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El Estado Creativo de la Mente.

2ª Conversación en Saanen 27 de Julio de 1961

Pienso que es muy importante, especialmente durante estas discusiones, descubrir cómo escuchar. Muy pocos de nosotros escuchamos: meramente oímos. Oímos superficialmente, como oímos ese ruido ahí fuera, en la calle, y eso que así oímos entra muy poco en el cerebro. Lo que oímos sólo superficialmente, lo desechamos a la menor provocación. Pero hay otra diferente manera de escuchar en la cual el cerebro está alerta sin esfuerzo, interesado, serio, queriendo descubrir lo que es verdad y lo que es falso, sin adelantar ninguna opinión, ningún juicio, y sin traducir ni comparar lo que se dice con lo que ya conoce. Por ejemplo, la última moda es ahora interesarse en el Zen; esa es la manía. Y si durante estas pláticas tratáis de comparar lo que se está diciendo con lo que habéis leído, en ese proceso no estáis escuchando en absoluto, ¿verdad? Sólo estáis comparando, y esta comparación es una forma de pereza. Mientras que, si escucháis sin el intermedio de lo que habéis aprendido, oído o leído, entonces estáis escuchando y respondiendo directamente, sin ningún prejuicio. Estáis viendo la verdad o la falsedad de lo que se está diciendo, y eso es mucho más importante que limitarse a comparar, valorar, juzgar.

Espero, pues, que no os molestará que siga repitiendo que es muy difícil aprender el arte de escuchar; es tan difícil como ver. Y tanto el ver como el escuchar son necesarios

Decíamos la última vez que hay mucho caos en el mundo. Exteriormente hay pobreza, hambre y corrupción; e interiormente también hay confusión, dolor y pobreza del ser. Hay contradicción en el mundo. Los políticos hacen declaraciones a favor de la paz y preparan la guerra; se habla de la unidad del hombre y al mismo tiempo se la destruye. Y partiendo de este caos, de este desorden, todos queremos orden. Tenemos pasión por el orden. Lo mismo que tenemos pasión por tener nuestras habitaciones limpias, ordenadas, tenemos también pasión por producir orden en el mundo. Me pregunto si hemos pensado alguna vez profundamente en esa palabra, lo que implica. Queremos orden interiormente, queremos estar sin contradicción, sin lucha, sin confusión, de modo que no haya sensación de desarmonía y lucha; y por eso acudimos a lideres espirituales, para que nos den el orden, o nos unimos a grupos, o seguimos cierta serie de ideas, ciertas disciplinas. Así erigimos autoridades; queremos que se nos diga lo que tenemos que hacer. Tratamos de producir orden mediante la conformidad, la imitación.

De la misma manera queremos también tener orden externo, en la política, en el mundo de los negocios. Por eso hay dictadores, tiranos, gobiernos totalitarios que prometen orden total, en el que no se os permite pensar para nada. Se os dice lo que hay que pensar, del mismo modo que se os dice lo que tenéis que pensar cuando pertenecéis a una iglesia o a un grupo que cree en cierta serie de ideas. La tiranía de la iglesia es tan brutal como la de los gobiernos. Pero nos gusta porque queremos orden a cualquier precio. Y tenemos orden. La guerra produce un extraordinario orden en el Estado. Todos cooperan para destruirse unos a otros.

Así pues, esta obsesión por el orden debe ser comprendida. ¿Produce orden la sumisión de la propia confusión a la autoridad, interna o externa? ¿Comprendéis la pregunta?

Estoy confuso, no sé qué hacer. Mi vida es estrecha, insignificante, confusa, miserable; me encuentro en un estado de contradicción y no se qué hacer. Acudo pues a alguien, a un maestro, a un gurú, a un santo, a un salvador; y probablemente algunos de vosotros también venís aquí con esa actitud. De modo que, partiendo de vuestra confusión, escogéis vuestro líder, y cuando actuáis desde la confusión, vuestra elección sólo crea nueva confusión. Os entregáis a la autoridad, lo que significa que no queréis pensar en absoluto, no queréis descubrir por vosotros mismos lo que es verdad y lo que es falso. Descubrir qué es verdad y qué es falso es tarea ardua; tenéis que estar vigilantes, tenéis que estar alertas. Pero la mayoría de nosotros somos perezosos, torpes, no somos profundamente serios, más bien queremos que nos digan qué hay que hacer; y por eso tenemos los santos, los salvadores, los maestros, para nuestra conducta interna; y exteriormente están los gobiernos, los tiranos, los generales los políticos, los especialistas. Y esperamos que siguiéndolos, gradualmente terminarán todos nuestros trastornos y que de ese modo tendremos orden.

Por cierto, la palabra ‘orden’ implica todo eso ¿no es así? Pero ¿produce orden la demanda de orden? Os ruego que consideréis esto, porque quiero entrar en ello. Pienso que la autoridad y el poder de cualquier clase son destructivos. El poder en cualquier forma es pernicioso. Y sin embargo anhelamos mucho aceptar ese mal, porque estamos confusos; como no sabemos, queremos que se nos dirija.

Por eso pienso que desde el principio mismo de estas pláticas deberíamos comprender que el que habla no tiene autoridad alguna; ni vosotros, los que estáis escuchando, sois seguidores de lo que se está diciendo. Tratamos de investigar, de descubrir juntos. Si habéis venido con la idea de que se os dirá lo que hay que hacer, os iréis de aquí con las manos vacías.

Para mí, lo importante es ver que hay desorden exterior e interiormente, y que la demanda de orden es tan sólo la demanda de seguridad, protección, certeza. Y desgraciadamente no hay seguridad, ni exterior ni interiormente. Los bancos pueden quebrar, puede haber guerra, hay muerte, los valores de bolsa pueden derrumbarse, puede ocurrir cualquier cosa, y están sucediendo cosas terribles. De modo que la demanda de orden es la demanda de seguridad, protección; y eso es lo que todos queremos, ya seamos viejos o jóvenes. No nos preocupamos tanto de la seguridad interior porque no sabemos cómo empezar para conseguirla; pero esperamos que por lo menos podremos tener seguridad exterior mediante buenos bancos, buenos gobiernos, mediante una tradición que ha de continuar indefinidamente. Así la mente llega gradualmente a quedar satisfecha, embotada, segura, atada a la tradición. Y es evidente que una mente así nunca podrá descubrir lo que es verdad o lo que es falso; es incapaz de hacer frente al tremendo reto de la existencia.

Espero que no os estaré hipnotizando con mis palabras, sino que estaréis escuchando para descubrir efectivamente por vosotros mismos si existe o no tal cosa como la seguridad. Este es un enorme problema. Vivir en un mundo exterior en el que no hay seguridad, y vivir en un mundo interior en el que no hay tradición, no hay ayer ni mañana, significa que, o uno se vuelve desequilibrado, totalmente loco, o llega a ser extraordinariamente despierto y cuerdo.

No es cuestión de elección. No podéis elegir entre la seguridad y la inseguridad; mas uno puede ver el hecho de que no existe seguridad interior, psicológicamente. Ninguna relación está segura; y por mucho que os aferréis a cierta doctrina, a una creencia, con ella siempre va la duda, la sospecha, y por lo tanto el miedo. Investigar esto es necesario cuando hay pasión por el orden.

Tampoco es cierto lo opuesto: que uno tenga que vivir en el desorden, en el caos. Eso es sólo una reacción. Sabéis que vivimos y actuamos por reacción. Todas nuestras acciones son reacciones. No sé si lo habéis notado. Y si vemos que el orden no es posible, entonces invariablemente creemos que tiene que haber lo opuesto, el desorden, la reacción al orden. Pera si uno ve la verdad de que la demanda de orden implica todo lo que acabamos de indicar, entonces, de ese descubrir, miento de lo que es verdad, viene el orden real. ¿Me expreso con claridad? Voy a exponerlo de manera diferente.

La paz, por cierto, no es el estado en que no hay guerra. La paz es algo diferente. No es el intervalo entre dos guerras. Para descubrir lo que es la paz uno debe estar totalmente libre de violencia. Estar libre de violencia requiere un tremendo examen de la violencia. Significa de hecho que en la violencia está implícita la competencia, la ambición, el deseo de éxito, el ser enormemente eficiente el disciplinarse y seguir ciertas ideas e ideales. Es evidente que forzar la mente a adaptarse que el modelo sea noble o innoble no viene al caso- implica violencia.

Decimos que si no nos adaptamos habrá caos, mas esta afirmación es una reacción, ¿no es cierto? La violencia no es una cosa superficial; para sondearla hace falta mucha investigación. Enojo, celos, odio, envidia, son todas expresiones de violencia. Estar libre de violencia es estar en paz, no hallarse en un estado de desorden. Es por esto que el conocerse a sí mismo no es sólo cuestión de examinar las cosas por casualidad una mañana y olvidarse de ello por el resto de la semana. Es una cuestión muy seria.

Así pues, comprender el orden es mucho más importante que reaccionar diciendo: ‘si no hay orden habrá caos’ ¡Como si el mundo en que estamos viviendo fuera maravilloso, hermoso, amable, sin caos ni miseria! Basta con mirarse a sí mismo para ver cuán pobre es uno interiormente. No tenemos afecto, simpatía, amor, somos feos y se nos persuade muy fácilmente; y existe toda esta búsqueda de compañía, jamás somos capaces de estar solos.

Es pues importante ver la totalidad del orden, y no tomar sólo de él pequeñas partes que nos convengan. Y es muy difícil ver algo totalmente, como veis el árbol entero. He hablado un poquito sobre el orden, la autoridad y la conformidad; y si podéis ver la totalidad de eso, entonces veréis que el cerebro, la mente, está libre de esta demanda de orden, y libre por consiguiente de seguimiento, tanto si se trata de seguir a un héroe nacional, la leyenda y todo ese absurdo, como si se trata de vuestro particular maestro, gurú, santo y todo lo demás.

Ahora bien, ¿qué es ‘ver totalmente’? Ante todo, ¿qué es ver? ¿Es sólo la palabra? Por favor seguid esto con un poco de cuidado; si no tenéis inconveniente. Cuando decís ‘veo’, ¿qué entendéis por eso? No me respondáis, por favor, sólo seguid conmigo. No me estoy erigiendo en vuestra autoridad, y vosotros no sois mis seguidores. No la tengo, gracias a Dios. Estamos investigando juntos esta cuestión de ver, porque es muy importante, como descubriréis por vosotros mismos.

Cuando decís, ‘veo ese árbol’, ¿lo veis de hecho, o estáis sólo satisfechos con las palabras ‘yo veo’? Pensadlo. Considerémoslo despacio. ¿Decís ‘ese es un roble, un pino, un olmo’, lo que sea, y seguís adelante? Si es así, ello indica que no veis el árbol, porque estáis atrapados en la palabra. Es sólo cuando comprendéis que la palabra no es importante, y podéis dejar de lado el símbolo, el vocablo, el nombre, que podéis mirar. Es una cosa muy ardua mirar, porque ello significa que el nombre, la palabra, con todos los recuerdos, las reminiscencias asociadas con la palabra, deben dejarse de lado. Vosotros no me miráis a mí. Tenéis ciertas ideas sobre mí; tengo cierta reputación y todo eso, y esto os impide ver. Si podéis despojar a la mente de todo ese absurdo, entonces podéis ver; y ese ver es enteramente diferente del ver a través de la palabra.

Ahora bien, ¿podéis mirar vuestros dioses, vuestros placeres favoritos, vuestros sentimientos de nobleza, de espiritualidad, y todas esas cosas, despojados de la palabra? Eso es muy arduo, y muy pocas personas están dispuestas a mirar realmente. Ese ver es total, porque ya no está asociado con la palabra y los recuerdos, con los sentimientos que la palabra evoca. El ver alguna cosa totalmente implica, pues, que no hay división, que no hay reacción con respecto a lo que se ve: no hay más que el ver. Y ver el hecho en sí mismo produce una serie de acciones que están disociadas de la palabra, de la memoria, de las opiniones e ideas. Esto no es una hazaña intelectual, aunque lo parezca. Ser intelectual o ser emocional es más bien estúpido. Pero ver totalmente el miedo libra a la mente del miedo.

Mas no vemos nada totalmente porque estamos siempre mirando las cosas a través del cerebro. Esto no quiere decir que no deba usarse el cerebro; al contrario, debemos utilizar nuestro cerebro hasta su mayor capacidad. Pero es la función del cerebro dividir las cosas; ha sido educado para observar en partes, para aprender por partes, no totalmente. Darse cuenta del mundo, de la tierra, totalmente, implica no tener ningún sentimiento de nacionalidad, ni tradiciones, dioses, iglesias, ni la división del suelo y delimitación de la tierra en coloreados mapas. Y ver a la humanidad como seres humanos, implica no estar segregados como europeos, norteamericanos, rusos, chinos o indios. Pero el cerebro rehúsa ver totalmente la tierra y el hombre que está sobre ella, porque el cerebro ha sido condicionado a través de siglos de educación, tradición y propaganda. Por eso el cerebro, con todos sus hábitos mecánicos, sus instintos animales, su impulso a permanecer a salvo, en seguridad, jamás puede ver nada totalmente. Y sin embargo es el cerebro que nos domina; es el cerebro que está funcionando todo el tiempo.

Os ruego no saltéis hacia la idea de que tiene que haber algo además del cerebro, que tiene que haber en nosotros un espíritu con el que tenemos que ponernos en contacto, y todos esos disparates. Voy paso a pasó; de modo que os ruego lo sigáis, si queréis.

El cerebro está pues condicionado: por el hábito, la propaganda, la educación, por todas las influencias diarias, la mezquindad de vida y por su propio eterno parloteo. Y con ese cerebro miramos. Ese cerebro, cuando escucha lo que se dice, cuando mira un árbol, un cuadro, cuando lee un poema o escucha un concierto, es siempre parcial; siempre reacciona en términos de ‘me gusta’ o ‘no me gusta’, de lo que es provechoso y lo que no lo es. Es la función del cerebro reaccionar, pues de otro modo seríais destruidos de la noche a la mañana. Es, por lo tanto, el cerebro, con todas sus reacciones, recuerdos, impulsos y compulsiones conscientes tanto como inconscientes- el que mira, ve, escucha y siente. Mas el cerebro, siendo en sí mismo parcial, siendo en sí mismo el producto del tiempo y del espacio, de toda la educación como lo hemos descrito - no puede ver totalmente. Está siempre comparando, juzgando, evaluando; pero es función del cerebro reaccionar y valorar, de modo que, para ver las cosas totalmente el cerebro debe estar en expectativa, quieto. Espero estarme explicando con claridad.

Así pues, el ver totalmente algo sólo puede tener lugar cuando el cerebro es altamente sensible, cuando responde agudamente a la razón, a la duda, a la interrogación, y sin embargo reconoce las limitaciones del razonamiento, de la duda, de la interrogación; y, por lo tanto, no se permite a sí mismo interferir con lo que está viendo. Si realmente queréis descubrir otra cosa que el producto del cerebro, éste tiene primero que llegar a su límite, dudando, argumentando, discutiendo, queriendo descubrir y conocer su propia existencia limitada, parcial; y esa experiencia misma de conocer la limitación, aquieta la mente, el cerebro. Entonces existe el ver total.

Cuando puede uno ver la totalidad del orden con todas las implicaciones en que más o menos hemos entrado- entonces verá que de esa total comprensión viene un orden enteramente distinto. Desde luego, el verdadero orden sólo puede venir cuando se produce la destrucción de la mente que reclama orden para su propia satisfacción, para su seguridad. Cuando el cerebro ha destrozado su propia creación, cuando ha destruido el suelo en que se crían toda clase de fantasías, ilusiones, deseos, anhelos, entonces de esa destrucción surge un amor que crea su propio orden.

Pregunta: Creo que una mayor actividad creativa en el aula contribuiría a descondicionar la mente.

Krishnamurti: Debemos comprender lo que se entiende por creatividad. Como veis, usamos la palabra ‘creativo’ muy descuidadamente, muy fácilmente. Un pintor, un poeta, un inventor, un maestro en la clase, todos ellos dicen que son creativos. ¿Sabéis cuándo sois creadores, y podéis usar la creatividad en una clase? Es como esto: un pintor tiene un momento de lucidez en que ve, vivencia, y luego lo expresa en el lienzo. Por favor seguid esto un poco. Y al expresarlo en el lienzo, empieza a notar que ha perdido ese momento de lucidez; y cuando no puede captarlo de nuevo, lo persigue por medio de la bebida, de las mujeres, los entretenimientos, las diversiones, esperando que volverá. Y, cuando ha abandonado todo eso y camina tranquilamente al lado de algún arroyo o por una senda, de repente tiene otra vez el mismo sentimiento, que una vez más expresa en la tela. Y la expresión llega a ser una cosa vendible; se vende. Y él se vuelve ambicioso, quiere producir, quiere crear más.

Ahora bien, un hombre ambicioso, un hombre que quiere popularidad, fama ya sea en el aula, o en el mundo de los negocios, o por medio de la invención o el arte- ¿es creativo? En cuanto quiere hacer algo con la ‘creatividad’, en cuanto se vuelve ambicioso por utilizarla, por ayudar a otros con ella, etc., en ese momento, ¿no ha destruido toda creatividad? Como veis, queremos poner la creatividad, o Dios, o lo que sea, en uso; queremos sacar provecho de ello; y me temo que eso no se pueda hacer. Podéis tener una capacidad, un don, en cierta dirección; mas no lo llaméis acción creativa, pensar creativo. Ningún pensar es creativo, porque el pensar no es más que una reacción. Y, ¿puede la creación ser una reacción?

Pregunta: ¿Cómo podemos ver la totalidad del miedo?

Krishnamurti: Temo que no podamos entrar en esto ahora porque tenemos que terminar, pero lo consideraremos durante el curso de nuestras pláticas. Mirad: lo importante es comprender lo que se quiere decir con ‘ver totalmente’, y no sólo el ver totalmente una cosa, como el miedo, el amor, el odio, esto o aquello. Al querer ver totalmente el miedo, queréis desembarazaros de él, ¿no es verdad? Y el deseo mismo de ‘desembarazarse’ o de ‘lograr’ impide el ver total. Ya sabéis, todo esto implica mucho conocimiento propio, conocer todas las cosas acerca de vosotros mismos, cada rincón de vosotros mismos. Cuando miráis vuestro rostro en el espejo lo conocéis muy bien, cada curva, cada línea, cada ángulo; y del mismo modo tiene uno que conocer muy profundamente acerca de sí mismo, no sólo el yo consciente sino también las ocultas capas del inconsciente.

Sólo hay una cosa que quiero transmitir esta mañana, si se me permite: no ideas, no sentimientos, no alguna cosa ‘espiritual’ extraordinaria, sino cuán importante es ver totalmente. Y ver totalmente implica ver sin juzgar, sin condenar, sin evaluar. Implica también que el cerebro no reacciona ante lo que ve, sino que tan sólo observa en ese estado en que no hay pensador separado de la cosa observada. Esto es enormemente difícil, de modo que no creáis que lo conseguiréis simplemente jugando con las palabras; implica comprender toda la cuestión de la contradicción, porque nos encontramos en un estado de contradicción.

El Estado Creativo de la Mente.

2ª Conversación en Saanen 27 de Julio de 1961

Jiddu Krishnamurti, El Estado Creativo de la Mente, conversaciones de J. Krishnamurti en Europa. Incluidas en el libro “There is No Thinker, only Thought”. Jiddu Krishnamurti en español.

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