Amor, Sexo y Castidad
El Matrimonio
Uno tiene que descubrir cómo vivir con otra persona, sin ningún sentido de lucha ni de amoldamiento
Krishnamurti: Cuando dos personas viven juntas, ¿hay una actividad sexual, biológica que las une, o en sus vidas hay amor, hay interés y solicitud del uno por el otro? Probablemente, ustedes conocen esta respuesta mejor que yo.
Pregunta: ¿Es necesario casarse enamorado? ¿Qué es la relación física entre hombre y mujer?
Krishnamurti: No lo sé, ustedes deben saberlo. Qué pregunta tan extraña es ésta, ¿no? ¿Es necesario casarse enamorado? ¿Qué dicen ustedes? Si quien les habla les preguntara a ustedes, señoras y señores, si es necesario que él se case, ¿qué le contestarían? ¿Cuál sería la respuesta de ustedes? Es probable que fuera: Haga lo que tenga ganas de hacer, es cosa suya, ¿por qué molestarnos con eso?
Pero ya lo ven, la pregunta es mucho más compleja que eso. Todos necesitamos compañía, queremos tener relaciones sexuales, hay una necesidad biológica. Y también queremos tener a alguien en quien poder confiar, en quien poder encontrar seguridad, un sentido de consuelo, de apoyo. Debido a que muy pocos de nosotros podemos estar solos, sin depender de nadie, decimos: tengo que casarme, o tendré una amiga, lo que fuere, pero debo tener a alguien con quien sentirme a gusto. Nunca nos sentimos a gusto con nadie porque vivimos sumergidos en nuestros propios pensamientos, en nuestros propios problemas, en nuestras propias ambiciones y demás. Tenemos miedo de estar solos, Porque la vida es muy solitaria, la vida es muy, muy compleja y dificultosa, y uno necesita a alguien con quien poder hablar, Además, cuando uno se casa tiene una relación sexual, hijos, etc. En esta relación entre hombre y mujer, si no hay amor, él la usa a ella y ella lo usa a él, él la explota y ella lo explota. Eso es un hecho.
Así pues, el interlocutor pregunta qué es la relación física entre el hombre y la mujer. ¿No lo saben? Es asunto de ustedes, señores. Pero es muy complejo penetrar realmente en todo este intrincado problema de vivir juntos, no sólo dos personas, sino vivir junto con la humanidad, con nuestro vecino, con nuestro jefe, con nuestro sirviente (si tenemos sirviente), con nuestros padres e hijos. Vivir juntos como una familia nos da cierta seguridad, cierta protección, y así extendemos esa familia a un grupo, a una comunidad, a un estado, a una nación. Y desde ahí, a una nación que se opone a otra nación; por eso hay siempre división, conflicto y guerras.
Uno tiene que descubrir, pues, cómo puede vivir con otro sin ningún conflicto, sin sentido alguno de lucha, adaptación o amoldamiento. Eso requiere muchísima inteligencia, integridad. Pero nos casamos sólo a causa de nuestras exigencias sexuales, biológicas, etc.
Bombay, 9 de febrero de 1984
Pregunta: Casi todos estamos casados o comprometidos en una relación íntima que comenzó por todas las erróneas razones que usted tan correctamente ha descrito. ¿Puede un casamiento o una relación así convertirse alguna vez en una fuerza realmente positiva? (Risas.)
Krishnamurti: ¡Qué personas tan desdichadas! Entonces, ¿cómo abordamos esta pregunta? ¿Qué significa estar relacionado con otra persona? Uno puede estar relacionado físicamente de manera muy estrecha, íntima, pero ¿alguna vez estamos relacionados psicológicamente, en lo interno? No románticamente, sentimentalmente; me refiero al sentido profundo de estar relacionados. La palabra relación significa estar en contacto, tener un sentido de totalidad con el otro, no como entes separados que se juntan y se sienten totales, sino que la relación misma produce esta cualidad, esta sensación de que no están separados. Ésta es, en verdad, una cuestión sumamente importante, porque nuestras vidas están, en su mayor parte, muy aisladas, muy separadas, muy cuidadosamente estructuradas a fin de que no seamos perturbados en lo psicológico. Y una relación así debe originar, inevitablemente, conflicto, perturbación y toda la conducta neurótica que tenemos. Por consiguiente, aclaremos juntos qué entendemos por relación, no sólo el significado de esa palabra, el significado verbal, sino el significado que hay tras la palabra, tras las dos personas que se han relacionado.
¿Qué significa estar relacionados? ¿Alguna vez estamos relacionados en el sentido profundo de esa palabra? ¿Puede haber una relación de esa clase, inalterada, serena como las profundidades del mar? ¿Puede haberla si cada uno de nosotros persigue su propio sendero particular, su deseo particular, su ambición particular y demás? ¿Puede haber una relación así con el otro si existen estas cosas? Ustedes dicen: « ¿Cómo pueden no existir? ¿Acaso no es necesario que cada uno de nosotros se realice, que florezca junto con el otro?». ¿Qué significa eso cuando existe ese sentido de separación? Si cada uno de nosotros dice que nos estamos ayudando mutuamente a florecer, a crecer, a realizarnos, a ser felices juntos, entonces seguimos manteniendo el espíritu de aislamiento. Ahora bien, ¿por qué la mente o el cerebro, la entidad humana, se aferra siempre a la separación?
Por favor, ésta es una pregunta muy, muy seria. ¿Por qué los seres humanos han mantenido, en todo el curso de la historia, este sentido de aislamiento, de separación, de división? Usted es católico, yo soy protestante. Usted pertenece a ese grupo y yo pertenezco a aquel grupo. Yo me pongo una túnica roja o una túnica amarilla o me rodeo con una guirnalda; y mantenemos esto mientras hablamos de la relación, del amor y todo lo demás. ¿Por qué? (Por favor, estamos cooperando, investigamos juntos.) ¿Por qué hacemos esto? ¿Es ello consciente, deliberado, o es inconsciente, es nuestra tradición, nuestra educación? Toda la estructura religiosa sostiene que estamos separados, que somos almas separadas, etc. ¿Es que el pensamiento en sí es separativo? ¿Comprende? Yo pienso que estoy separado de usted. Pienso que mi conducta debe estar separada de la suya, porque de lo contrario existe el temor de que nos volvamos automáticos, zombis, que nos imitemos unos a otros. ¿Es el pensamiento la causa de este sentido de separación en la vida? Por favor, investiguemos juntos esto. El pensamiento ha separado el mundo en nacionalidades. Usted es inglés, otro es alemán, yo soy francés, usted es ruso y así sucesivamente. Esta división es creada por el pensamiento. Y el pensamiento supone que en esta separación, en esta división hay seguridad; perteneciendo a una comunidad, perteneciendo al mismo grupo, teniendo fe en el mismo gurú, creyendo en las mismas ropas que uno viste conforme a los mandatos del gurú, uno se siente seguro, al menos tiene la ilusión de que está seguro.
Así que nos preguntamos: ¿Lo que nos separa es el placer, el deseo placentero que es también el movimiento del pensar? ¿Correcto? O sea ¿el pensamiento es alguna vez completo, total? Porque el pensamiento se basa en el conocimiento, que es la inmensa experiencia acumulada del hombre, ya sea en el mundo científico, tecnológico o psicológico. Hemos acumulado una gran cantidad de conocimientos, tanto externa como internamente. Y el pensamiento es el resultado de esos conocimientos, el pensamiento como memoria, conocimiento, experiencia. Por lo tanto, el conocimiento jamás puede ser completo acerca de nada: acerca de Dios, del nirvana, del cielo, de la ciencia..., de nada. De modo que el conocimiento debe marchar siempre junto con la sombra de la ignorancia. Por favor veamos este hecho juntos. Por eso, cuando el pensamiento penetra dentro del campo de la relación, debe crear una división, porque el pensamiento mismo está fragmentado, el pensamiento mismo es limitado. ¿De acuerdo? Si esto está claro para todos nosotros -no estoy dando explicaciones, ustedes lo están descubriendo por sí mismos-, entonces ¿qué lugar ocupa el conocimiento en la relación? Por favor, esta cuestión es muy seria, no es sólo una proposición casual, argumentativa.
Ésta es una investigación acerca de qué lugar ocupan el conocimiento, la experiencia, los recuerdos acumulados, en la relación. Tengan la bondad de responder a esto ustedes mismos, no me miren a mí. Si uno dice: «Conozco a mi esposa» -u otra forma de relación íntima-, ya ha puesto a esa persona dentro de la estructura de su conocimiento acerca de ella. Por consiguiente, ese conocimiento se vuelve el proceso divisivo. Uno ha vivido con su esposa, su novia o lo que fuere, y ha acumulado información. Ha recordado las penosas declaraciones que ella ha hecho o que uno ha hecho; existe todo este desarrollo de la memoria que da forma a una imagen, la cual interfiere en la relación con la otra persona. ¿Correcto? Por favor, observen esto en sí mismos. Y ella está haciendo exactamente la misma cosa. Nos preguntamos, pues: ¿Qué lugar ocupa el conocimiento en la relación? ¿Es amor el conocimiento? Puedo conocer a mi esposa: su apariencia, el modo como se comporta, ciertos hábitos que tiene, etc. Eso es bastante obvio. Pero ¿por qué debo decir «la conozco»? Cuando digo que la conozco ya he limitado mi relación. No sé si lo comprenden. Ya he creado un bloqueo, una barrera entre los dos. ¿Significa eso que en mi relación con ella me vuelvo irresponsable? ¿Comprenden mi pregunta? Si digo: «Básicamente, no lo conozco a usted», ¿soy irresponsable? ¿O me he vuelto extraordinariamente sensitivo -si es que puedo usar esa palabra; es una palabra errónea-, soy vulnerable, no tengo sentido alguno de división, no tengo barreras?
Por lo tanto, si poseo esta cualidad de mente, de cerebro, si siento que la relación es un florecer, un movimiento -no es algo estático, es una cosa viva, uno no puede ponerla en una canasta y decir «es eso» y no moverse de ahí-, entonces puedo comenzar a preguntarme: ¿Qué es el matrimonio? ¿De acuerdo? O no matrimonio; uno puede vivir con otra persona, sexualmente, pueden vivir como compañeros, tomarse de la mano, conversar e ir a un Registro Civil o pasar por una ceremonia católica o protestante y ser atados allí; o pueden vivir sin estar casados. En un caso, he tomado un voto de responsabilidad; en el otro, no. En uno, estoy legalmente casado y la separación o el divorcio se vuelve más bien difícil; en el otro es bastante simple, ambos nos decimos adiós y nos marchamos en direcciones diferentes. Y eso es lo que está sucediendo cada vez más en el mundo. No condenamos ni lo uno ni lo otro. Por favor, sólo estamos considerando todo este problema: la responsabilidad y el sentimiento de la tremenda carga que representan los hijos. Y ahí ustedes están atados legalmente. En el otro caso no, pueden tener hijos pero la puerta está abierta siempre. Ahora bien, en ambos casos, ¿toda relación entre dos personas es una mera forma de atracción, de respuestas biológicas por ambas partes, curiosidad, el sentimiento de querer estar con el otro, lo cual puede ser el resultado del inconsciente miedo a la soledad, un hábito establecido por la tradición? En ambos casos se ha convertido en un hábito y en ambos casos hay miedo a la pérdida, hay posesión, mutua explotación sexual y todas las secuelas de ello.
Ahora bien, ¿qué es lo importante en ambos casos? Por favor, estamos considerando esto juntos; no les estoy diciendo qué es y qué no es lo importante. ¿Qué es importante, indispensable en ambos casos? La responsabilidad es esencial, ¿verdad? Soy responsable por las personas con las que vivo. Soy responsable, no sólo con respecto a mi esposa, sino que soy responsable por lo que está sucediendo en el mundo. Soy responsable de ver que no se mate a la gente. Soy responsable. Responsable de ver que no hay ti violencia. ¿De acuerdo?
¿Se limita, pues, mi responsabilidad a una persona, a mi familia, a mis hijos, como lo ha establecido la tradición? En Occidente, la familia está desapareciendo más y más, mientras que en Oriente la familia sigue siendo el centro. Ésta es tremendamente importante; por la familia harán cualquier cosa, aunque sean primos lejanos se mantendrán unidos, se ayudarán unos a otros usando toda clase de influencias. Pero aquí, poco a poco eso está desapareciendo por completo.
Vean señores si investigan, este problema se vuelve extraordinariamente complejo y vital. Si tengo hijos, si los amo realmente y me siento responsable, lo soy durante toda la vida de ellos, y ellos deben sentirse responsables de mí durante toda su vida. Debo ver que sean educados debidamente, que no se les asesine a causa de una guerra.
Así pues, esta cuestión implica todo eso. Investigándola a fondo, uno ve que, a menos que tenga esta cualidad de amor, todo carece por completo de significación. Y, si estoy intentando no ser egoísta, no estar aislado, tener este sentimiento de afecto profundo en el cual no hay apego ni posesión ni persecución del placer, y mi esposa siente lo contrario, entonces tenemos un problema por completo diferente. ¿Comprenden esto? Entonces el problema es: ¿Qué haré? ¿Simplemente abandonarla, huir, divorciarme? Puedo tener que hacerlo si ella insiste. No es una pregunta que pueda ser respondida mediante unas cuantas declaraciones, sino que requiere muchísima investigación interna en esto por ambas partes. Y si en esa investigarán, en esa exploración no hay amor, entonces no hay una acción inteligente. Donde hay amor, éste tiene su propia inteligencia, su propia responsabilidad.
Brockwood Park, Inglaterra
2 de septiembre de 1982
Cuando uno ama a su esposa, no la domina.
En este país, un marido es el jefe; él es la ley, el amo, porque domina económicamente, y es él quien dice cuáles son los deberes de una esposa. Puesto que la esposa no es el factor dominante y depende económicamente, lo que ella dice no cuenta. Podemos abordar el problema desde el punto de vista del marido o del de la esposa. Si abordamos el problema de la esposa vemos que, por no ser ella libre en lo económico, su educación es limitada, o sus capacidades de pensar pueden ser inferiores: y la sociedad le ha impuesto regulaciones y modos de conducta determinados por los hombres. En consecuencia, ella acepta los así llamados derechos del marido; y como él es el factor dominante al ser económicamente libre y tener la capacidad de ganar dinero, es él quien dicta la ley. Naturalmente, donde el casamiento es un asunto de contrato, sus complicaciones no tienen límite. Entonces existe el deber, una palabra burocrática que nada significa en la relación.
Cuando uno establece regulaciones y empieza a indagar en los deberes y derechos del marido y la esposa, eso no termina nunca. Por cierto, una relación semejante es un asunto terrible, ¿no? Cuando el marido exige sus derechos e insiste en tener una esposa sumisa, cualquier cosa que eso pueda significar, la relación que tienen es, obviamente, tan sólo un contrato comercial. Es muy importante comprender esta cuestión, porque debe haber seguramente una manera distinta de abordarla. Mientras la relación se base en un contrato, en el dinero, en la posesión, en la autoridad y el dominio, entonces es inevitable que se convierta en un asunto de derechos y deberes. Podemos ver la extrema complejidad de la relación, cuando ésta es el resultado de un contrato que determina lo que está bien, lo que está mal, lo que es deber. Si soy la esposa y mi marido insiste en ciertas acciones, como no soy independiente, es natural que tenga que sucumbir a sus deseos, que él maneje las riendas. Ustedes imponen a sus esposas ciertas reglas, ciertos derechos y deberes; por lo tanto, la relación se vuelve un mero asunto de contrato, con todas las complejidades que ello implica.
Ahora bien, ¿no hay una manera diferente de abordar este problema? O sea, cuando hay amor no existe el deber. Cuando uno ama a su esposa, lo comparte todo con ella: su propiedad, sus preocupaciones, su ansiedad, su alegría. No la domina. Uno no es el hombre y ella la mujer para ser usada y puesta de lado, una especie de máquina de engendrar hijos a fin de prolongar el apellido del esposo. Cuando hay amor, la palabra deber desaparece. El hombre cuyo corazón carece de amor, es el que habla de derechos y deberes, y en este país los deberes y derechos han tomado el lugar del amor. Las reglas se han vuelto más importantes que la calidez del afecto. Cuando hay amor, el problema es simple; cuando no hay amor, el problema se vuelve complejo. Cuando un hombre ama a su mujer y a sus hijos, jamás puede pensar en términos de derechos y deberes. Señores, examinen sus propios corazones y sus mentes. Sé que lo toman a risa; es uno de los trucos de las personas irreflexivas reírse de algo y así desecharlo. La esposa no comparte aquí la responsabilidad del marido, no comparte su propiedad, no posee la mitad de todo lo que él posee, porque se considera que la mujer es menos que el hombre, es algo para ser mantenido y usado sexualmente, a conveniencia del marido y cuando el apetito de éste así lo requiera. En consecuencia, han inventado ustedes las palabras derechos y deber, y cuando la mujer se rebela, le lanzan estas palabras. Es una sociedad estática, una sociedad en deterioro la que habla de deber y derechos. Si examinan de veras sus corazones y sus mentes, encontrarán que carecen de amor.
Para que surja a la existencia una sociedad nueva, una nueva cultura, es obvio que no puede haber dominación, ni de parte del hombre ni de parte de la mujer. La dominación existe a causa de la pobreza interna. Siendo psicológicamente pobres, necesitamos dominar, renegar contra el sirviente, contra la esposa o el marido. Por cierto, sólo el sentimiento de afecto, la calidez del amor, pueden dar origen a un nuevo estado, a una nueva cultura. El cultivo del corazón no es un proceso de la mente. La mente no puede cultivar el corazón, pero cuando el proceso de la mente es comprendido, el amor se manifiesta. Amor no es una mera palabra. La palabra no es la cosa. La palabra amor no es el amor. Cuando usamos esa palabra y tratamos de cultivar el amor, eso es tan sólo un proceso de la mente. El amor no puede ser cultivado, pero cuando comprendemos que la palabra no es la cosa, entonces la mente con sus leyes y regulaciones, con sus derechos y deberes, deja de interferir, y sólo así existe la posibilidad de crear una nueva cultura, una nueva esperanza y un mundo nuevo.
Obras Completas, volumen V
Poona, India, 12 de septiembre de 1948
El matrimonio como costumbre, como cultivo del placer habitual, es un factor de deterioro, porque en el hábito no hay amor
Sólo para los muy, muy pocos que aman, la relación conyugal tiene significación, y entonces es indestructible, entonces no es mero hábito o mera conveniencia ni está basada en la necesidad biológica, sexual. En ese amor que es incondicional se han fusionado las identidades, y en una relación así hay una cura posible, hay esperanza.
Pero para la mayoría de ustedes, en la relación conyugal no hay fusión. Para unir entre sí las identidades separadas, tanto el marido como la esposa tienen que conocerse a sí mismos. Eso significa amar. Pero no hay amor, lo cual es un hecho obvio. El amor es siempre puro, nuevo, no es mera gratificación ni mero hábito. El amor es incondicional. Y no es así como ustedes tratan a sus esposas o maridos, ¿verdad? Cada cual vive en su propio aislamiento, y ambos han establecido sus hábitos de placer sexual asegurado. ¿Qué le sucede al hombre que tiene una renta asegurada? Es obvio que se te deteriora. ¿No lo han notado? Observen al hombre que tiene una renta asegurada y pronto verán con cuánta rapidez su mente se deteriora. Puede tener una gran posición, puede haber adquirido una reputación por su ingenio, pero la plenitud de la alegría de vivir lo ha abandonado.
De igual modo, en el matrimonio de ustedes hay una permanente fuente de placer, un hábito sin comprensión, sin amor, y están forzados a vivir en esas condiciones. No estoy diciéndoles lo que deben hacer, sino que primeramente consideren el problema. ¿Piensan que eso está bien? No quiere decir que uno deba librarse de su mujer y buscar alguna otra. ¿Qué significado tiene esta relación? Ciertamente, amar es estar en comunión con alguien, pero ¿está usted en comunión con su esposa, excepto físicamente? Salvo en ese aspecto físico, ¿la conoce? Y ella, ¿lo conoce a usted? ¿Acaso no están ambos aislados, cada cual persiguiendo sus propios intereses, sus propias ambiciones y necesidades, cada cual buscando en el otro su gratificación, su seguridad económica o psicológica? Una relación semejante no es relación en absoluto; es un proceso mutuo de necesidades psicológicas, biológicas y económicas en el que ambos se encierran aislándose uno del otro, y el resultado obvio es el conflicto, la infelicidad, los regaños, el temor posesivo, los celos y demás.
Por consiguiente, el matrimonio como costumbre, como cultivo del placer habitual, es un factor de deterioro, porque en el hábito no hay amor. El amor no es cuestión de hábito; es algo dichoso, creativo, siempre nuevo. En consecuencia, el hábito es lo contrario del amor, pero ustedes son prisioneros del hábito y, naturalmente, la relación habitual que tienen con el otro es una relación opaca, apagada. Volvemos, pues, a la cuestión fundamental, o sea, que la reforma de la sociedad depende de ustedes, no de la legislación. La legislación sólo puede contribuir a fomentar el hábito o el amoldamiento. Por lo tanto, cada uno de ustedes, como individuo responsable que vive en relación, tiene que hacer algo, tiene que actuar, y podrá actuar sólo cuando haya un despertar de su mente y su corazón. Veo que algunos inclinan la cabeza en señal de acuerdo conmigo, pero el hecho obvio es que no quieren asumir la responsabilidad de la transformación, del cambio; no desean afrontar el trastorno de descubrir el modo de vivir rectamente. Por lo tanto, el problema continúa; siguen adelante con sus riñas, y finalmente mueren. Y cuando mueren hay alguien que llora, no por el compañero o la compañera que ha muerto, si no por su propia soledad. Ustedes siguen igual, no cambian, y piensan que son seres humanos capaces de legislar, de ocupar altas posiciones, de hablar acerca de Dios, de hallar una manera de detener las guerras, etc. Ninguna de estas cosas significa nada, porque ustedes no han resuelto ninguno de los problemas fundamentales.
Obras Completas, volumen V
Nueva Delhi, India, 19 de diciembre de 1948
Interlocutor: Si dos personas tienen una relación de conflicto y sufrimiento, ¿pueden resolverla, o la relación debe terminar? ¿No es necesario que ambos cambien para tener una buena relación?
Krishnamurti: Espero que la pregunta esté clara. ¿Cuál es la causa de que en la relación haya sufrimiento, conflicto y todos los problemas que allí surgen? ¿Cuál es la raíz? Por favor, al responder a estas preguntas estamos pensando juntos. No estoy contestando para que usted reciba, acepte o rechace lo que digo, sino que estamos investigando juntos. Ésa es una cuestión que concierne a todos los seres humanos, ya sea que vivan en Oriente, aquí o en América. Es un problema que incumbe realmente a la mayoría de los seres humanos. Aparentemente, dos personas, hombre y mujer, no pueden vivir juntos sin conflicto, sin sufrimiento, sin un sentido de desigualdad, sin ese sentimiento de que no están profundamente relacionadas la una con la otra. Uno se pregunta por qué. Puede haber múltiples causas: sexo, temperamento, sentimientos opuestos, creencia, ambición... Pueden existir muchas, muchas causas para esta falta de armonía en la relación. ¿Pero cuál es, realmente, el origen, qué profundidad tiene ese origen que genera conflicto en cada uno de nosotros? Creo que es una pregunta importante para formularla sin esperar que otro, como el que le habla, responda a ella, sino que, planteada la pregunta, uno ha de tener la paciencia de aguardar, de vacilar, de dejar que la pregunta misma arraigue, florezca, se mueva. No sé si estoy comunicando ese sentir.
Me pregunto por qué, si estoy casado o vivo con una mujer por qué existe entre nosotros este conflicto básico. Puedo dar una respuesta superficial, decir que eso se debe a que ella es católica. Y yo soy protestante, esto o aquello. Son todas razones superficiales, pero yo quiero descubrir la raíz profunda, el origen profundo de este conflicto entre dos personas. He formulado la pregunta y aguardo a que la pregunta misma florezca, a que exponga y saque a relucir todas las intrincaciones que contiene. Para eso debo tener un poco de paciencia, ¿no es verdad?, cierto sentido de espera, tengo que observar, estar atento a fin de que la pregunta comience a desplegarse. A medida que se despliega, empiezo a ver la respuesta. No es que desee una respuesta, sino que la pregunta misma comienza a desplegarse y me muestra la complejidad extraordinaria que existe entre dos personas, dos seres humanos que tal vez gusten el uno del otro, que tal se sientan mutuamente atraídos. Cuando son muy jóvenes se involucran sexualmente, etc., y más tarde, a medida que van envejeciendo un poco, se aburren el uno del otro y, gradualmente, escapan de ese aburrimiento por intermedio de otra persona, divorciándose..., usted ya conoce todo lo demás. Pero encuentran el mismo problema con la otra persona. De modo que debo tener paciencia. Pero con esa palabra paciencia no quiero decir permitirle al tiempo que opere. No sé si ha examinado la cuestión de la paciencia y la impaciencia.
Casi todos nosotros somos impacientes. Queremos que nuestra pregunta sea respondida de inmediato o queremos escapar inmediatamente de ella o actuar inmediatamente sobre ella. De modo que somos más bien impacientes para permanecer con ella. Esta impaciencia no nos da la profundidad que implica la comprensión del problema. Mientras que si tengo paciencia, la cual no pertenece al tiempo, no siento el deseo de terminar con el problema; vigilo, observo el problema, dejo que evolucione, que se desarrolle. Entonces, gracias a esa paciencia, empiezo a descubrir la profundidad de la respuesta. ¿Correcto? Ahora hagámoslo juntos. Somos pacientes, no deseamos una respuesta inmediata; por lo tanto, nuestras mentes, nuestros cerebros están abiertos para mirar, están alerta y atentos al problema y a su complejidad. ¿De acuerdo? Estamos tratando de... ¡no!, no quiero usar la palabra tratando; estamos penetrando en el problema de por qué dos personas no parecen jamás capaces de vivir juntas sin conflicto. ¿Cuál es la raíz del conflicto? ¿Cuál es mi relación con esa persona o con alguna otra? ¿Es superficial? O sea, atracción sexual, curiosidad, excitación, todas respuestas sensorias superficiales. ¿Correcto? Me doy cuenta, pues, de que estas respuestas son superficiales, y de que mientras trate de encontrar una respuesta superficialmente, jamás podré ver la profundidad del problema. ¿Estoy libre, entonces, de las respuestas superficiales, de los problemas que estas respuestas crean y de los intentos de resolver estos problemas superficialmente? No sé si lo están siguiendo.
He visto que no encontraré una respuesta superficialmente. Por lo tanto, me pregunto cuál es la raíz del problema. ¿Es la .educación? ¿Es que siendo hombre quiero dominar a la otra persona, poseerla? ¿Estoy tan profundamente apegado que no quiero soltar? ¿Veo que el estar atado, apegado, producirá invariable mente corrupción, corrupción en el sentido de que soy celoso y me siento ansioso, atemorizado? Uno conoce muy bien todas las consecuencias del apego. ¿Es ese apego la causa del conflicto? ¿Ó la causa es mucho más profunda? En primer lugar, dijimos, están las causas superficiales, luego las emocionales, el apego, la dependencia sentimental y romántica. Si descarto esas causas, ¿sigue habiendo en esto una cuestión más profunda? ¿Lo esta captando? Nos estamos moviendo desde lo superficial hacia, abajo, más y más profundamente a fin de descubrir por nosotros mismos cuál es la raíz del problema. Espero que usted esté haciéndolo.
Ahora bien, ¿cómo encuentro esa raíz? ¿Cómo la encuentra usted? ¿Está deseando una respuesta, desea encontrar la raíz y, para ello, hace un esfuerzo tremendo? ¿O quiere encontrarla y entonces su mente, su cerebro está quieto? Está mirando; por lo tanto, no se halla agitado, ésa no es la actividad del deseo, de la voluntad. Simplemente observa. ¿Estamos haciendo esto juntos, sólo observamos para ver cuál es la raíz profunda, la causa profunda, la base de este conflicto entre seres humanos? ¿La raíz es, el sentimiento de separación individual? Vea, tenga la bondad de .examinarlo muy cuidadosamente. ¿La raíz es el concepto individual de que básicamente estoy separado de la otra persona? Biológicamente, somos diferentes, pero existe el sentimiento de una profundamente arraigada acción separativa individual. ¿Es ésa la raíz del conflicto? ¿O hay una raíz todavía más profunda, una capa más profunda? ¿Entiende? Me pregunto si está siguiendo todo esto. ¿Estamos juntos en ello? ¿Primero son las reacciones sensorias, sensuales, luego las respuestas emocionales, románticas, sentimentales, después el apego con toda su corrupción? ¿O es algo profundamente condicionado, un cerebro que dice: «Yo soy un individuo, y él (o ella) es un individuo, y somos entidades separadas; cada uno debe realizarse a su propio modo y, por lo tanto, la separación es básica»? ¿Es así?
¿Es básica la separación? ¿O he sido educado para eso, para pensar que soy un individuo y que ella, también un individuo, debe realizarse a su modo, tal como yo debo realizarme al mío? Así, ya desde el principio mismo hemos partido en estas dos direcciones separadas. Pueden correr paralelas una junto a la otra, pero no se encuentran jamás, igual que dos vías férreas que nunca se encuentran. Y todo cuanto hago es tratar de encontrarme con ella, tratar de vivir en armonía, me esfuerzo: « ¡Oh, querida, eres tan buena!», ¿entiende?, repitiendo, repitiendo, pero sin que nos encontremos jamás. ¿Correcto?
Entonces, si ésa es la causa -y, por lo visto, parece se la causa-, la raíz del conflicto, ¿es una realidad esa existencia separada de un individuo respecto del otro? ¿O es una ilusión que he estado alimentando, acariciando, a la cual me he aferrado pese a que no tiene tras de sí validez alguna? Si carece de validez, debo estar muy seguro, absoluta, irrevocablemente seguro de que es una ilusión, y debo preguntarme si el cerebro puede romper con esa ilusión y darse cuenta de que, psicológicamente, somos todos similares ¿Me sigue? Mi conciencia es la conciencia del resto de la humanidad; aunque biológicamente seamos diferentes, psicológicamente nuestra conciencia es similar en todos los seres humanos. Si alguna vez me doy cuenta de esto, no intelectualmente sino a fondo, en mi corazón, en mi sangre, en mis entrañas, entonces mi relación con el otro experimenta un cambio radical. ¿De acuerdo? Es algo inevitable.
Ahora bien, el interlocutor pregunta: «Estarnos en conflicto, ¿debemos terminar?». Si combatimos el uno contra el otro todo el día, como casi todos lo hacen en esta lucha, en este conflicto -usted sabe, la amargura, la ira, el odio, la repulsión, lo soportamos tanto como podemos, y después llega el momento en que debemos romper. Conocemos este patrón tan familiar. Hay cada vez más divorcios. Y el interlocutor pregunta: «¿Qué puede uno hacer?». Si estoy perpetuamente en conflicto con mi esposa y no tengo modo de arreglar eso, ¿debe terminar mi relación? ¿O comprendo básicamente la causa de esta ruptura, de este conflicto -la cual es el sentido de la individualidad separada-, y habiendo visto su naturaleza ilusoria, ya no persigo más la línea individuar. Entonces, ¿qué ocurre cuando percibo eso y lo vivo -no lo sostengo verbalmente, sino que lo vivo de hecho-, cuál es mi relación con la persona, la mujer, que sigue pensando en términos de individuo ¿Comprende mi pregunta?
Es muy interesante, investiguémosla. Veo, o ella ve -mejor pongámoslo en la cuenta de ella- ella ve la necedad, el absurdo, la naturaleza ilusoria del individuo. Ella lo comprende, lo siente, y yo no, porque soy varón, soy más agresivo, más impulsivo y todo eso. ¿Qué ocurre entonces, entre nosotros? Ella ha comprendido esa naturaleza y yo no. Ella no quiere reñir conmigo, nunca. ¿Correcto? No entrará para nada es ese terreno, pero yo estoy presionándola constantemente, empujándola y tratando de arrastrarla a ese terreno. Yo estoy creando el conflicto, no ella. ¿Comprende cómo se ha movido toda la cosa? ¿Está siguiendo esto? La cosa completa se ha movido. No hay dos personas riñendo sino una. Vea lo que ha ocurrido. Y, si soy algo sensible, si tengo por ella un sentimiento verdadero, comienzo a transformarme también, porque ella está irrevocablemente ahí. ¿Comprende? Ella no se moverá de ahí. Vea lo que sucede. Si dos objetos móviles se encuentran, hay conflicto. No sé si usted lo ve. Pero si uno de ellos, la mujer, es inamovible, y yo soy movible, cedo naturalmente ante aquello que es inamovible. ¿Correcto? Me pregunto si comprende esto. Es muy sencillo.
Por lo tanto, el problema está resuelto si uno comprende de verdad la relación, si la comprende sin la imagen cosa que ya investigamos anteriormente. Entonces ella por su misma presencia, por su misma vitalidad va a transformarme, a ayudarme. Esa es la respuesta. ¿Lo ha captado?
La Relación
Saanen, Suiza, 31 de julio de 1981
Interlocutor: ¿Es posible para un hombre y una mujer vivir juntos, tener sexo e hijos, sin toda la agitación, la amargura y el conflicto inherentes a esa relación? ¿Es posible que haya libertad por ambas partes? Por libertad no quiero decir que el marido o la esposa deban tener constantemente aventuras amorosas con alguna otra persona. Por lo general, las personas se unen y se casan porque se enamoran, y en eso hay opción, placer, afán posesivo y un instinto tremendo. La naturaleza misma de este enamoramiento está llena, desde el principio, con las semillas del conflicto.
Krishnamurti: ¿Es así? ¿Necesita ser de ese modo? Lo pongo muy en duda. ¿No puede usted enamorarse sin tener una relación posesiva? Amo a una mujer, ella me ama y nos casamos; todo eso es perfectamente claro y sencillo, no contiene conflicto alguno. (Cuando digo que nos casamos podría decir igualmente que decidimos vivir juntos; no quedemos presos en las palabras.) ¿Acaso no es posible tener lo uno sin lo otro, sin que necesariamente traiga cola, por decirlo así? ¿No pueden dos personas estar enamoradas y ser ambas tan inteligentes y sensibles como para que haya libertad y ausencia de un centro generador de conflicto? En el sentimiento de estar enamorado no hay conflicto. Ese sentimiento carece por completo de conflicto. En el amor no hay pérdida de energía. La pérdida de energía está en todo lo que sigue: celos, afán posesivo, sospechas, dudas, miedo de perder ese amor, la constante exigencia de garantía y seguridad. Por cierto, debe ser posible funcionar en una relación sexual con alguien a quien usted ama, sin la pesadilla que acompaña generalmente a esas relaciones. Desde luego que es posible.
Encuentro con la Vida
Amor, Sexo y Castidad
El Matrimonio
Amor, Sexo y Castidad. Una selección de pasajes para el estudio de las enseñanzas de J. Krishnamurti. Jiddu Krishnamurti en español.