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Cartas a las Escuelas

Primero de noviembre de 1983

Uno está completamente seguro de que los educadores se dan cuenta de lo que actualmente está sucediendo en el mundo. La gente está dividida en lo racial, en lo religioso, en lo político y económico, y esta división es fragmentación. Ello está originando un caos muy grande en el mundo - guerras, toda clase de engaños en el campo de la política, etc. La violencia se está extendiendo y el hombre lucha contra el hombre. Éste es el estado actual de confusión que impera en el mundo, en la sociedad en que vivimos, y esta sociedad la crearon todos los seres humanos con sus culturas, sus divisiones lingüísticas, sus separaciones regionales. Todo esto engendra no sólo confusión sino odio, mucho antagonismo y más diferencias lingüísticas. Esto es lo que está ocurriendo, y la responsabilidad del educador es realmente muy grande. Le concierne, en todas las escuelas, dar origen a un ser humano bueno que tenga un sentimiento de la relación global, que no sea nacionalista, regionalista, aislado, que no se aferre religiosamente a las viejas tradiciones muertas que realmente carecen de toda validez. Su responsabilidad como educador se vuelve cada vez más seria; debe estar más y más comprometido, más y más interesado en la educación de sus estudiantes.

¿Qué está haciendo actualmente esta educación? ¿Está realmente ayudando al hombre, a sus hijos, para que se interesen más en la vida, para que sean más benévolos, más generosos, para que no vuelvan al viejo patrón, a la vieja fealdad y perversidad de este mundo? Si el educador está realmente interesado en esto, como debe estarlo, entonces tiene que ayudar al estudiante a descubrir su relación con el mundo - no el mundo de la imaginación o del sentimentalismo romántico, sino el mundo real donde ocurren todas las cosas. Y también con el mundo de la naturaleza, con el desierto, con la jungla o con los pocos árboles que lo rodean, con los animales de la tierra. Los animales, afortunadamente, no son nacionalistas; cazan sólo para sobrevivir. Si el educador y el estudiante pierden su relación con la naturaleza, con los árboles, con el ondulante mar, cada uno de ellos perderá, ciertamente, su relación con el ser humano.

¿Qué es la naturaleza? Hay muchos discursos e intentos destinados a proteger la naturaleza, los animales, los pájaros, las ballenas y los delfines; a limpiar los ríos contaminados, los lagos, los campos verdes, etc. La naturaleza no es algo creado por el pensamiento, como lo es la religión, la creencia. La naturaleza es el tigre - ese animal extraordinario, con su energía, su gran sensación de poder. La naturaleza es el árbol solitario en el campo, son las praderas y los huertos; es esa ardilla que se esconde tímidamente detrás de una rama. La naturaleza es la hormiga y la abeja y todas las cosas animadas de la tierra. La naturaleza es el río, no un río particular como el Ganges, el Támesis o el Misisipi. La naturaleza es todas aquellas montañas revestidas de nieve, con los oscuros valles azules y la cadena de cerros que se enfrentan al mar. El universo es parte de este mundo. Uno debe tener un sentimiento de todo esto, no destruirlo, no matar por el propio placer, no matar animales para la mesa de uno. En realidad, matamos el repollo, los vegetales que comemos, pero en alguna parte debe uno trazar la línea. Si no comiéramos vegetales, ¿cómo viviríamos? De modo que uno debe discernir con inteligencia.

La naturaleza forma parte de nuestra vida. Nos originamos en la semilla, en la tierra, y somos parte de todo eso, pero estamos perdiendo rápidamente el sentido de que somos animales como los otros animales. ¿Puede usted tener un sentimiento por ese árbol, mirarlo, ver su belleza, escuchar el sonido que hace? ¿Puede ser sensible a la pequeña planta, a la maleza, a esa enredadera que va ascendiendo por el muro, a la luz sobre las hojas y a las numerosas sombras? Uno debe percibir todo esto y tener ese sentimiento de comunión con la naturaleza que nos rodea. Puede que uno esté viviendo en una ciudad, pero igualmente hay árboles aquí y allá. Una flor en el jardín de al lado puede estar mal cuidada, cubierta de cizaña, pero mírela, sienta que usted es parte de todo eso, parte de todas las cosas vivas. Si uno causa daño a la naturaleza, se está causando daño a sí mismo.

Uno sabe que todo esto se ha dicho antes de diferentes maneras, pero no parece que le prestemos mucha atención. ¿Es que estamos tan atrapados en nuestra propia red de problemas, en nuestros propios deseos, en nuestros propios instintos de placer, en nuestro dolor, que jamás miramos lo que nos rodea, jamás observamos la luna? Obsérvela. Observe totalmente con sus ojos y oídos, con su sentido del olfato. Observe. Mire todo como si estuviera mirando por primera vez. Si puede hacerlo, está viendo por vez primera ese árbol, aquel arbusto, esa brizna de hierba. Entonces pueden ver al maestro, al padre, a la madre, a la hermana y al hermano, como si fuera la primera vez. Hay en ello un sentimiento extraordinario: la maravilla, la extrañeza, el milagro de una fresca mañana que jamás ha sido antes y que jamás será. Esté realmente en comunión con la naturaleza, no verbalmente atrapado en su descripción, sino siendo una parte de ella; perciba, sienta que usted pertenece a todo eso, sea capaz de sentir amor por ello, de experimentar admiración por un ciervo, por la lagartija sobre la pared, por esa rama rota que yace en el suelo. Contemple la estrella vespertina o la luna nueva, contémplelas sin la palabra, sin decir meramente ‘qué bella!’ y volverle la espalda atraído por alguna otra cosa; mire esa estrella solitaria y la delicada luna nueva como si las mirara por primera vez. Si existe una comunión así entre usted y la naturaleza, entonces puede usted comunicarse con el hombre, con el muchacho que se sienta a su lado, con su educador o con sus padres. Hemos perdido todo sentido de la relación; ésta no consiste sólo en declaraciones verbales de afecto e interés mutuo, sino que también es este sentimiento de comunión no verbal. Es un sentimiento de que todos estamos unidos, de que todos somos seres humanos, que no estamos divididos, fragmentados, que no pertenecemos a ningún grupo o raza particular, ni a algún concepto idealista, sino que todos somos seres humanos, que todos estamos viviendo en esta tierra extraordinaria y bella.

¿Alguna vez se ha despertado usted muy temprano, y ha mirado por la ventana o ha salido a la terraza para contemplar los árboles y el amanecer primaveral? Viva con ello. Escuche todos los sonidos, el susurro, la leve brisa entre las hojas. Vea la luz sobre esa hoja y observe el sol que se levanta tras el cerro, sobre la pradera. Y el río seco, o ese animal y aquellas ovejas al otro lado de la colina - obsérvelas. Mírelas con ese sentimiento de afecto, de protección, en el que uno siente que no desea causar daño a cosa alguna. Cuando usted tiene una comunión así con la naturaleza, entonces su relación con otro ser humano se vuelve sencilla, clara y está libre de todo conflicto.

Ésta es una de las responsabilidades del educador, no meramente la de enseñar matemáticas o cómo manejar una computadora. Mucho más importante es poder estar en comunión con otros seres humanos que sufren, luchan y experimentan la gran angustia y el dolor de la pobreza, y también con esas personas que pasan en un lujoso automóvil. Si el educador se interesa en esto, está ayudando al estudiante a que se vuelva sensible, sensible a los sufrimientos de otras personas, a las luchas de otras personas, a sus ansiedades y preocupaciones, y a las disputas que ocurren en la propia familia. Debe ser responsabilidad del maestro educar a los niños, a los estudiantes, para que tengan una comunión así con el mundo. Puede que el mundo sea demasiado grande, pero el mundo está donde está el estudiante; ése es su mundo. Y esto trae consigo una natural consideración, un natural afecto y cortesía hacia los demás, y una conducta que jamás es ruda, cruel o vulgar.

El educador debe hablar acerca de todas estas cosas, no sólo verbalmente, sino que él mismo debe sentirlas - sentir el mundo, el mundo de la naturaleza y el mundo del hombre; ambos están relacionados entre sí. El hombre no puede escapar de ello. Cuando destruye la naturaleza, se está destruyendo a sí mismo. Cuando mata a otro ser humano, se está matando a sí mismo. El enemigo no es el otro sino uno mismo. Vivir en tal armonía con la naturaleza, con el mundo, da origen naturalmente a un mundo distinto.

Cartas a las Escuelas

Primero de noviembre de 1983

Jiddu Krishnamurti, Cartas a las Escuelas. Textos libros conversaciones filosofía. Letters to Schools 1978...1983. Jiddu Krishnamurti en español.

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