Cartas a las Escuelas
Primero de diciembre de 1982
Parece que muy pocos maestros se dan cuenta de su gran responsabilidad, no sólo hacia los padres, sino también en la relación que tienen con los estudiantes. ¿Cuál es esta relación? ¿De qué modo contempla uno esta relación? ¿Es una comunicación de informaciones? ¿Es la afirmación verbal de ciertos hechos? ¿Es superficial la relación, es casual, efímera? El maestro, ¿es un ejemplo? Como maestro, ¿soy yo una influencia? Si soy un ejemplo que algunos de mis estudiantes deben seguir, entonces me convierto en un tirano; entonces la disciplina se vuelve ajuste a un patrón. Ellos me imitan, imitan mis maneras, mis gestos, etc. Pero yo no quiero que me sigan, no quiero influenciarlos. Quiero que comprendan hasta qué punto todos nosotros somos influidos, moldeados para ajustarnos a un patrón. Mi percepción, mi intención es la de ayudar a mis estudiantes para que se liberen de toda clase de influencia, buena o mala, de modo que vean por sí mismos cuál es la acción correcta. Que no se les diga cuál debe ser esa acción, sino que tengan la capacidad y la energía necesarias para ver lo falso y lo verdadero. O sea, que mi interés primordial es el de cultivar la inteligencia de los estudiantes, de modo que puedan enfrentarse inteligentemente a la vida con todas sus complejidades. Veo que ésta no es una meta, sino una realidad inmediata. Sé que ellos son influenciados por sus padres, por sus compañeros de estudios y por el mundo que los rodea. Los jóvenes se dejan influenciar con facilidad. Pueden rebelarse contra ello, pero consciente o inconscientemente, hay presión que genera tensiones. De modo que, como maestro y como ser humano, me pregunto de qué manera puedo dar origen al carácter y a la energía de esa inteligencia.
Comienzo por ver que debo ser tanto introvertido como extrovertido en el mundo de la acción, y que internamente no tengo que ser egoísta sino que debo volver mis ojos y oídos hacia las sutilezas de la vida. O sea, que debo ser capaz de amparar y, al mismo tiempo, cultivar la generosidad, ser tanto el que da como el que recibe. Siento todo esto si soy realmente un maestro dedicado en el verdadero sentido de la palabra. Para mí ésta no es una profesión; es algo que tiene que hacerse. De esa manera me vuelvo mucho más alerta y sensible al mundo, a lo que ahí está sucediendo; e internamente, comprendo la necesidad de estar por encima y más allá de mis intereses egoístas. Veo esto como un movimiento total, lo externo y lo interno, indivisible como las aguas del mar que entran y salen. Entonces me pregunto: ¿Cómo he de ayudar al estudiante para que se dé cuenta de esto?
Sensibilidad implica vulnerabilidad. Uno es sensible a sus reacciones, a sus heridas internas, a su bloqueada existencia; o sea, que uno es sensible con respecto a sí mismo, y en este estado de vulnerabilidad hay realmente interés propio y, por tanto, existe la capacidad de ser lastimado, de volverse neurótico. Ésta es una forma de resistencia que se concentra esencialmente en el ‘yo’. La fuerza de la vulnerabilidad no es egocéntrica; es como la fresca hoja de primavera, que puede soportar fuertes vientos y florecer. Esta vulnerabilidad no puede ser lastimada, cualesquiera que sean las circunstancias. La vulnerabilidad carece de un centro como el ‘yo’. Posee una fuerza extraordinaria, tiene vitalidad y belleza.
Como ser humano, como maestro, y en mí mismo, veo esto con la mayor claridad posible; pero como maestro no soy todo esto. Estoy estudiando, estoy aprendiendo. Como maestro estoy en relación con mis estudiantes, y en esa relación estoy aprendiendo. ¿De qué manera he de comunicar todo esto a mis estudiantes que están condicionados, que son irreflexivos, juguetones, traviesos como lo son los niños normales? Yo enseño materias y me estoy preguntando si todas estas cosas puedo comunicarlas a través de las matemáticas, la física o la biología. ¿O son algo aparte que debe memorizarse? Veo que lo otro no es el cultivo de la memoria, de modo que tengo este problema: por un lado el cultivo de la memoria en geografía, etc., a fin de aprobar los exámenes y finalmente obtener un empleo, y por el otro, tengo una vaga noción de que la inteligencia no es mecánica, que no es el cultivo de la memoria. Este es mi problema. Me pregunto si estas dos cosas están separadas. ¿O la inteligencia, si se despierta desde el comienzo mismo de nuestra vida, puede incluir la memoria sin ser un esclavo de ella? Lo más grande incluye lo más pequeño. El universo contiene lo particular. Pero lo particular no puede permanecer en su propia y estrecha esfera.
Estoy comenzando a comprender este factor tan importante porque soy un maestro dedicado que está usando la enseñanza como escalón para otra cosa. Me pregunto, entonces, qué hacer con estos niños que tengo frente a mí. Ellos no se interesan en todo esto. Están prontos a intimidarse mutuamente, a competir entre ellos, son envidiosos, etc. Ahora bien, usted que es ajeno a todo esto, ¿comprende mi problema? Tiene que comprenderlo, porque usted también es un maestro a su propio modo, en su casa, en los campos de deportes o en los negocios. Todos somos maestros de un modo u otro, así que no se limite a dejarme con mi problema. Es también su problema. Así que hablemos sobre ello.
Ambos vemos, así lo espero, que estamos en esta situación: que la principal y mayor importancia radica en dar origen a esta inteligencia en todos los niños y en los estudiantes de quienes somos responsables. No me deje solo para que yo resuelva este problema, hablemos al respecto. En primer lugar, quiero que usted y yo comprendamos el problema. Dejemos tranquilos por el momento a los niños y al estudiante. ¿Vemos que el estudiante, a la larga tiene que tener una ocupación y, por tanto, ha de comprender el mundo, las necesidades del mundo, su desorden implícito y su creciente destrucción y deterioro? Él ha de encarar todo esto, no como una entidad especializada, porque en tal caso es incapaz de enfrentarse al mundo.
Todo ello implica la adquisición de conocimientos, y la meticulosa disciplina del conocimiento. En tanto el mundo sea lo que es, el estudiante tiene que actuar en una dirección determinada, y la mayor parte del tiempo está ocupado en eso, tal vez ocho o diez horas al día. También ha de estudiar y aprender acerca de todo el mundo psicológico que no ha sido explorado por nadie. Aquellos que han explorado algo, cuentan lo que han descubierto; esto se convierte en conocimiento, y el estudiante meramente lo sigue. Eso no es una fiel exploración en uno mismo De modo que usted y yo tenemos este problema Usted puede estar interesado casualmente, pero yo como maestro, me intereso de verdad. Yo también estoy condicionado; no soy totalmente vulnerable, en el sentido que le hemos dado aquí. Tengo mis problemas familiares, etc., pero mi dedicación desplaza todo eso. ¿Qué debo hacer o no hacer? ¿Es que eso requiere no una acción, sino la creación, con otros maestros, de la atmósfera apta para este designio? El designio no es una meta que deba alcanzarse algún tiempo después. El designio es la actividad siempre presente, en la cual el tiempo no está involucrado en absoluto.
Cartas a las Escuelas
Primero de diciembre de 1982
Jiddu Krishnamurti, Cartas a las Escuelas. Textos libros conversaciones filosofía. Letters to Schools 1978...1983. Jiddu Krishnamurti en español.