El Estado Creativo de la Mente.
1ª Conversación en Saanen 25 de Julio de 1961
Creo que desde el principio debemos ver muy claramente por qué hemos venido aquí. Para mí estas reuniones son muy serias, y utilizo esa palabra con un significado especial. ‘Seriedad’, para la mayoría de nosotros, implica el adoptar cierta línea de pensamiento, una determinada manera de vivir, seguir una norma escogida de conducta; y esa norma, ese modo de vivir, gradualmente llega a ser la ley que guía nuestra vida. Para mí, eso no constituye seriedad, y creo que sería muy provechoso y que valdría la pena el que pudiéramos, cada uno de nosotros, tratar de descubrir qué es lo que tomamos en serio.
Quizá la mayoría de nosotros, consciente o inconscientemente, estamos buscando seguridad en una u otra forma; seguridad en la propiedad, en las relaciones y en las ideas. Y consideramos que estos empeños son muy serios. Para mí, repito, eso no es seriedad.
Para mí, la palabra ‘seriedad’ implica cierta purificación de la mente. Empleo la palabra ‘mente’ en sentido general, no especifico, y más adelante veremos el significado de esa palabra. Una mente seria se está dando cuenta constantemente, y por ello se está purificando; y en ella no existe ninguna clase de búsqueda de seguridad. No persigue una particular fantasía, no pertenece a ningún grupo determinado de pensamiento ni a ninguna religión, dogma, nacionalidad o país; y no se interesa por los problemas inmediatos de la existencia, aunque uno tenga que cuidar de las cotidianas eventualidades. Una mente en realidad seria tiene que ser extraordinariamente sensible, aguda, de modo que no tiene ilusiones y no se enreda en experiencias que parecen provechosas, útiles o placenteras.
Sería pues juicioso que pudiéramos, desde el principio mismo de estas reuniones, ver muy claramente, por nosotros mismos, hasta qué punto y a qué profundidad somos serios. Si nuestras mentes son agudas, inteligentes y serias, entonces creo que podemos considerar toda la estructura de la existencia humana a través del mundo, y de esa comprensión total venir a lo particular, al individuo. Veamos pues todo lo que está sucediendo en el mundo, no meramente a titulo de información, ni investigando algún problema particular de un país o de una determinada secta o sociedad, ya sea democrática, comunista o liberal- sino más bien veamos lo que de hecho ocurre en el mundo. Y de ahí, después de ver el todo, después de asir el significado de los acontecimientos externos, (no como información, como opinión, sino viendo el hecho efectivo de lo que está pasando), podemos entonces venir al individuo. Esto es lo que quisiera hacer.
Como sabéis, la opinión, el juicio y la valoración son absolutamente fútiles frente a un hecho. Lo que penséis, la opinión que tengáis, la religión o secta a que pertenezcáis, las experiencias que hayáis tenido, estas cosas carecen de todo sentido ante un hecho. El hecho es mucho más importante que vuestro pensamiento sobre el hecho; tiene un significado mucho mayor que vuestra opinión, que se basa en vuestra educación, religión, cultura y condicionamiento particulares. No vamos, pues, a tratar de opiniones, ideas, juicios; vamos, si podemos, a ver los hechos como son. Eso requiere una mente libre, una mente que sea capaz de mirar.
Me pregunto si habéis pensado alguna vez sobre la cuestión de lo que significa mirar, ver. ¿Es meramente cuestión de percepción visual, o es que el ver, el mirar, es algo mucho más profundo que la mera acción de ver? Para la mayoría de nosotros, el ver implica lo inmediato; lo que pasa hoy y lo que va a pasar mañana; y lo que va a pasar mañana está coloreado por el ayer. Nuestro mirar es, pues, muy estrecho, muy miope, confinado, y nuestra capacidad de mirar es muy limitada. Creo que si quiere uno mirar, ver más allá de las colinas, de las montañas, de los ríos y de los verdes campos, más allá del horizonte- debe haber cierta clase de libertad. Requiere una mente muy firme; y una mente no es firme cuando no es libre. Y me parece muy importante que tengamos esta capacidad de ver, no meramente lo que queremos ver, no lo que es agradable según nuestras estrechas y limitadas experiencias, sino el ver las cosas como son; ver las cosas como son libera a la mente. Es por cierto una cosa extraordinaria el percibir de manera directa, sencilla, total.
Pues bien, con esa generalización, sigamos adelante y veamos todas las cosas que están pasando en el mundo; y vosotros sabréis probablemente mucho más sobre ello, porque leéis los diarios, las revistas, los artículos, que son producidos todos de acuerdo con los prejuicios del autor, del editor, del partido. La palabra impresa es muy importante para la mayoría de nosotros. Ocurre que yo no leo periódicos, pero he viajado mucho y he visto a muchísimas personas; he estado en las estrechas callejuelas en que viven los muy pobres, y he hablado con los políticos, las personas muy importantes (por lo menos ellas creen que son importantes); y vosotros sabéis lo que está pasando. Hay hambre, miseria, degradación, pobreza, en Oriente. Ellos harían cualquier cosa para tener una comida completa, abundante; y por eso quieren romper las fronteras del pensamiento, de la costumbre, de la tradición. Y luego existe el otro extremo, lugares en que hay inmensa prosperidad, una prosperidad como el mundo nunca ha conocido, y en que abunda el alimento, hay profusión de ropas, casas limpias, confortables, como en este país. Y observa uno que estas comodidades engendran cierta satisfacción, una mediocridad, cierta actitud de aceptar las cosas y no querer ser molestados.
El mundo está dividido en fragmentos, en lo político, lo religioso, lo económico, en el pensamiento y en la filosofía. Y los acontecimientos del mundo son fragmentarios. Las religiones y los gobiernos tratan de ganar las mentes de los hombres; quieren dominarlos, convertirlos en técnicos, soldados, ingenieros, físicos, matemáticos, porque entonces serán útiles a la sociedad. Y se está extendiendo la religión o creencia organizada, en forma de catolicismo o de comunismo. Tenéis que saber todo esto muy bien. La creencia organizada está plasmando la mente del hombre, tanto si es la creencia organizada de la democracia, como la del comunismo, del cristianismo o del islam. Considerad todo esto y no digáis, ‘perdéis el tiempo repitiendo todo esto’. No lo pierdo, porque primero quiero ver lo que efectivamente ocurre, y luego, si es posible, destruir todo eso dentro de nosotros mismos, destruirlo totalmente. Porque el movimiento exterior, lo que llamamos el mundo, es la misma marea que vuelve hacia dentro. El mundo exterior no es diferente del mundo interior, y sin comprender el mundo exterior carece de todo sentido el volverse hacia dentro. Creo que es esencial comprender el mundo exterior, la brutalidad, la crueldad, la tremenda ansia de éxito, cuán intensamente quiere uno pertenecer a algo, ligarse a ciertos grupos de ideas, pensamientos y sentimientos. Si podemos comprender todos los acontecimientos exteriores, no en detalle, sino abarcar su totalidad, viéndolo todo sin prejuicios, sin miedo, sin buscar seguridad, sin refugiarse tras las propias teorías, esperanzas y fantasías favoritas, entonces el movimiento interno tiene un sentido muy distinto. Es el movimiento interno que ha comprendido lo externo, a lo que yo llamo seriedad.
Veis, pues, que por todo el mundo la mente del hombre está siendo moldeada y dominada: por las religiones, en nombre de Dios, en nombre de la paz, de la vida eterna, etc.; y también por los gobiernos, mediante interminable propaganda, mediante imposiciones económicas, el empleo, la cuenta bancaria, la educación, etc. De modo que al fin sois simplemente una máquina, aunque no tan buena en algunos aspectos como las computadoras electrónicas; estáis llenos de información. Eso es lo que nuestra educación hace por nosotros. Nos volvemos, pues, gradualmente más y más mecánicos. Sois un suizo, un norteamericano, un ruso, un inglés, un alemán, y así sucesivamente. Se os plasma para toda la vida en un molde, y sólo muy pocos escapan de este horror, salvo para caer en alguna caprichosa religión o fantástica creencia.
Esa es, pues, la vida, el ambiente en que vivimos; puede haber una ocasional esperanza, un breve deleite; pero detrás de todo eso hay miedo, Desesperación y muerte. Y ¿cómo hacemos frente a esa vida? ¿Qué es la mente que se enfrenta con esa vida? ¿Comprendéis la pregunta? Nuestras mentes aceptan estas cosas como inevitables; se ajustan a ese molde y lenta pero definitivamente se deterioran. El problema real es, pues, cómo destruir todo esto: no en el mundo exterior; no lo podéis, el proceso histórico continúa. No podéis impedir que los políticos tengan guerras. Probablemente habrá guerras; espero que no, pero probablemente las habrá, no aquí ni allí, quizá, sino en algún pobre e infortunado país lejano No podemos detener eso. Pero creo que podemos destruir en nuestro interior todas las estupideces que la sociedad nos ha inculcado; y esta destrucción es creatividad. Lo que es creativo siempre es destructivo. No estoy hablando de la creación de un nuevo molde, de una nueva sociedad, de un nuevo orden, de un nuevo Dios o una nueva iglesia. Digo que el estado de creación es destrucción. No crea una forma de conducta, un modo de vivir. Una mente creativa no tiene normas. A cada momento destruye lo que ha creado. Y es sólo una mente así la que puede enfrentarse con los problemas del mundo; no la mente astuta, ni la informada, no la que piensa en su propio país, ni la que funciona fragmentariamente.
Así pues, lo que nos interesa es la destrucción de la mente, para que pueda tener lugar algo nuevo. Y eso es lo que vamos a discutir en todas estas reuniones: cómo producir una revolución en la mente Tiene que haber una revolución, tiene que haber una destrucción total de todos los ayeres; de otro modo no estaremos en condiciones para enfrentar lo nuevo. Y la vida es siempre nueva, como el amor. El amor no tiene ayer ni mañana, es siempre nuevo. Pero la mente que ha probado la saciedad, la satisfacción, guarda ese amor como recuerdo y lo adora, o pone la fotografía en el piano o sobro la chimenea como símbolo del amor.
De modo que, si estáis dispuestos, y si también es vuestra intención, entraremos en la cuestión de cómo transformar la perezosa, cansada y asustada mente, que está cargada de dolor, que ha conocido tantas luchas, tantas desesperaciones, tantos placeres, la mente que ha llegado a ser tan vieja y que nunca ha sabido lo que es ser joven. Si queréis, entraremos en eso; al menos trataré de hacerlo, queráis o no. La puerta está abierta y sois libres de venir y de marcharos. Éste no es un auditorio cautivo; por eso, si no os gusta, es mejor no oírlo, porque lo que oís sin quererlo oír llega a ser vuestra desesperación, vuestro veneno. Conocéis, pues, desde el principio mismo cuál es la intención del que habla: que no vamos a dejar piedra por mover, que todos los secretos rincones de la mente van a ser explorados, van a ser abiertos, y su contenido destruido, y que de esa destrucción va a salir la creación de algo nuevo, algo enteramente diferente de cualquier creación de la mente.
Para esto necesitáis seriedad, fervor. Debemos ir despacio, tanteando, pero sin cejar. Y quizá al fin de todo esto o al principio mismo, porque no hay principio ni fin en el proceso destructor- pueda uno encontrar aquello que es inmensurable, pueda uno repentinamente abrir la puerta de la percepción, la ventana de la mente, y recibir aquello que es innombrable. Tal cosa existe, más allá del tiempo, más allá del espacio, más allá de la medida; no puede ser descripta ni expresada en palabras. Sin descubrirla, la vida resulta enteramente vacua, superficial, estúpida, un desperdicio de tiempo.
Así pues, acaso podamos ahora discutirlo un poco, hacer preguntas. Pero antes tenemos que descubrir qué significa discutir, qué entendemos por una pregunta. Una pregunta equivoca recibe una respuesta errónea. Sólo una pregunta correcta recibe una correcta respuesta; y es extraordinariamente difícil hacer una pregunta correcta. Para hacer una pregunta justa no sólo a mí, sino a vosotros mismos y a todos nosotros se requiere una mente penetrante, astuta, alerta, vigilante, dispuesta a descubrir. Os ruego, pues, que no hagáis preguntas que no sean apropiadas a lo que estamos discutiendo. Y al discutir, no discutamos como escolares, poniéndoos vosotros de una parte y yo de la otra cosa que está bien en los colegios o en las sociedades para debates- sino discutamos para descubrir, lo cual es la actitud de la mente científica y de la que no tiene miedo. Entonces tal discusión llega a valer la pena; entonces avanzaremos y descubriremos por nosotros mismos qué es lo verdadero y qué lo falso. Por lo tanto, cesa la autoridad del que habla, porque no hay autoridad en el descubrimiento. Es sólo la mente embotada, perezosa, la que busca autoridad. Pero una mente que quiere averiguar, experimentar algo total y completa mente, tiene que descubrir, tiene que penetrar. Y espero que estas reuniones nos ayudarán a cada uno de nosotros a ver por nosotros mismos no por los ojos de alguna otra persona- aquello que vale la pena, lo que es verdad y lo que es falso.
Interlocutor: ¿Por qué nos resulta difícil hacer una pregunta acertada?
Krishnamurti: ¿Encontráis difícil hacer una pregunta correcta? ¿O queréis hacer una pregunta? ¿Veis la diferencia? A nosotros no nos interesa hacer una pregunta justa, ¿verdad? Fui yo quien dijo que sólo una pregunta correcta recibe una respuesta correcta. Seguramente, os interesa presentar un problema que tenéis; por eso que no os interesa para nada lo relativo a una ‘pregunta correcta’. Pero si queréis comprender vuestro propio problema, entonces tenéis que averiguar qué es realmente el problema; y la investigación misma de lo que efectivamente es vuestro problema, traerá la pregunta correcta, ¿comprendéis? No es que tengáis que hacer una pregunta correcta. No podéis, no sabéis. Pero si el problema es intenso, si ha sido estudiado, entonces no podéis menos que hacer la pregunta justa. Por lo general no estudiamos el problema, no lo miramos de cerca; rozamos su superficie, y desde la superficie hacemos una pregunta. Y la pregunta superficial sólo traerá una respuesta superficial. Y la respuesta superficial es todo lo que queremos saber. Si sentimos temor, preguntamos: ‘¿cómo voy a librarme del temor?’ Si no tenemos dinero, preguntamos: ‘¿cómo voy a conseguir mejor empleo o tener éxito?’ Pero si comenzáis a investigar todo el problema del éxito, tras del que va todo ser humano, y si entráis en ello, si descubrís lo que significa, por qué existe esta ansia, por qué existe este miedo de no tener éxito y espero que penetremos en esto- entonces, en el proceso mismo de entrar en ello, forzosamente haréis la pregunta correcta.
Interlocutor: ¿Qué es lo que nos impide entrar a fondo en un problema?
Krishnamurti: ¿ Qué es lo que nos contiene? Muchas cosas, ¿verdad? ¿Queréis de veras entrar muy a fondo en el problema del temor? ¿Sabéis lo que ello significa? Significa explorar todos los rincones de la mente, eliminar todos los refugios, quebrantar toda forma de evasión en que se haya refugiado la mente. ¿Y queréis hacer eso? ¿Queréis revelaros a vosotros mismos? Por favor, no digáis ‘sí’, con tanta facilidad. Ello implica abandonar tantas cosas a que estáis aferrados. Puede significar el abandono de vuestra familia, vuestros empleo, vuestras iglesias, vuestros dioses, y todo el resto. Muy pocas personas quieren hacer esto. Por eso hacen preguntas superficiales, tales como el modo de librarse del temor, y creen que han resuelto el problema. O preguntan si existe Dios. Pensad un poco en la estupidez de hacer semejante pregunta. Para descubrir si existe Dios, ciertamente tenéis que dejar todos los dioses; tenéis que estar completamente desnudos para descubrir; hay que quemar todas las necedades que el hombre ha erigido acerca de Dios. Eso quiere decir no tener miedo, rodar solo, y hay muy poca gente que quiera hacer eso.
Interlocutor: Es muy penoso penetrar en un problema.
Krishnamurti: No, no, señora. Es difícil, pero no es penoso. Como veis, utilizamos la palabra ‘penoso’, y la palabra misma os impide ir al problema. De modo que primero, si queremos penetrar en un problema, debemos comprender como la mente es esclava de las palabras. Por favor, escuchad esto. Somos esclavos de las palabras. Como sabéis, la palabra ‘suizo’ hace estremecer al suizo, como al cristiano la palabra ‘Cristo’, y al inglés la palabra ‘Inglaterra’. Somos esclavos de palabras, de símbolos, de ideas. ¿Y cómo puede una mente así penetrar en un problema? Antes de que pueda hacerlo tiene que descubrir lo que la palabra significa. No es precisamente una cosa fácil; requiere una mente que comprenda totalmente, que no piense en forma fragmentaria.
Mirad, señores, el problema es sencillo. Hay hambre en el mundo; probablemente no mucha en Suiza o en Europa, pero sí en Oriente; no tenéis idea de la pobreza, la inanición, la degradación y los horrores de todo eso. No se está resolviendo el problema, porque todos quieren resolverlo de acuerdo con su propia norma, la norma comunista o la democrática, o con arreglo a sus propios conceptos nacionales. Lo abordan en forma fragmentaria, y por lo tanto nunca será resuelto. Sólo podrá resolverse cuando se acometa totalmente, sin tener en cuenta las nacionalidades, la política de los partidos y todo lo demás.
Interlocutor: Entonces, para hacer frente a esta confusión del mundo necesitamos orden.
Krishnamurti: Un momento, señor. ¿Queremos orden en el mundo? Por favor, pensadlo. Al fin y al cabo, orden es lo que ofrecen los comunistas. Primero producir un desorden, confusión, miseria; y luego crear orden con arreglo a cierto tipo de ideas. ¿Queréis orden en vuestra vida, señor? Pensadlo, por favor.
Interlocutor: ¿Qué precio tenemos que pagar por eso?
Krishnamurti: No es ese el problema. Podéis tener orden y pagar el precio por medio de una dictadura militar, por el sometimiento de vuestra mente, ajustándoos a la autoridad, etc. Y estáis pagando el precio cuando pertenecéis a cierto grupo, a cierta sociedad religiosa, ¿no es así? Tenéis a Jesús, a Mahoma, tenéis algún otro en la India, y seguís; y hay orden; habéis pagado el precio durante siglos. Ahora bien, ¿queréis orden? Pensadlo y ved sus implicaciones. ¿O es que en la acción misma de vivir, que es destructiva, hay orden?
Interlocutor: El miedo es sin duda uno de nuestros mayores tropiezos e impide el progreso. Pero nosotros no podemos destruirlo todo desde el principio mismo. ¿No deberíamos contentarnos por el momento con medidas a medias?
Krishnamurti: Decís que destruir todo a fin de liberaron del miedo es demasiado difícil para gente ordinaria como nosotros; ¿y, no hay una manera más suave, más lenta de hacer las cosas? Me temo que no. Ya veis, habéis usado la palabra ‘progreso’ y la palabra ‘miedo’. El progreso exterior crea temor ¿no es cierto? Cuanto más tenéis más coches, lujos, salas de baño, etc.- más miedo tenéis de perderlo. Pero si os interesa comprender el miedo, entonces el progreso no embota ni satisface a la mente. ¿Y existe progreso interiormente? Para mí, no. Sólo existe el ver inmediatamente, y para ver de inmediato la mente no debe ser perezosa. No, por favor, no estéis de acuerdo conmigo, porque es muy difícil. Sólo seguidlo. Para ver claramente, lo cual ocurre siempre de inmediato, la mente ya no ha de tener la capacidad de elegir. Para ver las cosas como son, inmediatamente, la mente debe dejar de condenar, de evaluar, de juzgar. Eso no requiere progreso, no exige tiempo. Señor, cuando hay algo peligroso veis las cosas inmediatamente, vuestra respuesta es inmediata. En eso no hay progreso. Cuando amáis algo con todo vuestro ser, la percepción es inmediata.
Interlocutor: Pero para alcanzar esa posibilidad de ver inmediatamente . . .
Krishnamurti: Mirad, señor, la palabra “alcanzar de nuevo implica tiempo y distancia. La mente es pues esclava de la palabra ‘alcanzar’. Si la mente puede librarse de las palabras ‘conseguir’, ‘alcanzar’, ‘llegar’, entonces el ver puede ser inmediato.
El Estado Creativo de la Mente.
1ª Conversación en Saanen 25 de Julio de 1961
Jiddu Krishnamurti, El Estado Creativo de la Mente, conversaciones de J. Krishnamurti en Europa. Incluidas en el libro “There is No Thinker, only Thought”. Jiddu Krishnamurti en español.