Cartas a las Escuelas
15 de noviembre de 1983
Mediante la observación tal vez aprenda usted más que de los libros. Los libros son necesarios para aprender una materia, como matemáticas, geografía, historia, física o química. Los libros han impreso en una página el conocimiento acumulado de científicos, filósofos, arqueólogos, etc. Este conocimiento acumulado que uno aprende en la escuela y después en el colegio o la Universidad - si uno es lo bastante afortunado como para ir a la Universidad - se ha reunido a través de los siglos desde días muy remotos. Existe un gran conocimiento acumulado procedente de la India, del antiguo Egipto, de la Mesopotámica, de los griegos, de los romanos y, por supuesto, de los persas. Tanto en el mundo occidental como en el oriental, este conocimiento es necesario para tener una carrera, para hacer cualquier trabajo, ya sea mecánico, teórico, práctico o para algo que uno tiene que idear, inventar. Este conocimiento ha producido una gran tecnología, especialmente en el transcurso de este siglo. Existe el conocimiento de los que llamamos libros sagrados, los Vedas, los Upanishads, la Biblia, el Corán y las Escrituras hebreas. Están, pues, los libros religiosos y los libros pragmáticos, libros que le ayudarán a adquirir conocimientos, a actuar con destreza, ya sea usted un ingeniero, un biólogo o un carpintero.
Casi todos nosotros en cualquier escuela, y particularmente en estas escuelas, reunimos conocimientos, información, y es para eso que las escuelas han existido hasta ahora: para acopiar una gran cantidad de información sobre el mundo exterior, sobre los cielos, sobre por qué el mar es salado, o por qué crecen los árboles; información acerca de los seres humanos, de su anatomía, de la estructura del cerebro, y así sucesivamente. Y también acerca del mundo que nos rodea, de la naturaleza, del medio social, de la economía y de muchas cosas más. Tal conocimiento es absolutamente necesario, pero el conocimiento es siempre limitado. Por mucho que pueda desarrollarse, el acopio de conocimientos es siempre limitado. El aprender forma parte del proceso en que se adquieren conocimientos acerca de diversas materias a fin de que usted pueda tener una carrera, un trabajo que podría gustarle, o una clase de trabajo que las circunstancias, las exigencias sociales pueden haberle obligado a aceptar aunque tal vez no le agrade mucho hacerlo.
Pero, como dijimos, usted aprende muchísimo observando, observando las cosas que lo rodean, observando los pájaros, el árbol, los cielos, las estrellas, la constelación de Orión, la Osa Mayor, el lucero de la tarde. Aprende si observa no sólo las cosas que lo rodean, sino también a la gente, la manera en que las personas caminan, sus gestos, las palabras que usan, el modo en que visten. Usted observa no sólo lo que está afuera, sino que también se observa a sí mismo, por qué piensa esto o aquello, su comportamiento, la conducta en su vida cotidiana, las razones de que sus padres quieran que haga esto o lo otro. Usted está observando, no resistiendo. Si resiste, no aprende. O si llega a alguna clase de conclusión, a alguna opinión que usted considera correcta y se aferra a ella, entonces, naturalmente, jamás aprenderá. Para aprender es necesaria la libertad, y también la curiosidad, un sentimiento de querer saber por qué usted u otros se comportan de cierta manera, por qué la gente se enfurece, por qué se enoja usted.
El aprender es extraordinariamente importante, porque el aprender no termina jamás. Aprender, por ejemplo, por qué los seres humanos se matan unos a otros. Por supuesto que hay explicaciones en los libros, todas las razones psicológicas de que los seres humanos se comporten de esa peculiar manera que les es propia, las razones de que sean tan violentos. Todo esto ha sido explicado en libros de diversas clases por autores eminentes, psicólogos, etc. Pero lo que leemos no es lo que somos. Lo que somos, el modo en que nos conducimos, el porqué de nuestra ira, de nuestra envidia, de nuestras depresiones, si nos observamos a nosotros mismos, aprendemos mucha más al respecto que a través de un libro que nos dice lo que somos. Pero ya lo ve, es más cómodo leer un libro acerca de uno mismo, que observarse a sí mismo. El cerebro está acostumbrado a reunir información de todas las acciones y reacciones externas. ¿Acaso no encuentra usted mucho más cómodo que lo dirijan, que otros le digan lo que debe hacer? Sus padres, especialmente en los países orientales, le dicen con quien debe casarse y arreglan el matrimonio, le dicen cuál debe ser su carrera. De ese modo, el cerebro acepta el camino fácil, y el camino fácil no siempre es el camino correcto. No sé si usted ha notado que nadie ama ya su trabajo, excepto tal vez unos pocos científicos, artistas, arqueólogos. Pero al hombre común, al hombre promedio, raramente le gusta lo que está haciendo. Está obligado por la sociedad, por sus padres o por el impulso de ganar más dinero. De modo que aprenda observando muy, muy cuidadosamente el mundo exterior, el mundo que está fuera de usted, y el mundo interior - o sea, el mundo que es usted mismo.
Parece haber dos maneras de aprender una es adquirir una gran cantidad de conocimientos, primero mediante el estudio y después actuando a partir de ese conocimiento. Eso es lo que hace la mayoría de nosotros. La otra manera es actuar, hacer algo, y aprender mediante la acción; y eso también se convierte en acumulación de conocimientos. En realidad, las dos maneras son la misma cosa: aprender de un libro o adquirir conocimientos a través de la acción. Ambas se basan en el conocimiento, en la experiencia, y, como hemos dicho, la experiencia y el conocimiento son siempre limitados.
Así, tanto el educador como el estudiante deben descubrir qué es realmente el aprender. Por ejemplo, usted aprende de un gurú - si él es un gurú del todo genuino, un gurú sensato, no el gurú que se lucra, no uno de esos que quieren ser famosos y recorren diferentes países para acumular una fortuna merced a sus más bien desequilibradas teorías. Descubra qué es aprender. Hoy día, el aprender se está volviendo más y más una forma de entretenimiento. En algunas escuelas occidentales, cuando los estudiantes han pasado la escuela secundaria, ni siquiera saben leer y escribir. Y cuando ustedes sí saben leer y escribir, y aprenden diversas materias, ¡son todos personas tan mediocres! ¿Sabe lo que quiere decir la palabra mediocridad? La raíz etimológica significa ascender a medias la colina sin alcanzar jamás la cumbre. Eso es la mediocridad: jamás exigir lo excelente, lo más elevado de uno mismo. Y el aprender es infinito, realmente no termina jamás.
Entonces, ¿de quién está usted aprendiendo? ¿De los libros? ¿Del educador? O tal vez, si su mente es brillante, ¿de la observación? Hasta donde parece, usted está aprendiendo de lo externo: aprende, acumula conocimientos, y desde esos conocimientos actúa, determina su carrera, etc. Si está aprendiendo de sí mismo - o más bien, si aprende observándose a sí mismo, sus prejuicios, sus conclusiones definidas, sus creencias -, si está observando las sutilezas de su pensamiento, su vulgaridad, su sensibilidad, entonces usted mismo se convierte en el maestro y el discípulo. Entonces no depende internamente de nadie, de ningún libro, de ningún especialista - aunque, desde luego, si se siente mal y tiene alguna clase de enfermedad, tiene que acudir a un especialista; eso es natural, es necesario. Pero el depender de alguien, por excelente que pueda ser, le impide aprender acerca de sí mismo, de lo que usted es. Y es muy, muy importante aprender lo que uno es, porque lo que uno es produce esta sociedad tan corrupta, tan inmoral, en la que hay una extensión tan enorme de la violencia, esta sociedad tan agresiva, donde cada cual busca su propio éxito particular, su propia forma de realización. Aprenda lo que usted es, no por medio de otra persona, sino observándose a sí mismo, sin condenar, sin decir «Esto está muy bien, soy así y no puedo cambiar», y luego seguir como antes. Cuando usted se observa a sí mismo sin ninguna forma de reacción ni de resistencia, entonces ese mismo observar actúa; como una llama, quema las estupideces, las ilusiones que uno tiene.
De modo que el aprender se vuelve muy importante. Un cerebro que cesa de aprender, se vuelve mecánico. Es como un animal amarrado a una estaca; puede moverse sólo según el largo de la cuerda, de la correa que está atada a la estaca. Casi todos estamos amarrados a nuestra propia estaca particular, a una invisible estaca con su cuerda. Uno se mueve de un lado a otro dentro de las dimensiones de esa cuerda, la cual es muy limitada. Es como un hombre que piensa todo el día en sí mismo, en sus problemas, en sus deseos, en sus placeres, en lo que le gustaría hacer. Usted conoce este constante ocuparse de uno mismo. Es muy, muy limitado. Y esa misma limitación engendra distintas formas de conflicto e infelicidad.
Los grandes poetas, pintores, compositores, jamás se satisfacen con lo que han hecho. Siempre están aprendiendo. No es después de que usted ha pasado sus exámenes y ha ido a trabajar, que deja de aprender. En el aprender hay una gran fuerza y vitalidad, especialmente en el aprender acerca de uno mismo. Aprenda, observe de modo que no quede en usted un solo lugar que no haya sido visto, descubierto. Esto implica, realmente, librarse del propio condicionamiento particular. El mundo está dividido a causa de este condicionamiento: usted como indio, usted como americano, como inglés, ruso, chino, etc. Debido a este condicionamiento existen las guerras, la matanza de miles de personas, la desdicha y la brutalidad.
De modo que, tanto el educador como el educando, están aprendiendo en el profundo sentido de esa palabra. Cuando ambos están aprendiendo, no existe el educador ni uno que deba ser educado. Sólo existe el aprender. El aprender libera al cerebro y al pensamiento del prestigio, de la posición, del status. El aprender origina igualdad entre los seres humanos.
Cartas a las Escuelas
15 de noviembre de 1983
Jiddu Krishnamurti, Cartas a las Escuelas. Textos libros conversaciones filosofía. Letters to Schools 1978...1983. Jiddu Krishnamurti en español.