El Estado Creativo de la Mente.
9ª Conversación en Londres 21 de Mayo de 1961
Esta mañana quisiera, si se me permite, hablar sobre el tiempo y la muerte; y como es un tema bastante complejo, creo que valdría la pena comprender qué significado tiene el aprender. La vida es un vasto complejo, con toda su inquietud, sufrimiento, angustias, amor, celos y acumulaciones; y aprendemos mediante penoso esfuerzo. Este aprender es un proceso de acumulación. Para nosotros, todo aprender es un proceso aditivo; y cuando hay adición, acumulación, ¿se aprende algo acaso? ¿Es aprender el acumular? ¿O es que sólo se aprende cuando la mente es del todo inocente? Creo que deberíamos investigar esto un poco, pues para comprender el tiempo y la muerte tiene uno que aprender, tiene que experimentar; y experimentar no es en modo alguno un proceso acumulativo.
Así también, el amor nunca es acumulación. Es algo siempre nuevo. No es cosa que nazca del recuerdo. No tiene ninguna relación con el cuadro que está sobre la repisa de la chimenea. De modo que tal vez si podemos, por tanteos pero bastante inteligentemente, comprender lo que significa aprender, entonces podremos explorar la cuestión del tiempo y la muerte, y quizá descubrir también lo que significa amar.
Para mí, el aprender implica un estado de mente que nunca está acopiando, nunca acumulando. Si uno aprende con una mente que ya ha acopiado, entonces tal aprender sólo es mera adquisición de más conocimiento ¿no es así? La acumulación de conocimiento no es aprender. Las máquinas electrónicas lo están haciendo, adquieren cada vez más conocimiento; pero son incapaces de aprender. La adquisición de conocimiento es un proceso mecánico, y el aprender nunca puede ser una cosa mecánica. Una mente tiene que estar siempre fresca, ser joven, inocente, para aprender, y una mente que esté aprendiendo siempre estará, por cierto, en un estado de humildad no la humildad cultivada por el monje, el santo, o la persona erudita. Una mente que esté aprendiendo tiene su propia dignidad, porque se encuentra en un estado de humildad.
Utilizo la palabra ‘aprender’ en un sentido muy diferente, no como un proceso de adquirir conocimiento. Vivir con una cosa, y adquirir conocimiento sobre ella, son dos estados distintos. Para aprender sobre algo tenéis que vivir con ello; y si ya tenéis conocimiento sobre ello, no podéis vivir con eso, porque entonces sólo estáis viviendo con vuestro propio conocimiento. Para descubrir por nosotros mismos acerca del problema extraordinariamente complejo del tiempo y de la muerte, tiene uno que aprender, y por lo tanto vivir con él; y esto es por completo impedido si lo abordamos con la acumulación de lo que ya conocemos, con conocimiento Ahondaré en esto un poco y tal vez podamos comunicar unos con otros.
El otro día estábamos hablando sobre el deseo. Entramos en ello bastante hondamente, pero creo que omitimos algo: que el deseo está íntimamente relacionado con la voluntad. Esta última implica seguramente, no sólo deseo, sino también elección. Donde haya elección, hay voluntad, y por lo tanto surge el problema del tiempo.
Por favor, si se me permite sugerirlo, escuchad todo esto hasta el fin. No os aferréis a partes de ello con las que estáis de acuerdo o en desacuerdo, sino consideradlo en su totalidad, en todo su contenido. Es cuestión de percepción, de ver algo directamente; y cuando veis algo muy directamente, entonces ni estáis de acuerdo ni en desacuerdo: es así.
De modo que, como decía, por el conflicto exterior e interior desarrollamos voluntad. Y la voluntad es una forma de resistencia, evidentemente, tanto si es la voluntad de logro como la voluntad de ser, el impulso a negar o la determinación de sostener algo. La voluntad está constituida por los muchos hilos del deseo, y con eso vivimos. Y cuando indagamos el tiempo, necesitamos una percepción que es del todo diferente de la voluntad de comprender. No sé si esto está claro, pero seguiré adelante con ello quizá lo veáis. Esta es una plática informal, no preparada; es más o menos un inquirir en uno mismo; y entrar en ello en una charla pública es una cosa, pero penetrar uno solo en todo esto es muy distinto. Lo que estamos tratando de hacer es comunicarnos mutuamente este viaje en el tiempo. El inquirir implica también tiempo, y el reunir palabras implica tiempo, y toda comunicación se basa en el tiempo. Y tal vez haya comprensión de lo que es el tiempo, y qué es lo atemporal, no por medio de palabras ni por comunicación verbal o intelectual, sino acaso pasando por alto todo el proceso. Pero desgraciadamente tenemos primero que indagar el tiempo verbalmente, intelectualmente. Mas esta indagación es en el sentido de aprender sobre ello, que no es recordar lo que habéis leído, ni simplemente oír las palabras que estoy diciendo, sino su percepción, el verlo directamente por vosotros mismos. Y creo que esto puede tener un inmenso valor.
El tiempo es a la vez cronológico y psicológico, exterior e interior. Y el conflicto surge cuando se introduce el tiempo en nuestra vida en forma de ‘seré’, ‘no seré’, ‘tengo que llegar’, ‘tengo que realizar’. Y si la mente pudiera eliminar todo ese proceso, entonces podríamos hallar que la mente ya no es medible, carece de frontera, y sin embargo puede vivir en este mundo totalmente, completamente, con todos sus sentidos.
Para la mayoría de nosotros, el tiempo cronológico, en forma de hoy, mañana y ayer, es esencial. Aprender una técnica, ganarse la vida, implica tiempo. Está ahí, y no podéis evitarlo; es una realidad. Necesitáis tiempo para llegar aquí; necesitáis tiempo para aprender un idioma; existe el tiempo en el avance de la juventud a la vejez; se tarda tiempo, que implica distancia y espacio, en ir desde aquí a la luna. Todos estos son hechos, y sería absurdo e insensato negarlo.
Ahora bien, ¿existe acaso cualquier otro tiempo, como un hecho? ¿O es que la mente ha inventado el tiempo psicológico como medio de logro, como medio de llegar a ser algo? Soy envidioso, adquisitivo, brutal; pero con el tiempo me libraré gradualmente de la envidia, seré no violento. ¿Es eso una realidad, es un hecho como lo es la distancia de Londres a París? ¿Existe cualquier otro hecho tan definido y real corno el espacio y la distancia? En otras palabras: ¿existe siquiera el tiempo psicológico? Aunque lo hemos inventado, aunque vivimos con él, aunque es un hecho para nosotros, ¿existe semejante cosa? Aceptamos el tiempo cronológico y aceptamos también el tiempo psicológico, y de los dos decimos: son hechos. Uno, el tiempo cronológico, es un hecho; pero pongo en duda que el otro lo sea ¿Es necesario el tiempo para ver algo claramente, inmediatamente? Para ver la adquisividad, la envidia, todas las cosas, el sufrimiento implicado en la envidia, para ver la verdad de ello, ¿es necesario el tiempo? ¿O es que la mente inventa el tiempo psicológico para gozar de los frutos de la envidia y eludir su dolor? De modo que el tiempo puede ser el refugio de una mente indolente. Es la mente perezosa la que dice: ‘no puedo ver eso inmediatamente, déme tiempo, voy a mirarla durante un período más largo; más adelante haré algo sobre ello’; o: ‘sé que soy violento; pero gradualmente, cuando ya no me guste, cuando eso ya no me beneficie, cuando ya no goce con ello, lo abandonaré’. Por lo tanto, nace el ideal: la idea de ‘lo que debería ser’ se coloca a distancia, lejos del hecho de ‘lo que es’. Hay, pues, un espacio entre el hecho y ‘lo que debería ser’. Y yo pregunto: ¿es un hecho el ideal de ‘lo que debería ser’? ¿ O es una conveniente invención de la mente para poder seguir adelante con los placeres y dolores, con la indolencia de la postergación?
Ahora bien, para ver algo de inmediato lo absurdo de la envidia, de la competencia, de la moralidad social- para ver de inmediato la falsedad de eso, ¿se requiere tiempo? Para transformar la mente, para que ésta se libere de su propio condicionamiento ¿hace falta tiempo? Como sabéis, tal como se entiende generalmente, una revolución implica poner en práctica una norma económica, social, política o de otra clase, como reacción contra lo que ha sido antes. Para mí, una reacción no es una revolución. Una revolución es instantánea y no tiene relación alguna con una reacción.
La mente, después de todo, es el resultado de muchos miles de ayeres; y siendo ella misma el resultado del tiempo, siempre piensa en términos del ayer, el hoy y el mañana. Y para descubrir si existe una atemporalidad, para descubrir realmente, para aprender sobre ello, tiene que haber una revolución completa en la mente misma. ¿Estoy trasmitiendo algo, o nada en absoluto?
Mirad: sois un inglés, un italiano, un francés, un hindú, o lo que sea, y con ello van todas las actitudes hacia la vida que condicionan, que separan, que dividen. Y este condicionamiento se ha producido a través del tiempo, por la educación, la propaganda; durante dos mil años la iglesia os ha adoctrinado para que seáis cristianos. Y este condicionamiento de la religión, del nacionalismo, de la separatividad, tiene evidentemente que ser destruido por completo, porque todas esas cosas son fronteras, limitaciones de la mente. ¿Y es cuestión de tiempo la destrucción de todo esto?
Mirémoslo de manera distinta. ¿Dónde existe el tiempo, no sólo el del reloj, sino el tiempo interno? ¿Dónde existe? Por favor, no es esta una pregunta retórica o de argumentación, ni una pregunta hecha sólo para estimular vuestra mente eso es todo demasiado tonto. Pregunto esto porque el espacio, el tiempo y la distancia tienen que existir en un estado en el que no hay tiempo en absoluto. Ese estado debe existir primero, y cualquier otro entra en él. Sin atemporalidad, no hay espacio ni distancia. Os ruego que no aceptéis ni neguéis esto: tenemos que tentar nuestro camino en ello. Todavía no os he comunicado su sentido, de modo que no podéis decir que sea así o no, o que lo que digo no significa nada para vosotros.
Mirad, existís en el espacio. Sin espacio no existiríais. Sin el espacio entre dos palabras, éstas carecen de sentido; sin el espacio entre dos notas, no habría música. El espacio es la cosa desconocida, en la que lo conocido existe. Sin lo desconocido, no existe lo conocido. No sé si os lo estoy trasmitiendo. Por favor, esto no es algo sentimental, que pueda ser motivo de risa o de aceptación. Voy a seguir para entrar en alguna otra cosa. Si cualquier cosa que uno dice muere, no hay vida.
La mayoría de nosotros queremos una vida que tenga continuidad, la cual es tiempo y espacio. Por consiguiente, para nosotros la muerte es un horror que hay que evitar, y la vida es algo que hay que prolongar, mediante la medicina, los médicos, etc. O bien, frente a lo inevitable de la muerte, decimos, ‘quiero creer en algo: que yo continuaré y que vosotros continuaréis siempre en el espacio’.
De modo que, si puede uno decirlo así, en el seno de lo desconocido, existen el tiempo y el espacio. Pero, sin tentar el propio camino en lo desconocido, la mente se hace esclava del tiempo y del espacio. Hemos tardado tiempo en llegar aquí, pero ¿se emplea tiempo para percibir algo, para ver algo que no es cuestión de tiempo? El ver que algo es falso, ¿lleva tiempo?
¿Lleva tiempo el ver lo falso del nacionalismo, lo ponzoñoso que es? Por favor, aguardad un minuto, no digáis que sí. No me refiero al ver intelectual, verbal, sino al ver real, a la percepción efectiva de ello, de modo que jamás volváis a tocarlo eso, seguramente, no requiere tiempo ¿verdad? Uno sólo depende del tiempo cuando la mente es ineficaz, indolente.
Y la muerte. . . ¿por qué hay tal miedo a la muerte? No sólo para los viejos, sino para todos existe este miedo. ¿Porqué ? Y como tenemos miedo, hemos inventado todas las bellas teorías consoladoras: la reencarnación, el karma, la resurrección y todo lo demás. Es el temor lo que hay que comprender; pero no volvamos al temor; estamos tratando de comprender lo que significa morir.
La mayoría de nosotros queremos continuidad física el recuerdo de las cosas que hemos sido, las esperanzas, las satisfacciones, las realizaciones- la mayoría vivimos con los recuerdos, las asociaciones, los cuadros sobre la repisa, los retratos. Y todo eso puede interrumpirse cuando cesa el cuerpo físico; y eso es algo muy perturbador. He vivido tanto tiempo, cincuenta o sesenta años; me he esforzado en cultivar ciertas virtudes, en adquirir conocimiento; y ¿cuál es el valor de la vida, si voy a ser separado de todo ello, si voy a cesar en el instante? Por consiguiente, el tiempo espacio interviene. ¿Me seguís? Digo tiempo, como espacio y distancia. Para nosotros, pues, la muerte es cuestión de tiempo. Pero aquello que tiene continuidad, que no conoce terminación, nunca puede renovarse, nunca puede ser joven, fresco, inocente. Sólo aquello que muere tiene la posibilidad de creación, de renovación, de frescura. ¿Es, pues, posible morir mientras se vive, conocer la vitalidad, la energía de la muerte, con todos los sentidos plenamente despiertos? ¿Qué significa la muerte? No la muerte de vejez, enfermedad y accidente, sino la muerte de una mente que está en plena actividad, que ha probado, ha experimentado, y ha adquirido conocimientos; lo cual significa, en realidad, la muerte del ayer. ¿Comprendéis?
No sé si alguna vez habréis probado, por divertiros, a morir para todo lo que habéis conocido. Entonces diréis: ‘si muero para todos mis recuerdos, para mi experiencia, mis conocimientos, mis fotografías, mis símbolos, mis apegos y ambiciones, ¿qué queda? Nada. Mas, para aprender sobre la muerte, la mente ha de hallarse, por cierto, en un estado en que es como nada. Tomemos un ejemplo: ¿habéis tratado alguna vez de morir, no sólo para el sufrimiento, sino para el placer? Queremos morir para el sufrimiento, para los recuerdos desagradables; pero morir también para el placer, para los gozos, para las cosas que os dan una enorme sensación de vitalidad, ¿lo habéis ensayado? Si es así, veréis que podéis morir para el ayer; morir para todo, de modo que cuando vais a la oficina, al trabajo, vuestra mente esté nueva. Eso, por cierto, es amor ¿no es así?, no las cosas recordadas.
De modo que la mente se ha formado a través del tiempo; la mente es tiempo. Todo pensamiento moldea la mente en el tiempo. Y para no ser moldeado por el tiempo, el pensamiento debe terminar por completo; no de manera forzada, no en forma mecánica, no eliminándolo, sino la terminación que resulta de ver la verdad de que debe terminar.
Así pues, si uno ha de aprender sobre la muerte, tiene que vivir con la muerte. Si queréis aprender con respecto a un niño, tenéis que vivir con el niño, y no asustaros de él. Pero la mayoría de nosotros muere un millar de muertes antes de la verdadera muerte. Vivir con la muerte es morir para el ayer, de modo que el ayer no deje huella en el hoy. Probadlo. Cuando existe la percepción de lo que es verdad sobre esto, entonces el vivir tiene otro sentido muy diferente; entonces no hay división entre la vida y la muerte. Pero nosotros nos asustamos de vivir y también de morir; y no comprendemos ni la vida ni la muerte. Para vivir con algo, tenemos que amarlo; y amar es morir para el ayer. Entonces podéis vivir. Vivir no es la continuidad de la memoria, ni retroceder al pasado y decir: ‘¡qué maravillosamente lo pasé cuando era muchacho!’
No conocemos la muerte ni conocemos la vida. Conocemos los trastornos, las ansiedades, la culpabilidad, los temores, las espantosas contradicciones y conflictos; pero no sabemos lo que es vivir. Y sólo conocemos la muerte como algo espantoso, temible; lo apartamos y no hablamos de ello. Y huimos hacia alguna forma de creencia, como la de los platos voladores, o la reencarnación, o alguna otra cosa.
Hay, pues, un morir, y por lo tanto un vivir, cuando se comprenden el tiempo, el espacio y la distancia en términos de lo desconocido. Mirad, nuestras mentes siempre actúan en términos de lo conocido, y nos movemos de lo conocido a lo conocido, y no sabemos ninguna otra cosa; y cuando la muerte interrumpe esta continuidad de lo conocido con lo conocido, nos asustamos. Y no hay consuelo. Lo que queremos es consuelo, no la comprensión de algo, el vivir con algo que no conocemos.
De modo que lo conocido es el ayer. Eso es lo único que conocemos. No sabemos lo que es el mañana. Proyectamos el pasado a través del presente hacia el futuro; y por ello nacen la esperanza y la desesperación. Pero para comprender realmente eso que se llama muerte, que tiene que ser algo extraordinario, incognoscible, impensable, inimaginable, tiene uno que aprender sobre ello, vivir con ello, llegar a ello sin conocimiento y sin miedo. Y yo digo que es posible, que uno puede morir para los muchos ayeres. Al fin y al cabo, los muchos ayeres son placer y dolor. Y cuando morís para el ayer, la mente está vacía; y se asusta de ese vacío, por lo cual empieza de nuevo, pasando de una cosa conocida a otra. Pero si puede uno morir para el placer y el dolor no un placer o un dolor determinados- entonces la mente está sin tiempo ni espacio, y una mente así tiene entonces tiempo y espacio sin el conflicto del tiempo y el espacio. No sé si seguís esto. Creo que el lenguaje es muy limitado. Podríamos discutir esto.
Interlocutor: Siempre he creído que donde hay espacio tiene que haber tiempo, y parece que vos lo presentéis de modo algo distinto. ¿No es tiempo el espacio entre dos palabras?
Krishnamurti: Tenor, conocemos a la vez el tiempo psicológico y el del reloj, y ¿cómo va a descubrir, la mente que está atada a estos dos tiempos en que están involucrados espacio y distancia- cómo va a descubrir si hay un tiempo sin espacio y distancia? ¿Me seguís? Quiero descubrir si hay una atemporalidad, en la cual no existe ninguna medida en forma de tiempo y espacio. Ante todo, ¿es posible descubrir una cosa así? Podría no serlo. Si no es posible, entonces la mente es siempre esclava del tiempo y del espacio, entonces es cosa terminada. Entonces es una mera cuestión de ajuste, de tratar de tener un poco menos de sufrimiento, etc. Comprendiendo todo esto, ¿puede la mente, sin autoridad, descubrir por sí misma si existe una atemporalidad? Y ¿cómo va a descubrirlo? Sólo puede descubrirlo abandonando el tiempo psicológico, como cuando ve algo inmediatamente. Lo que significa ¿no es así? que la mente se libera del centro alrededor del cual se mueve, y que hay un morir para el centro que ha acumulado placer y rechazado el dolor. Y creo que eso tiene una relación directa con nuestra vida diaria.
Interlocutor: ¿No es el tiempo cronológico lo mismo que el psicológico?
Krishnamurti: En cierto sentido los dos son lo mismo. ¿No existe para la mente el apremio de hallarse en un estado de algo permanente? Para nosotros la permanencia es muy importante ¿no es así? Pero no hay tal permanencia, porque hay guerra, hay muerte, mi esposa se escapa con alguien, etc. El ansia de tener permanencia es el deseo de estar seguro. Pero la mente se opone a la inseguridad, de modo que inventa esperanzas y la idea de un dios permanente. Un dios que hacemos permanente en el tiempo y el espacio, no puede ser Dios; de modo que si la mente pudiera ver de manera inmediata la verdad, el hecho de que no hay nada permanente, entonces creo que el tiempo, la muerte y el amor tendrán un significado del todo diferente.
Interlocutor: Después de detenerse el corazón, ¿hay pensamiento como persona?
Krishnamurti: ¡Oh, cómo anhelamos descubrir acerca de esto! ¡Cómo nos incorporamos en el asiento y atendemos!
Veamos. ¿Hay pensar personal y pensar colectivo? ¿O es que todo pensar es colectivo, sólo que nosotros lo personalizamos? Todos sois británicos: eso es pensar colectivo. Todos sois cristianos: también es pensar colectivo. Hay pensamiento individual sólo cuando trascendéis lo colectivo, cuando ya no estéis confinados, limitados, condicionados. Así, somos ciertamente individuos sólo en el sentido de que un organismo está separado de otro, en el sentido de que hay un espacio y una distancia entre nosotros. ¿No es colectivo todo nuestro pensar lo cual es una idea bastante horrible-, pero no es así?
Interlocutor: Si se os dijera que vais a morir mañana tendría eso algún efecto sobre vos personalmente?
Krishnamurti: Ninguno en absoluto, seguiría adelante. Pero la cuestión es: ¿hay pensar individual aparte del colectivo? Lo que trato de decir es esto. Se me ha educado como hindú, como cristiano, budista, o lo que sea, creyendo en todas las cosas en que cree la sociedad y formando parte de todo ello. ¿Hay pensamiento separado de eso? Todo pensamiento aparte de eso sólo puede ser una reacción ¿no es así? Puedo romper con el marco de lo colectivo y decir que estoy separado, pero en realidad eso es sólo una reacción dentro del marco, ¿verdad? Yo hablo de rechazar totalmente el marco. ¿Es posible? Si lo es, entonces hay un pensar individual que no es simplemente una reacción contra lo colectivo.
Después de todo, la muerte es la ruptura con lo colectivo. La muerte es la ruptura con el marco, en el que existe el pensar colectivo y la reacción contra lo colectivo que llamáis pensar individual, pero que sigue formando parte de lo colectivo. Morir para todo eso puede ser, y tiene que ser algo enteramente diferente, algo que no puede medirse en términos de lo colectivo ni en términos de lo individual, algo incognoscible, desconocido. Y yo digo que si no existe lo desconocido, y si lo conocido no existe dentro de lo desconocido, entonces no somos más que esclavos de lo conocido, y no hay ninguna salida. Lo incognoscible sólo es posible cuando uno muere para lo conocido.
El Estado Creativo de la Mente.
9ª Conversación en Londres 21 de Mayo de 1961
Jiddu Krishnamurti, El Estado Creativo de la Mente, conversaciones de J. Krishnamurti en Europa. Incluidas en el libro “There is No Thinker, only Thought”. Jiddu Krishnamurti en español.