instantáneamente, porque tras constante repetición sabéis la respuesta muy bien. Si uno pregunta algo un poco más serio, hay un intervalo de tiempo de varios segundos, ¿verdad?, durante el cual se pone el cerebro en movimiento y busca la respuesta en la memoria. Si se hace una pregunta mucho más compleja, el intervalo de tiempo es mayor, pero el proceso es el mismo: mirar en la memoria, buscar las palabras acertadas, hallarlas y luego responder. Seguid esto despacio, por favor, porque es realmente muy entretenido e interesante observar cómo se desarrolla este proceso. Todo ello forma parte del conocerse a sí mismo.
Se puede también hacer una pregunta tal como ‘¿cuántos kilómetros hay de aquí a Nueva York?’, a la cual, después de rebuscar en la memoria, tenéis que decir: ‘no sé, pero puedo averiguarlo’. Esto lleva más tiempo. Y puede uno hacer una pregunta a la cual tenéis que decir. ‘no sé la respuesta’; pero, al mismo tiempo, estáis esperándola, esperando que os la digan. Hay pues la pregunta familiar y la inmediata respuesta; la pregunta menos familiar, que lleva un poco de tiempo; aquella en que hay algo de que no estáis seguros, pero que podéis descubrir, lo que también lleva tiempo; y la que tiene algo que no sabéis, pero pensáis que si esperáis tendréis una respuesta.
Ahora bien, si se hace la pregunta: ‘¿hay Dios, o no?’, ¿qué ocurre? No se encuentra respuesta en la memoria, ¿verdad? Aunque os guste creer, aunque se os haya dicho, tenéis que dejar de lado todos esos disparates. No nos sirve la investigación en la memoria; no sirve de nada esperar a que se os diga, porque nadie puede decíroslo, y el intervalo de tiempo no es ya útil. Sólo hay el hecho en el presente activo, la certeza absoluta de que no sabéis. Este estado de no saber es atención completa, ¿no es así? Y todas las demás formas de saber o no saber provienen del tiempo y del pensamiento, y son inatención.
Al seguir todo esto, ¿estáis aprendiendo? Por cierto, el aprender implica no saber. El aprender no es aditivo, no podéis acumularlo. En el proceso de reunir, de acumular, meramente estáis añadiendo conocimiento, lo cual es estático. Mientras que el aprender está constantemente cambiando, moviéndose, viviendo.
Por consiguiente, ¿qué ocurre si estáis aprendiendo con respecto al temor? Estáis persiguiendo al temor, ¿no es así? Vais tras del temor, y no el temor tras de vosotros. Y entonces encontráis que no existe eso de ‘vosotros y el temor’; no hay tal división. Así, la atención es el presente activo, en el cual la mente, el cerebro, dice: ‘no lo sé en absoluto’. Y en ese estado no hay miedo. Pero hay miedo cuando decís: ‘no sé, mas lo espero’. Creo que este es un punto muy decisivo para la comprensión. Vamos a verlo de otro modo.
Después de todo, el temor surge cuando estáis buscando seguridad, exterior o interior; cuando queréis un estado que sea permanente, duradero, estable, en las relaciones, en las cosas de este mundo, en la certeza que da el conocimiento, en la experiencia emocional. Y finalmente decimos que existe Dios, que es absoluta, eternamente permanente, y que en él podemos hallar una paz, una seguridad imperturbable. Cada uno está buscando seguridad en una u otra forma, y ya sabéis cómo juega uno con todo ello: buscando seguridad en el amor, en la propiedad, en la virtud, prometiéndose ser bueno, no ser sexual. Todos conocemos los horrores involucrados en la abierta o secreta busca de seguridad. Y eso es temor, porque nunca habéis descubierto si hay seguridad. No lo sabéis. Uso estas palabras en el sentido de que es un hecho que absoluta y completamente no lo sabéis. No sabéis si hay Dios o no. No sabéis si habrá otra guerra o no. No sabéis lo que va a ocurrir mañana. No sabéis si existe algo permanente interiormente. No sabéis lo que va a pasar en vuestras relaciones, con vuestra esposa, con vuestro marido, con vuestros hijos. No lo sabéis, pero tenéis que averiguar, ¿verdad? Tenéis que descubrir por vosotros mismos que no sabéis. Y ese estado de no saber, ese estado de completa incertidumbre no es temor; es plena atención, en la cual podéis descubrir.
Vemos, pues, que la totalidad de la conciencia, toda ella que incluye lo superficial, lo consciente, lo oculto, y las mayores profundidades del residuo racial, los motivos, todo lo que es pensamiento- es esencialmente temor. Aunque pueda haber ciertas formas de placer, de dolor, diversión, alegría y todo lo demás, veréis que es resultado del tiempo. La conciencia es tiempo, es el resultado de muchos días, meses, años y siglos. Vuestra conciencia como francés, históricamente ha requerido muchas generaciones de propaganda. El hecho de que seáis cristiano, católico o lo que sea, ha requerido dos mil años de propaganda, durante los cuales se os ha hecho creer, pensar, funcionar y actuar dentro de cierta norma que llaméis cristiana. Y no tener ninguna creencia, el ser como nada, parece muy temible. De modo que la conciencia total es temor. Eso es un hecho y no podéis estar meramente de acuerdo o en desacuerdo con un hecho.
Ahora, bien, ¿qué ocurre cuando os enfrentáis con un hecho? o tenéis opiniones sobre el hecho, o sólo lo observáis. Si tenéis opiniones, juicios, evaluaciones del hecho, entonces interviene el tiempo, porque vuestra opinión es del tiempo, del ayer, lo que habéis sabido anteriormente. El ver de hecho es el presente activo, y en ese ver no hay temor. No os estoy hipnotizando al decir que no hay temor. Este es un hecho real. Es la vivencia de un hecho efectivo que libera del temor la conciencia total. Espero no estéis demasiado cansados y estéis vivenciando esto, porque no podéis llevarlo a casa para pensarlo; entonces no tiente valor. Lo que tiene valor es encararlo directamente y penetrar en ello. Entonces veréis que todo vuestro mecanismo pensante, con sus conocimientos, sutilezas, defensas y negaciones, todo eso es pensamiento y la causa efectiva del temor. Y vemos también que cuando hay total atención, no hay pensamientos; hay mera percepción, ver.
Cuando hay atención, hay completa quietud; porque en esa atención no hay exclusión. Cuando el cerebro puede estar en completa quietud, no dormido sino activo, sensible, vivo, en ese estado de atenta quietud, no hay temor. Entonces hay una calidad de movimiento que no es pensamiento en absoluto, ni es impresión, emoción o sentimiento. No es una visión, una ilusión; es una clase de movimiento totalmente distinta, que lleva a lo Innombrable, a lo Inconmensurable, a la Verdad.
Pero infortunadamente no estáis realmente escuchando, vivenciando, porque no habéis penetrado de hecho en ello; no habéis llegado a inquirir hasta ahí. Por tanto, pronto el miedo os invadirá de nuevo y os abrumará. Tenéis, pues, que penetrar en él; y a medida que penetréis, él se irá disolviendo. Esa es la base. Y cuando hayáis puesto los cimientos, nunca buscaréis, porque toda busca de la realidad se basa en el temor. Cuando la mente, el cerebro, esté libre de temor, entonces descubriréis.
Pregunta: He leído un libro vuestro sobre educación. ¿No podríamos fundar una escuela de esa clase mientras estéis aquí en París?
Krishnamurti: Ante todo, señores, hemos estado hablando del temor, no de fundar escuelas. Si queréis fundar una escuela de esa clase, es cosa vuestra, no mía, porque yo me iré a fines de la semana próxima. Y las escuelas no se fundan tan fácilmente. Tiene que haber fuego tras de ello. Esta pregunta es correcta en su propio lugar; pero tal vez podamos hacer preguntas más pertinentes.
Pregunta: ¿Por qué tienen temor los niños?
Krishnamurti: ¿No es la pregunta: por qué tenéis temor vosotros? Es bastante evidente por qué tienen miedo los niños: Están rodeados por una sociedad que se basa en el miedo. Los padres están atemorizados; y el niño necesita esencialmente seguridad, y cuando se ve privado de ella, tiene temor. Como veis, no estáis enfrentando el hecho de que tenéis temor.
Pregunta: ¿Es posible hallarse siempre en el estado de plena atención que excluye el miedo?
Krishnamurti: En la atención no hay exclusión; no es un proceso de resistencia. Hemos entrado en la cuestión del temor y vimos que no hay temor cuando estáis atendiendo. En la atención no hay un proceso de pensamiento excluyente. Podéis utilizar el pensamiento, pero no hay exclusivismo. No sé si veis lo que digo. Estoy atendiendo; en el momento estoy ahí completamente. Pero estoy utilizando palabras para comunicar. El uso de las palabras se limita a eso solamente, a la comunicación, y no a la vivencia del hecho mismo.
Y hay la cuestión de si podemos mantener plena atención. ‘Mantener’ implica tiempo, y por lo tanto ya habéis destruido la atención. Si cesa la atención, dejadla, y dejad que surja. No digáis: ‘tengo que mantenerla’; pues eso significa esfuerzo, tiempo, pensamiento, y todo lo demás.
Pregunta: ¿Está relacionada toda la memoria con el conocimiento, o es ese silencio una memoria de distinta clase?
Krishnamurti: Todo el proceso de conocer de reunir experiencia, se convierte en memoria, que es tiempo. Conocemos el proceso mecánico de acumular memoria. Cada experiencia incomprendida, incompleta, deja su huella, a la que llamamos memoria.
Y ¿es esa quietud una memoria de clase diferente? No tiene nada que ver en absoluto con la memoria. Esta implica ¿no es así?, continuidad: el pasado, el presente y el futuro. La quietud no tiene continuidad; y es importante comprender esto. Puede uno inducir, disciplinar el cerebro para que esté quieto, y esa disciplina tiene continuidad; pero la quietud que es resultado de la disciplina, de la memoria, no es quietud en absoluto.
Hablamos de una quietud que llega sin invitación, cuando no hay miedo de ninguna clase, manifiesto o secreto. Y cuando existe esa quietud, que es una absoluta necesidad, y que no es de la memoria, entonces hay una clase de movimiento del todo diferente.
El Estado Creativo de la Mente.
5ª Conversación en Paris 14 de Septiembre de 1961
Jiddu Krishnamurti, El Estado Creativo de la Mente, conversaciones de J. Krishnamurti en Europa. Incluidas en el libro “There is No Thinker, only Thought”. Jiddu Krishnamurti en español.