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El Estado Creativo de la Mente.

8ª Conversación en Saanen 10 de Agosto de 1961

Hablábamos ayer sobre la manera de meditar, y cómo, si hay libertad, la mente puede ahondar mucho en sí misma. Y quisiera esta mañana, si es posible, considerar varias cosas: en primer lugar, el temor, y después el tiempo y la muerte. Creo que están relacionadas entre sí y que, sin comprender uno, no es posible en modo alguno que comprendamos los otros. Sin comprender todo el proceso del temor, no podremos percibir lo que es el tiempo; y en el proceso de comprender el tiempo, podremos penetrar en esta extraordinaria cuestión de la muerte. La muerte tiene que ser un hecho muy extraño. Tal como es la vida, con su abundancia, su riqueza, sus variedades, su plenitud, así tiene que ser la muerte. Por cierto, la muerte debe traer consigo novedad, frescura, inocencia. Mas, para comprender esa vasta cuestión, es evidente que la mente ha de estar libre de miedo.

Cada uno de nosotros tiene muchos problemas, no solamente externos sino también internos, y estos pesan más que aquellos. Si comprendemos los problemas internos, si penetramos en ellos profundamente, entonces los exteriores se tornan muy sencillos y claros. Pero el problema exterior no es diferente del problema interior. Es el mismo movimiento, como la marea oceánica que va y vuelve de nuevo. Y si sólo seguimos el movimiento hacia fuera y nos quedamos ahí, no podremos comprender el movimiento hacia dentro de esa marea; ni comprenderemos el movimiento interno si meramente eludimos, si abandonamos la comprensión de lo externo. Es el mismo movimiento, que llamamos exterior e interior.

La mayoría de nosotros estamos preparados para ver la marea exterior, el movimiento que va hacia fuera; y en esa dirección los problemas aumentan cada vez mas. Y sin comprender esos problemas, no es posible el movimiento interno, la mirada hacia dentro.

Desgraciadamente, tenemos a la vez problemas externos: sociales, económicos, políticos, religiosos, y también los internos, sobre lo que hay que hacer, cómo comportarse, cómo responder a los diversos retos de la vida. Parece que, sea lo que fuere que toquemos, en lo externo o en lo interno, se producen más problemas, más desdichas, más confusión. Creo que es bastante claro para la mayoría de los que vigilarnos, observamos, vivimos, que cualquier cosa que toquemos con las manos, las mentes o los corazones, aumenta nuestros problemas: hay mayor miseria, mayor confusión. Y creo qué todos nuestros problemas pueden comprenderse cuando comprendemos el temor.

No estoy usando esa palabra, ‘comprender’, en forma intelectual ni verbal, sino que hablo de ese estado de comprensión que surge cuando percibimos, cuando vemos el hecho, no sólo visualmente, sino en lo interno. Ver el hecho implica un estado en que no hay justificación ni condenación, sino sólo una observación, el ver una cosa sin interpretación. Porque toda interpretación falsea. La comprensión es instantánea cuando no hay justificación, condenación ni interpretación.

Para la mayoría de nosotros esto es difícil, porque creemos que la comprensión es cuestión de tiempo, cuestión de comparar, de acumular más información, mas conocimiento. Pero la comprensión no requiere ninguna de esas cosas. Requiere sólo esto: la percepción directa, el ver recto, sin ninguna interpretación ni comparación. De modo que, sin comprender el temor, se acrecientan invariablemente nuestros problemas.

Ahora bien, ¿qué es el temor? Cada cual tiene su propia serie de temores. Puede uno tener miedo de la oscuridad, miedo de la opinión pública, de la muerte, de no tener éxito en la vida; miedo de la frustración, de no poder realizar, da no tener capacidad, de sentirse inferior. A cada giro de la mente, existe el temor; cada susurro del pensamiento, consciente o inconscientemente crea esa cosa terrible llamada el temor.

¿Qué es, pues, el temor? Y os ruego que os hagáis esta pregunta a vosotros mismos. ¿Es algo aislado, separado, sin relación, o está siempre relacionado con algo? Espero que comprenderéis lo que quiero decir, porque no estamos haciendo psicoanálisis. Tratamos de descubrir si es posible liberar por completo a la mente del temor, no poco a poco, sino entera y completamente. Y, para descubrir eso, tenemos que averiguar qué es el temor, cómo surge; y para descubrir a su vez esto, tenemos que inquirir sobre el pensamiento, no sólo el pensar consciente, sino también el inconsciente, las profundas capas de nuestro propio ser. Por cierto, el indagar en lo inconsciente no es un proceso de análisis; porque, cuando analizáis u otro analiza, siempre está el observador, el analista que analiza, y por lo tanto hay división, disimilitud, y por eso hay conflicto.

Quiero descubrir cómo surge el temor. No sé si nos damos cuenta de nuestros propios temores, y de cómo Bordamos cuenta de ellos. ¿Somos conscientes meramente de una palabra, o es que estamos en contacto directamente con lo que causa el temor? ¿Es fragmentaria la cosa que produce el temor? ¿O es una cosa total, que tiene diversas expresiones de temor? Yo puedo temer la muerte; vosotros podéis temer a vuestro vecino, a la opinión pública; otro puede temer ser dominado por la esposa, o ella por el marido; pero la causa tiene que ser una sola. Por cierto, no hay varias causas distintas que produzcan diversos tipos de temor. Y ¿librará a la mente del temor el descubrir la causa de este? Saber, por ejemplo, que tengo miedo de la opinión pública, ¿libra eso del miedo a la mente? El descubrimiento de la causa del temor no nos libera del temor.

Por favor, comprended esto un poquito; no tenemos tiempo de entrar en ello con gran detalle, porque esta mañana tenemos que abarcar un vasto campo.

El conocer la causa, o las innumerables causas que engendran temor, ¿vaciará eso la mente de temor? ¿O es que hace falta algún otro elemento?

Al indagar sobre lo que es el temor, no sólo tiene uno que darse cuenta de las reacciones externas, sino también de lo inconsciente. Utilizo esa palabra, ‘inconsciente’, de una manera muy sencilla, no filosófica, psicológica ni analítica. Lo inconsciente son los motivos ocultos, los pensamientos sutiles, los secretos deseos, las compulsiones, impulsos, exigencias. Pero ¿cómo examina u observa uno lo inconsciente? Es bastante sencillo observar lo consciente a través de sus reacciones de agrado y desagrado, pena y placer; pero ¿cómo investiga uno lo inconsciente, sin la ayuda de otro? Porque si tenéis la ayuda de otro, ese otro puede tener prejuicios, estar limitado, de modo que él falsea lo que interpreta. Así pues, ¿cómo va uno a examinar esta cosa enorme llamada la mente oculta, sin interpretación; mirarla, observarla, abarcarla totalmente, y no por partes? Porque si la examináis por partes, cada examen deja su propia marca, y con esa marca examináis la parte siguiente, produciendo así aún mayor distorsión. Por consiguiente, no hay ninguna claridad mediante el análisis. Me pregunto si captáis aquello de que estoy hablando.

Podemos ver, seguramente, que el descubrimiento de la causa del temor no libera a la mente del tensor, y que tampoco el análisis nos libera de él. Tiene que haber una total comprensión, una completa revelación de la totalidad de lo inconsciente; y ¿cómo se pone uno a ello? ¿Veis el problema?

Seguramente, lo inconsciente no puede examinarse a través de la mente consciente. La mente consciente es una cosa reciente reciente en el sentido de que ha sido condicionada para ajustarse al medio ambiente; ha sido recientemente moldeada por la educación para adquirir ciertas técnicas con el fin de vivir, de lograr ganarse la vida; ha cultivado recuerdos y puede hacer, por lo tanto, una vida superficial en una sociedad intrínsecamente corrupta y estúpida. La mente consciente puede ajustarse, y su función es hacerlo. Y cuando no es capaz de ajustarse al ambiente, hay una neurosis, un estado de contradicción, etc. Pero la mente educada, reciente, no puede en modo alguno inquirir en lo inconsciente, que es viejo, que es el residuo del tiempo, de todas las experiencias raciales. Lo inconsciente es el repositorio del infinito conocimiento de las cosas que han sido. Así pues, ¿cómo va a examinarlo la mente consciente? No lo puede, por estar tan condicionada, tan limitada por el conocimiento reciente, por los recientes incidentes, experiencias, lecciones, ambiciones y ajustes. Esta mente consciente no puede en manera alguna ver lo inconsciente, y creo que esto es bastante fácil de comprender. Por favor, esto no es cuestión de asentir o disentir; si empezamos con eso de ‘tenéis razón’ o ‘estáis muy equivocado’, entonces eso carecerá de sentido, estaremos perdidos. Si ve uno inmediatamente el significado de esto, entonces no hay asentimiento ni disentimiento, porque está uno indagando.

Ahora bien, ¿qué es necesario si ha de examinar uno lo inconsciente- para sacar todo el residuo, para limpiar el inconsciente totalmente, de manera que él no cree todas las contradicciones que engendran conflicto? ¿Cómo va uno a proceder para indagar en lo inconsciente, sabiendo que una mente instruida no es capaz de examinarlo, ni tampoco el analista, cuyo examen es fragmentario? ¿Cómo va uno a examinar esta mente extraordinaria que tiene tan vastos tesoros, que es el depósito de las experiencias, de las influencias raciales y climáticas, de la tradición, de las incesantes impresiones? ¿Cómo va uno a sacar todo ello a luz? ¿Lo sacaréis fragmentariamente, o ha de extirparse totalmente? Si no comprendéis el problema, entonces carece de sentido seguir inquiriendo. Lo que digo es que si lo inconsciente ha de examinarse por partes, entonces eso no tiene fin, porque el hecho mismo de examinar e interpretar fragmentariamente refuerza las capas de la mente oculta. Hay que examinarlo como un cuadro completo. Por cierto, el amor no es fragmentario; no puede dividirse en divino y profano, ni ponerse en diversas categorías de respetabilidad. El amor es algo total, y una mente que divide el amor, jamás puede saber lo que él es. Para sentir, para comprender el amor, es preciso no abordarlo fragmentariamente.

De modo que si eso está realmente claro que la totalidad no puede ser comprendida a través de las partes-, entonces se sabrá producido un cambio, ¿no es verdad? No sé si veis lo que quiero decir.

Ahora bien, la mente inconsciente debe ser abordada negativamente, porque no sabéis qué es. Sabemos lo que otras personas han dicho sobre ella, y ocasionalmente sabemos de ella a través de las intimaciones, las insinuaciones. Pero no conocemos todas sus vueltas y revueltas, la extraordinaria calidad de lo inconsciente, todas las raíces. Por tanto, para comprender algo que no conocemos, tiene uno que abordarlo negativamente, con una mente que no esté buscando una respuesta.

El otro día hablamos sobre el pensar positivo y el pensar negativo. Dije que el pensar negativo es la más elevada forma de pensar; y que todo pensar, tanto positivo como negativo, es limitado. El pensar positivo nunca es libre; pero el negativo puede serlo. Por lo tanto, la mente negativa, mirando a lo inconsciente, que no conoce, está en relación directa con él.

Mirad, esto no es alguna cosa extraña, un nuevo culto, una nueva manera de pensar; todo eso es falto de madurez, infantil. Mas cuando uno quiere descubrir por sí mismo con respecto al temor, y librarse totalmente de él, no en partes sino por completo, entonces tiene que indagar las profundidades de la propia mente. Y esa indagación no es un proceso positivo. No hay instrumento alguno que la mente pueda crear o fabricar para excavar. Todo lo que la mente superficial puede hacer es estar quieta, dejar de lado voluntariamente, con facilidad, todo su conocimiento, sus capacidades, sus dones, ser independiente de todas sus técnicas. Cuando hace eso, se encuentra en un estado negativo. Para hacerlo, tiene uno que comprender el pensamiento.

¿No engendra temor el pensamiento, la totalidad del pensamiento, y no simplemente uno o dos pensamientos? Si no hubiera ningún mañana, o el próximo minuto ¿habría temor? Morir para el pensamiento es la terminación del temor. Y toda conciencia es pensamiento.

Llegamos, pues, a lo que se llama el tiempo. ¿Qué es el tiempo? ¿Existe el tiempo? Hay tiempo según el reloj, y nosotros creemos que hay también tiempo interno, psicológico. ¿Pero hay tiempo aparte del tiempo cronológico? Es el pensamiento que crea el tiempo; porque el pensamiento mismo es producto del tiempo, de muchos ayeres: ‘He sido aquello, soy esto, y seré eso’. Para ir a la Luna, hace falta tiempo; toma muchos días, muchos meses, construir el cohete; y también requiere tiempo adquirir el conocimiento sobre la manera de construirlo. Pero todo eso es tiempo mecánico, tiempo medido por el reloj. El ir a la Luna implica distancia, y la distancia está también dentro del campo del tiempo, dentro del campo de las horas, los días, los meses; pero fuera de este tiempo ¿existe acaso el tiempo? Seguramente, es el pensamiento que ha creado el tiempo. Existe el pensamiento: tengo que volverme más inteligente, tengo que descubrir cómo competir, tengo que tratar de alcanzar éxito; ¿cómo voy a ser respetable, cómo voy a subyugar mis ambiciones, mi cólera, mis brutalidades? Y este incesante proceso del pensar, que forma parte del cerebro mecánico, engendra el tiempo. Pero ¿existe el tiempo si cesa el pensamiento? ¿Seguís esto? Si el pensamiento cesa, ¿hay temor? Digamos que temo la opinión pública lo que la gente diga sobre mí, lo que piensen de mí. Ese pensar acerca de ello engendra temor. Si no hubiera pensamiento, no me importaría un bledo la opinión pública, y por lo tanto no habría temor. Empiezo, pues, a descubrir que el pensamiento crea temor, que el pensamiento es el resultado del tiempo. Y el pensamiento, que es el resultado de muchos ayeres, modificado por todas las experiencias del presente, crea el futuro, que sigue siendo pensamiento.

De modo que todo el contenido de la conciencia es un proceso de pensamiento; por consiguiente está confinado dentro del tiempo. Espero que estéis siguiendo todo esto.

Ahora bien, ¿puede la mente estar libre del tiempo? No digo estar libre del tiempo cronológico eso sería estar loco, ser mentalmente desequilibrado. Hablo del tiempo como logro, como éxito, ser algo mañana, llegar o no llegar a ser; como realización y frustración, el desprenderse de alguna cosa y adquirir otra. Lo cual significa que la cuestión es: ¿puede el pensamiento que es la totalidad de la conciencia, lo revelado y lo no revelado- morir por completo, dejar de ser? Cuando ello ocurra, habréis comprendido la totalidad de la conciencia.

Así pues, morir para el pensamiento para el pensamiento que conoce placeres, que sufre, para el pensamiento que conoció la virtud, la relación personal, que había llegado a ser y se había expresado de varios modos, siempre dentro del campo del tiempo-, es ciertamente, muerte total. No hablo de la muerte mecánica, orgánica, corporal. Los médicos pueden acaso inventar alguna droga que haga posible la continuación de la existencia orgánica durante 150 ó 200 años. ¡Dios sabe para qué! Pero esto no hace al caso. Lo que importa es el morir en el cual no hay temor.

¿Puede, pues, la mente morir para todo lo que ha conocido, para el pasado ya que eso es la muerte? Eso es lo que nos amedrenta a todos: la muerte, la cesación repentina, en la que no hay argumentación. No podéis argüir con la muerte: es el fin. Y cesar significa morir para el pensamiento, y por lo tanto para el tiempo.

No sé si habéis acaso experimentado con esto. Es bastante fácil morir para el sufrimiento; todos quieren eso. Pero ¿no es posible morir para los placeres, para las cosas que habéis acariciado, los recuerdos que os dan estímulo, que os dan un sentimiento de bienestar, morir para todo aquello que está dentro del tiempo? Si habéis intentado, si lo habéis hecho, entonces veréis que la muerte tiene un sentido por completo distinto de la muerte por decadencia.

Como sabéis, no morimos para todo ello; en vez de esto, de momento a momento decaemos, nos corrompemos, nos deterioramos, nos consumimos. Morir implica no tener continuidad de pensamiento. Podéis decir: ‘eso es muy difícil de hacer, y, si uno lo ha hecho, ¿para qué sirve?’ No es difícil, pero requiere enorme energía. Requiere una mente que sea joven, fresca, sin miedo, y, por lo tanto, libre del tiempo. Y ¿qué valor tiene esto? Acaso ningún valor utilitario; morir para el pensamiento y por tanto para el tiempo significa descubrir la creación creación que es destruir y crearlo todo de nuevo; a cada instante. En eso no hay deterioro, no hay un consumirse. Es sólo el pensamiento el que se marchita, el pensamiento que crea el centro del ‘yo’ y del ‘no yo’- sólo eso es lo que conoce decadencia.

Así pues, morir para todo lo que la mente ha acumulado, reunido, experimentado, cesar en el instante, es creación, en la que no hay continuidad. Lo que tiene continuidad está siempre decayendo. No sé si habéis observado este perpetuo anhelo de continuidad, que tenemos la mayoría de nosotros, el deseo de que tenga continuidad una relación particular entre el marido y la esposa, el padre y el hijo, y todo lo demás. La relación, cuando es continua, es decadente, muerta, sin valor. Pero cuando uno muere para la continuidad hay algo nuevo, una frescura.

De modo que la mente puede experimentar de manera directa lo que es la muerte, cosa que es muy extraordinaria. La mayoría de nosotros no sabemos lo que es el vivir; y por eso no conocemos el morir. ¿Sabemos lo que es el vivir? Sabemos lo que es luchar, lo que es la envidia, conocemos las brutalidades de la existencia, la vulgaridad de todo eso, los odios, las ambiciones, las corrupciones, los conflictos. Todo eso es lo que nosotros conocemos; esa es nuestra vida. Pero no conocemos la muerte, y por eso ella nos espanta. Tal vez si supiéramos lo que es el vivir, sabríamos también lo que es morir. Vivir es ciertamente un movimiento atemporal, en el cual la mente ya no está acumulando. Desde el momento en que hayáis acumulado, ya estaréis en un estado de decadencia. Porque tanto si se trata de una vasta experiencia, o de una pequeña experiencia, alrededor de ella construís el muro de la seguridad.

Así, saber qué es el vivir, significa morir a cada minuto para las cosas que uno ha adquirido, las satisfacciones intimas, los dolores internos; no en el proceso del tiempo, sino morir para ello a medida que surge. Entonces hallareis, si habéis llegado hasta ahí, que la muerte es como la vida. Entonces el vivir no está separado del morir, y eso da un extraordinario sentido de belleza. Esa belleza está más allá del pensamiento y del sentimiento; y no puede ser concebida y utilizada para pintar un cuadro, para escribir un poema o tocar un instrumento. No tiene aplicación. Hay una belleza que surge cuando la vida y la muerte son lo mismo, cuando vivir y morir son sinónimos; porque entonces la vida y la muerte dejan la mente completamente rica, total, íntegra

Interlocutor: ¿Podernos hacer preguntas sobre esto?

Krishnamurti: Parece que unos pocos están tan listos para preguntar, que no sé si habréis escuchado al que habla. ¿Estabais escuchando, o estabais ocupados en formular vuestras preguntas? ¿Comprendéis? Ya estabais formulando vuestras preguntas y por consiguiente no escuchabais. Por favor, no es que sea rudo, creedme. Sólo lo señalo. Si uno hubiera escuchado esta plática, sus preguntas estarían contestadas.

Interlocutor: Por la exploración del temor; ¿no habrá peligro de desorden mental?

Krishnamurti: ¿Podría haber un peligro de desorden mental mayor que el que hay en la mentalidad en que estamos viviendo ahora? ¿No estamos todos, si me perdonáis que lo señale, un poquito desequilibrados mentalmente? No estoy siendo rudo; no es mi intención o pensamiento el juzgaros. Pero existe esta extraordinaria preocupación sobre el peligro acrecentado de enfermedad mental. ¿Sabéis qué es lo que nos hace enfermar? No es la investigación sobre el temor. Las guerras, el comunismo, el fanatismo religioso, la ambición, la competencia, el esnobismo, estas cosas son los indicios de una persona mentalmente enferma. Ciertamente, la indagación sobre el temor y el liberar de él por completo a la mente es de la más alta cordura. La pregunta indica ¿no es así, señores? que creemos que la actual sociedad es una cosa maravillosa. Probablemente aquellos de entre nosotros que tengan una buena cuenta bancaria y estén cómodos, creerán que las cosas van muy bien, y no querrán que se les moleste. Pero la vida es una cosa muy perturbadora, algo muy destructivo; y es de eso que tenemos miedo. No estamos interesados en el vivir, en estar libres de miedo; sino que queremos encontrar un rincón donde estemos seguros y cómodos, y que se nos deje en paz para vegetar. Señor, esto no es retórica; ese es nuestro deseo intimo, secreto. Buscamos esta seguridad en todas las relaciones. ¡Qué celos y que envidia hay en las relaciones! ¡Qué odio cuando la esposa se separa del marido, o el marido se va con otra! ¡Cómo buscamos la aprobación de la sociedad y la bendición de la iglesia! Por cierto, son todas estas muchas cosas las que traen deterioro, la destrucción de la cordura.

Interlocutor: Estas cosas son completamente nuevas para nosotros, y creo que tenemos que continuar con ellas.

Krishnamurti: Señor, no podéis continuar con ellas. Si continuáis con ellas, serán meras ideas, y las ideas no van a crear nada nuevo. He estado hablando sobre la destrucción total de las cosas que la mente ha construido íntimamente. No podéis continuar con la destrucción; si lo hacéis, será simplemente construcción, edificar de nuevo aquello que tiene que ser destruido.

Necesitamos una mente nueva, fresca, un nuevo corazón, una mente inocente, joven, decisiva; y para tener una mente así, tiene que haber destrucción; tiene que haber una creación que siempre es nueva.

El Estado Creativo de la Mente.

8ª Conversación en Saanen 10 de Agosto de 1961

Jiddu Krishnamurti, El Estado Creativo de la Mente, conversaciones de J. Krishnamurti en Europa. Incluidas en el libro “There is No Thinker, only Thought”. Jiddu Krishnamurti en español.

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