Cartas a las Escuelas
15 de diciembre de 1981
Una escuela es un lugar donde se aprende y, por eso, es un lugar sagrado. Los templos, las iglesias y las mezquitas no son lugares sagrados, porque en ellos se ha dejado de aprender. Allí la gente cree, tiene fe, y eso niega enteramente el gran arte de aprender, mientras que una escuela como esas a las que se envía esta carta, debe estar totalmente consagrada al aprender; aprender no sólo con respecto al mundo que nos rodea sino, esencialmente, con respecto a lo que somos los seres humanos, a la complejidad del pensamiento y al por qué nos comportamos del modo en que lo hacemos. El aprender ha sido la antigua tradición del hombre; aprender no sólo de los libros, sino acerca de la naturaleza y estructura psicológica del ser humano. Como eso lo hemos descuidado completamente, hay desorden en el mundo, hay terror, violencia y tienen lugar toda clase de crueldades. Hemos puesto en primer lugar los asuntos del mundo, y no lo interno. Lo interno, si no se comprende, si no se educa y transforma, siempre se sobrepondrá a lo externo por bien organizado que pueda estar políticamente, económicamente y socialmente. Esta es una verdad que muchos parecen olvidar. Por medios políticos, legales y sociales, estamos tratando de traer orden al mundo exterior en que estamos viviendo, e internamente nos hallamos confundidos, inseguros, ansiosos y en conflicto. Sin orden interno, la vida humana estará siempre en peligro.
¿Qué entendemos por orden? El universo, en su más elevado sentido, no ha conocido el desorden. La naturaleza, por mucho que pueda aterrorizar al hombre, siempre está en orden. Se vuelve desordenada únicamente cuando los seres humanos interfieren con ella, y sólo el hombre parece debatirse en luchas y conflictos constantes desde el principio de los tiempos. El universo tiene su propio movimiento de tiempo. Sólo cuando el hombre haya ordenado su vida, habrá de comprender el orden eterno.
¿Por qué el hombre ha aceptado y tolerado el desorden? ¿Por qué cualquier cosa que toca se deteriora, se vuelve corrupta y confusa? ¿Por qué el hombre se ha apartado del orden de la naturaleza - el orden de las nubes, los vientos, los animales y los ríos? Debemos aprender qué es desorden y qué es orden. Desorden es, esencialmente, conflicto, contradicción interna y división entre el devenir y el ser. El orden es un estado en el cual el desorden no ha existido jamás.
Desorden es esclavitud al tiempo. El tiempo es muy importante para nosotros. Vivimos en el pasado, a base de recuerdos, de heridas internas y placeres que pertenecen al pasado. Nuestro pensamiento es el pasado. Siempre se está modificando como reacción al presente, proyectándose hacia el futuro; pero las raíces profundas del pasado siempre están en nosotros, y ésta es la cualidad constrictiva del tiempo. Tenemos que observar este hecho en nosotros mismos y darnos cuenta de su proceso limitativo. Lo que es limitado debe, por fuerza, estar siempre en conflicto. El pasado es conocimiento que se deriva de experiencias, acciones y respuestas psicológicas. Este conocimiento, del que uno puede ser consciente o no, es la verdadera naturaleza de la existencia humana. Así es que el pasado se vuelve sumamente importante, ya sea que se trate de la tradición, de la experiencia o del recuerdo con sus innumerables imágenes. Pero todo conocimiento, del pasado o del futuro, es limitado. No puede haber conocimiento completo. El conocimiento y la ignorancia marchan juntos.
Cuando aprendemos acerca de esto, ese aprender mismo es orden. El orden no es algo planeado a lo cual nos adherimos. En una escuela, la rutina es necesaria, pero la rutina no es orden. Una máquina bien armada, funciona eficientemente. La eficiente organización de una escuela, es absolutamente necesaria, pero esta eficiencia no es un fin en sí misma, no debe contundirse con la libertad respecto del conflicto - libertad que es orden.
Si el educador ha comprendido profundamente todo esto, ¿cómo comunicará al estudiante la naturaleza del orden? Si su propia vida interior está en desorden y él habla de orden, no sólo será un hipócrita que vive internamente en conflicto, sino que el estudiante se dará cuenta de que éste es un lenguaje ambiguo y, por eso, no prestará la más mínima atención a lo que se esté diciendo. Cuando el educador es inamovible en su comprensión, esa misma cualidad será captada por el estudiante. Cuando uno es completamente honesto, esa misma honestidad se transmite a otros.
Cartas a las Escuelas
15 de diciembre de 1981
Jiddu Krishnamurti, Cartas a las Escuelas. Textos libros conversaciones filosofía. Letters to Schools 1978...1983. Jiddu Krishnamurti en español.