Cartas a las Escuelas
15 de septiembre de 1978
La bondad sólo puede florecer en libertad. No puede hacerlo en el suelo de la persuasión bajo ninguna de sus formas, ni bajo compulsión, ni tampoco es el resultado de la recompensa. No se manifiesta cuando existe cualquier clase de imitación o conformidad y, naturalmente, no puede existir cuando hay temor. La bondad se muestra a sí misma en la conducta, y esta conducta tiene su base en la sensibilidad. Esta bondad se expresa en la acción. Todo el movimiento del pensar no es bondad. El pensamiento, que es tan complejo, debe ser comprendido, pero la misma comprensión del pensamiento hace que éste se dé cuenta de su propia limitación.
La bondad no tiene opuesto. La mayoría de nosotros considera la bondad como el opuesto de la maldad o del mal, y así es como a lo largo de la historia y en cualquier cultura, la bondad se ha visto como la otra cara de lo brutal. Por eso el hombre ha luchado siempre contra el mal a fin de ser bueno; pero la bondad nunca puede surgir si existe forma alguna de violencia o lucha.
La bondad se revela a sí misma en la conducta, en la acción y en la relación. Generalmente, nuestra conducta diaria se basa o bien en el seguimiento de determinados patrones - mecánicos y, por ende, superficiales - o está de acuerdo con algún motivo, pensado muy cuidadosamente, que tiene su fundamento en la recompensa o el castigo. De modo que, consciente o inconscientemente, nuestra conducta es calculada. Y esto no es buena conducta. Cuando nos damos cuenta de ello, no meramente de manera intelectual o amontonando palabras, entonces de esa misma negación total nace la verdadera buena conducta.
La buena conducta es, esencialmente, la ausencia del sí mismo, del yo. Se revela en la cortesía, en la consideración por los demás, en el ceder sin pérdida alguna de integridad. Así la conducta se vuelve extraordinariamente importante; no es un asunto casual que pueda pasarse por alto o un juguete para una mente sofisticada. Esa conducta surge de la profundidad del propio ser y forma parte de nuestra existencia cotidiana.
La bondad se muestra en la acción. Debemos diferenciar entre acción y conducta. Posiblemente ambas son la misma cosa, pero por claridad deben ser separadas y examinadas. Actuar correctamente es una de las cosas más difíciles de hacer. Es algo muy complejo y debe ser examinado muy detenidamente, sin impaciencia y sin saltar a ninguna conclusión.
En nuestra vida de todos los días, la acción es un movimiento continuo desde el pasado, interrumpido ocasionalmente con una nueva serie de conclusiones; estas conclusiones se convierten entonces en el pasado y uno actúa de acuerdo con ellas. Actúa de acuerdo con ideas preconcebidas o ideales y, de ese modo, está actuando siempre, o bien desde la acumulación de conocimientos - que son el pasado - o desde un futuro idealista, una utopía.
Nosotros aceptamos una acción así como algo normal. ¿Lo es? Si la cuestionamos es después de que ha ocurrido o antes de realizarla, pero este cuestionamiento se basa en conclusiones previas o en una futura recompensa o castigo: “Si yo hago esto, obtendré aquello”, y así sucesivamente. De modo que ahora estamos cuestionando toda la idea aceptada acerca de la acción.
La acción tiene lugar después de haber acumulado conocimientos o experiencia; o actuamos y aprendemos de esa acción, agradable o desagradable, y este aprendizaje se vuelve a su vez acumulación de conocimientos. Por lo tanto, ambas acciones están basadas en el conocimiento: no son diferentes. El conocimiento es siempre el pasado, y así nuestras acciones son siempre mecánicas.
¿Existe una acción que sea no-mecánica, no-repetitiva, no-rutinaria y que, por lo tanto, nunca tengamos que lamentar? Esto es realmente muy importante que se comprenda, porque donde hay libertad y la bondad florece, la acción jamás puede ser mecánica. El escribir es mecánico, aprender un idioma, manejar un automóvil son acciones mecánicas; es mecánico adquirir cualquier clase de conocimiento tecnológico y actuar conforme a ese conocimiento. Por otra parte, en esta actividad mecánica puede que haya una pausa, pero en esa pausa se forma una nueva conclusión, la que a su vez se vuelve mecánica. Uno debe tener en cuenta constantemente que la libertad es esencial para la belleza de la bondad. Existe una acción no mecánica, pero es usted quien tiene que descubrirla. Esta no se le puede enseñar, ni puede instruírsele al respecto; uno no puede aprender de ejemplos, porque entonces tal acción se vuelve imitación y conformidad. Entonces se ha perdido la libertad completamente y no hay bondad.
Creo que para esta carta es suficiente, pero en la próxima continuaremos con el florecimiento de la bondad en la relación.
Cartas a las Escuelas
15 de septiembre de 1978
Jiddu Krishnamurti, Cartas a las Escuelas. Textos libros conversaciones filosofía. Letters to Schools 1978...1983. Jiddu Krishnamurti en español.